Análisis

Acaba la legislatura que nunca empezó

Catalunya no recuperará el pulso político hasta que puedan contarse claramente en las urnas cuántos soberanistas están por la revolución y cuántos apuestan por otros escenarios

El 'president' Torra, en el Parlament.

El 'president' Torra, en el Parlament. / periodico

Josep Martí Blanch

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La legislatura se ha acabado en Catalunya desde el punto de vista prácticoCatalunya. Quizá sería más acertado escribir que ni siquiera empezó. Entiéndase legislatura como un periodo de tiempo determinado en el que un gobierno diseña e implementa políticas concretas con un objetivo de transformación social de mayor o menor calado. Esto es cementerio. Un cementerio ruidoso, pero cementerio, al fin y al cabo. Todo es fuego fatuo. Humo de camposanto.

Repetir lo que se hizo en octubre del 2017

La presidencia de la Generalitat está en manos de un activista que cree de verdad que Catalunya ya se ha autodeterminado y que con las sentencias de los políticos presos llegará el momento, ahora sí, en el que la república echará a andar definitivamente porque la indignación será tanta que la ira esta vez no podrá contenerse. Ténganse en cuenta que, a las espaldas de esta convicción presidencial, está también el goteo reiterado de Carles Puigdemont recordando cada vez que puede que su principal error fue no defender la proclamación de la república. Quien preside la Generalitat aspira es a repetir lo que ya se hizo en octubre del 2017. Se supone que, enmendando el error de su predecesor, es decir defendiéndola. Tan solo que, a la espera de este momento, Quim Torra debe torear con la impaciencia, con los nada amigables adjetivos que le dedican los capitostes de la ANC o los CDR más impacientes. Y el 'president', claro, sabedor de sus íntimas convicciones, que no puede explicitar abiertamente hasta que llegue la hora, necesita dar muestras de que sigue siendo uno de los suyos, un hombre coherente y fiel. Y por ello ánima a que le presionen, aprieten e inciten a hacer lo que cuando llegue el momento quiere hacer. Esto es, declarar de nuevo la independencia o recuperar la validez de la que ya se declaró en su día. Sin entender esto, es imposible entender su comportamiento cuando interpela a los CDR.

¿Quiere decir que nos encaminamos hacia el escenario presidencial sí o sí? No, por supuesto. Ni Torra tiene suficiente capacidad de liderazgo ni ERC, y tampoco JxCatestán por la labor. Los primeros, unos días con más sordina, unos con menos, ya han dejado claro que lo suyo es una apuesta a largo plazo, sin calendarios y que cualquier pulso a todo o nada con el Estado queda definitivamente aplazado 'sine die'. Los segundos, andan divididos entre los que creen de verdad que el planteamiento de Torra tiene algún sentido, que no son muchos, y los que consideran que hay que dejar que ERC sea quien salte del barco para que pague la factura de su deserción y ellos puedan mantener la primera posición en la clasificación de partidos independentistas.

Catalunya no va a recuperar el pulso político hasta que pase por unas elecciones en las que puedan contarse claramente cuántos soberanistas están por la revolución y cuántos apuestan por otros escenarios. Es decir, hasta que ERC y la Crida, o quien sea, no expliquen claramente desde el atril qué es lo que van a hacer si ganan que es lo que, comprensiblemente, no pudo hacerse el 27-S del 2017, cuando bastó con votar y pedir el voto con el estómago. ¿Y Puigdemont? Pongan su nombre donde han leído Torra.