África, Europa y el fondo de la cuestión

Los migrantes de Sudáfrica han huído hacia campos de refugiados para protegerse de los ataques racistas.

Los migrantes de Sudáfrica han huído hacia campos de refugiados para protegerse de los ataques racistas. / mlo/tsc

MARC CARRILLO

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Los tiempos de la Unión Europea son lo más parecido a la eras geológicas. Dentro de muchos años, cuando los historiadores futuros escriban sobre este proyecto de entidad política, harán notar a nuestros tataranietos que uno de los rasgos que mejor la definían era su incapacidad de tomar decisiones a una velocidad apreciable por el ojo humano. Cuando se trataba de cuestiones de fondo, quizás no se notaba tanto, las cosas de palacio siempre irán despacio, hoy y en el siglo XXIV. Sin embargo, a la hora de abordar situaciones de emergencia, la UE se comportaba como un inmenso cíclope, torpe e inseguro. O como una placa tectónica, para seguir con el símil, apretando África contra Europa y haciendo crecer los Pirineos milímetro a milímetro.

Las tragedias a lo largo de la ribera mediterránea de antes del verano han llevado, por fin, a pensar en hacer alguna cosa para poner coto a la oleada migratoria africana. Para estas cosas se hace una cumbre de esas trufadas de fotos solemnes, apretones de manos y unas cuantas declaraciones de compromiso inquebrantable con la cuestión de turno. Para dar un titular, sólo en las grandes ocasiones, se piensa en algo especial. La nueva fórmula mágica, el nuevo 'palabro' en el campo de la cooperación al desarrollo last generation, se llama 'fondo fiduciario', un mecanismo quizás administrativamente innovador, pero que nos remite a las misma prácticas y relación perversa entre ambos continentes a los dos lados del mare mortum, o nostrum, como prefieran. Frunciendo el ceño, poniendo aquella cara de estadista por encima del bien y del mal que a veces le sale a través del plasma, don Mariano nos advierte de que "no caben fórmulas mágicas, ni ocurrencias, ni soluciones a corto plazo". Todo eso, después de haber abonado la friolera de 3 millones de euros a un fondo, el nuevo fórmula 1 de la solidaridad y del desarrollo sostenible, de los 1.800 millones con que el conjunto de estados europeos debe contribuir, amén de idéntica cantidad por parte de la propia UE.

A los que nos ganamos la vida con el sudor de nuestra frente y no jugando a la bolsa, eso nos puede parecer mucho dinero, pero es el equivalente, 1.800 millones de euros, a construir tres estaciones de La Sagrera (precio franco fábrica, comisiones y desvíos aparte). Suficientes, en cualquier caso, para una bonita declaración institucional, sobre todo cuando al final del día nadie lo paga en realidad, y sólo queda contabilizado en las hemerotecas. Los compañeros de bodegón del Sr. Rajoy conocen el truco también, y a la firma del acuerdo sólo había comprometidos 32 millones de ese fondo. Si tres estaciones no dan para solucionar el colosal problema que compartimos con África, imaginen qué se puede hacer con la propina depositada en el cepillo de La Valeta esta semana.

Pero don Mariano tiene más razón que un santo, basta de inventos. África tiene riqueza humana y material para levantarse sola, se trata simplemente de no hacerle la zancadilla una y otra vez. Las empresas e inversores pertenecientes al G-7, que extraen materias primas y hacen negocios en aquel continente, evaden fiscalmente cada año 6.000 millones de dólares. Hace falta todo ese dinero para construir sistemas de salud y de educación, pero sobre todo hace falta impulsar los derechos humanos más allá de la playa del Tarajal y apagar la impresora 3D de produir dictadores, colaboradores necesarios del horror que expulsa tanta gente de sus aldeas y ciudades para ganar el Norte. La misma gente que ahora podremos devolver en caliente desde nuestras fronteras gracias a la nueva ley mordaza, no tiene ninguna gana de hacer la triathlon más peligrosa del mundo. Y sin embargo, desde Malta llega un tufo insoportable a 'aguántamelos ahí que ya te pago yo las

porras y las pistolas'. El tardocapitalismo europeo ha aprendido hasta a subcontratar las fronteras y llamarle ayuda al desarrollo, mientras que con la frialdad de un psicópata sigue distinguiendo entre las personas que huyen porque mueren de sed, hambre, en la carcel o por la metralla.  

Si hasta en Suecia un gobierno 'socialdemócrata' propone destinar la mitad de su Ayuda Oficial al Desarrollo a la acogida de los refugiados, es que estamos naufragando, sin voluntad de asumir las causas y la magnitud de la tragedia que todos ayudamos a crear lejos, en otras orillas, mientras seguimos achicando agua con un balde en un inmenso trasatlántico. La cuestión ya no es el fondo, y el fondo de la cuestión es que seguimos poniendo puertas al mar, sin entender la naturaleza de los desafíos que enfrentamos.

Va a subir la marea, que diría el amigo Robe de Extremoduro, y se lo va a llevar todo.  

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