Balance y pronóstico económico

2018: bien, pero con reservas

El nuevo gobierno que se forme en Catalunya debe tener como prioridad acabar con la desconfianza

EL COMERCIO DE BCN SE RECUPERA CON LAS COMPRAS NAVIDEÑAS_MEDIA_2

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ANTÓN COSTAS

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Mientras esperamos a ver qué dan de sí los resultados de las elecciones del 21-O –en términos de formación de nuevas mayorías parlamentarias, investidura de un nuevo presidente y formación de un gobierno estable– quiero aprovechar este último artículo del 2017 para seguir la tradición de hacer balance del año que se va y aventurar algún pronóstico sobre el que llega. ¿Cómo irá el 2018 en términos de actividad económica y de empleo? Mi respuesta es que bien, pero con reservas. Veamos por qué y de dónde vienen esas reservas.

Una forma gráfica para analizar la economía es imaginarla como un avión impulsado por tres motores. Un motor principal y dos auxiliares. El motor principal es el sector privado: el consumo de los hogares y la inversión de las empresas. El primer motor auxiliar es el sector público: el consumo en salarios, la compra de bienes y servicios y la inversión de las administraciones públicas. El segundo motor auxiliar es el sector exterior: los ingresos por los bienes y servicios que exportamos, incluido el turismo, menos los gastos por la importación de bienes y servicios desde el exterior. El resultado de esas tres operaciones es la ecuación del PIB.

En el 2017, ese avión ha volado impulsado por un excelente comportamiento del motor principal y del motor exterior. El consumo privado interno ha sido muy dinámico como resultado de dos factores: el aumento del empleo y las favorables condiciones crediticias, tanto del crédito al consumo como del hipotecario. La inversión empresarial ha respondido a este aumento del consumo y al buen comportamiento de las exportaciones

Razones para la autoestima

El sector exterior de nuestra economía es la gran sorpresa de los últimos 15 años. En el conjunto de países europeos, la economía española y, en particular, la catalana es la que mejor ha sabido conservar y diversificar sus mercados de exportación. No solo en bienes y servicios de bajos salarios y reducido valor añadido, como el turismo, sino también en bienes y servicios de elevado valor añadido y de buenos salarios. Hay razones para la autoestima. No todo fue una fiesta durante los años de euforia. Se aprovechó para modernizar muchas empresas y aumentar la productividad, la única base duradera de la competitividad y de los buenos salarios.

Esa velocidad de crucero del 2017 se mantendrá en el 2018. Aunque el consumo privado interno puede debilitarse un poco, el motor del sector exterior mejorará como consecuencia de que en el 2017 todas las economías europeas han vuelto a crecer, y las perspectivas para 2018 son que continuará esa recuperación.

Salarios y Catalunya

¿De donde vienen, entonces, mis reservas? De dos frentes. En primer lugar, de los salarios. En segundo lugar,  de la política catalana.

A pesar de la recuperación de la zona euro, el informe de otoño del 2017 de la Comisión Europea habla de un crecimiento «incompleto» y «atípico». El motivo es que, a diferencia de todas las recuperaciones desde la segunda guerra mundial, no viene acompañada de aumento de los salarios ni de buenos empleos. La precarización de la vida y del futuro de muchos trabajadores, en particular los más jóvenes, y los bajos salarios son los principales riesgos para la continuidad del crecimiento de la zona euro. Y también para la propia democracia liberal de nuestras sociedades.

Pero mi reserva mayor viene de la evolución de la política catalana. Como dije en mi artículo anterior –'La neblina de la incertidumbre política' (17 de noviembre)–, las decisiones rupturistas y unilaterales de septiembre y octubre fueron como una niebla que la política independentista proyectó sobre la economía. Una niebla que impide a los actores económicos ver lo que hay más allá. Ante esta incertidumbre, los hogares reducen el consumo, los ahorradores llevan sus ahorros fuera y las empresas frenan inversiones y desplazan sus sedes.  Los motores de nuestra economía quedan dañados.

El virus de la desconfianza

El independentismo rupturista y unilateral ha inoculado el virus de la desconfianza en la vida económica catalana. Algunos dirigentes independentistas dicen ahora que la huida de empresas no daña el PIB. No entienden que no se trata del PIB, sino del poder económico. Esta desconfianza es el principal riesgo que la niebla política proyecta sobre la capacidad de crecimiento y el progreso social en Catalunya. 

El Parlamento y el nuevo gobierno que se formen a partir del resultado de las elecciones deberían tener desde el primer día como prioridad absoluta despejar de forma rápida y total esa niebla y erradicar de forma radical el virus de la desconfianza. Si lo saben hacer, 2018 podrá ser un buen año.