LARGO PLAZO

Y Trump brindará con 'bourbon'

Europa prevé poner trabas a las importaciones del destilado procedente de Kentucky como respuesta los aranceles al acero y al aluminio, pero no parece que al presidente de los Estados Unidos le preocupe demasiado

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Olga Grau

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Donald Trump entiende las relaciones diplomáticas y la política multilateral del mismo modo que una negociación en la que un comprador sin escrúpulos regatea para hacerse con un inmueble al mejor precio usando todo tipo de tretas. El presidente de los Estados Unidos utiliza las amenazas y los faroles sobre la imposición de aranceles y sanciones como una arma constante para lanzar un mensaje muy claro: las organizaciones internacionales multilaterales no van a determinar la política estadounidense. La Organización Mundial del Comercio (OMC) deberá reformarse para vivir sin los Estados Unidos o reconocer que ha muerto porque entre todos la han matado.

Trump ha llegado a la reunión del G-7 de este 2018 (Estados Unidos, Japón, Alemania, Francia, Reino Unido, Italia y Canadá) con una política de tierra quemada. Antes ha dinamitado el acuerdo sobre el cambio climático de París, ha enterrado las negociaciones sobre el acuerdo de libre comercio entre Europa y los Estados Unidos (TTIP en sus siglas en inglés), se ha  retirado del acuerdo nuclear con Irán y ha activado los aranceles al acero y aluminio europeos. El argumento para torpedear a la industria pesada europea es que de esta manera protege la estadounidense, considerada estratégica desde el punto de vista de seguridad nacional. 

Más allá de que el argumento es absurdo porque ambos bloques cooperan en el marco de la OTAN, el proteccionismo americano acabará generando una guerra comercial con consecuencias negativas para la economía. Europa ha preparado ya una lista de productos a los que aplicará restricciones por valor de 2.800 millones de euros. En ella figuran el emblemático 'bourbon', las motos Harley Davidson, cosméticos de marcas americanas muy consumidos en Europa y productos de alimentación como la crema de cacahuete.

Trump recula o modifica sus anuncios en función de cómo sopla el viento. Pero resulta altamente improbable que dé marcha en su guerra comercial. Una simulación del FMI en octubre del 2016 apuntaba que un incremento de los aranceles que aumentase en un 10% los precios de las importaciones (Trump aboga por un 25% en acero) haría caer el comercio en alrededor de un 15% a largo plazo, mientras que el deterioro del PIB y del consumo sería de alrededor de un 2%.

Pero los socios europeos del G-7 atraviesan un momento delicado. Gran Bretaña y la Unión Europea están empantanadas con la negociación del 'brexit', el Gobierno populista de Italia no es simpatizante del multilateralismo y Alemania se ha puesto de perfil con las propuestas de Macron en Francia, mientras los populismos se extienden por Austria, Hungría y Polonia.

Trump se beneficia de la debilidad europea y poco le importa que los aranceles estadounidenses le cuesten a la Unión Europea 6.400 millones y los europeos otros miles de millones a los Estados Unidos. No sería sorprendente que lanzara uno de sus famosos tuits animando a los americanos a que beban más 'bourbon'. Una bebida destilada que proviene originariamente de Bourbon (Kentucky), un condado que, por cierto, dio su apoyo a Trump.