Análisis
El acuerdo de los chicos buenos
Jordi Mercader
Periodista.
JORDI MERCADER
El "acuerdo irrelevante" al que se refería ayer Íñigo Errejón está en marcha porque lo más relevante para cerrar una negociación es la determinación de las partes para pactar. Elemental. Para pactar, los hipotéticos firmantes, primero deben mirarse a los ojos y conjurarse a cerrar un acuerdo, luego, entrar en los detalles programáticos. Pedro Sánchez y Albert Rivera lo hicieron, a diferencia de Pablo Iglesias que ante todo escribió una biblia para cambiar el mundo y posteriormente pretende vendérsela al candidato socialista. Por eso los chicos buenos ya han anunciado su acuerdo de legislatura, mientras el frente negociador con los 'enfants terribles' sigue el ritmo de las reuniones asamblearias.
Rivera se lo ha puesto fácil a Sánchez con su propuesta de reforma exprés y minimalista de la Constitución. Y el secretario general del PSOE ha valorado como muy fácil de asumir la oferta del presidente de Ciudadanos a sabiendas que en su partido estarán encantados con los cinco puntos de la reforma y demás pretensiones de los 40 diputados del centro derecha.
Tampoco desde Podemos pueden objetar demasiado a estas propuestas: la eliminación de los aforamientos, la limitación de mandatos presidenciales, la rebaja del número de firmas para la presentación de iniciativas populares, la voluntad de despolitizar la justicia y la supresión de las diputaciones, además de la rebaja del IVA cultural, la reducción del Senado o el fomento de la transparencia.
Las paralelas
Las paralelasOtra cosa diferente y peliaguda para Iglesias y sus aliados es la defensa a ultranza del artículo 1 de la Constitución, o sea, la soberanía única e indivisible del pueblo español, a la que se comprometen PSOE y Ciudadanos para contrariedad de los partidarios del referéndum catalán. Aunque las líneas rojas de los políticos también son paralelas, estas no son iguales a las geométricas que por mucho que se prolonguen hasta el infinito nunca se tocan. En política, a veces llegan a desaparecer, o se pierden en documentos enrevesados cuyos autores juran que dicen aquello que quieren decir en su literalidad y también lo contrario, según el espíritu del texto. La duda razonable es saber si el líder de la nueva política está dispuesto a practicar este juego para gobernar.
Podría parecer que unos y otros están perdiendo el tiempo, a cuenta del país. Pero la situación a día de hoy no es idéntica a la del lejano 20 de diciembre. Pedro Sánchez, por decisión táctica de Mariano Rajoy, está en condiciones de ofrecer carteras ministeriales a unos y otros, incluso a los críticos de su partido, ventajas territoriales a las fuerzas gobernantes en las comunidades autónomas, asumir compromisos programáticos que den satisfacción a los más reticentes a gobernar con él. Tal vez no lo consiga, pero no está escrito. Entonces, la jugada del PP habrá sido un fiasco y todos nos acordaremos de Miquel Iceta, el primero que imaginó y apoyó a Sánchez en su aventura personal por recuperar La Moncloa apoyándose en Ciudadanos.
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