Al contrataque

Abou

Ana Pastor

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Abou tiene 8 años. Es de Costa de Marfil. Y su rostro se te queda grabado. Su gesto parece indicar la búsqueda de una gran bocanada de aire, pero la expresión retrata un miedo profundo y antiguo que resulta extraño para un niño de su edad. Un miedo que solamente podríamos explicar si pudiéramos hacer un retrato fiel de cómo han sido sus últimas semanas. Incluso sus últimos años. Abou fue encontrado hace dos días dentro de una maleta en la aduana de El Tarajal, en Ceuta. Una mujer marroquí portaba esa maleta, que fue interceptada cuando ya la había metido en la cinta de seguridad. La imagen del escáner es escalofriante. En posición fetal, y casi como si fuera una ecografía, vemos como Abou sujeta sus piernas con las manos en un espacio claustrofóbico. Podríamos decir que casi está volviendo a nacer, porque gracias a que fue interceptado no ha muerto por asfixia.

He preguntado por su estado y me dicen que se encuentra bien y que está bajo la tutela de la Fiscalía de Menores. Su padre, que tiene permiso de residencia en España, ha sido detenido. Según cuentan varios medios de comunicación, había presentado una solicitud de reagrupación familiar que había sido rechazada. Difícil papel también para la juez que, cumpliendo la ley, ha ordenado la detención del progenitor, que estaba allí esperando «la maleta».

La Cruz Roja de Ceuta atiende cada semana a 30 personas que llegan desde Marruecos. La mayoría, por este sistema tan terrible. De hecho, aún recuerdan que hace unos meses se dio el alto a un coche en esa misma frontera. Se descubrió que llevaba a un joven escondido en el salpicadero. Otra imagen terrorífica. Su conductor no dijo nada al ser detenido. Pero al terminar de revisar el vehículo, los agentes de la Guardia Civil se dieron cuenta de que había algo más. En el asiento trasero, en el lugar que habitualmente ocupan muelles y espumas sobre los que nos sentamos, estaba escondida una mujer joven con un bebé recién nacido. Un lactante. Solo dos meses de vida. Una ambulancia tuvo que trasladar a ambos al hospital por los síntomas de asfixia que presentaban. Su largo viaje no había comenzado ni siquiera en esa frontera con España, sino en un país subsahariano del que habían huido madre e hijo.

Hambre y violencia

Efecto llamada, lo llaman algunos. Hambre y violencia, titula la realidad. Y además, los desgraciados de las mafias que juegan con la necesidad de tantos y tantos inmigrantes no miden que muchos de ellos pueden llegar muertos, como ya hemos visto en el Mediterráneo. O peor. Les da igual. Cobran su parte y se olvidan del resto. Europa, siglo XXI. El continente al que ha llegado Abou. En una maleta. Terrorífico.