TEATRO

26 años de lucha contra la infamia

El Espai Lliure presenta al médico que lleva casi tres décadas auxiliando a inmigrantes y refugiados que llegan a Lampedusa

'El metge de Lampedusa', en el Espai Lliure

'El metge de Lampedusa', en el Espai Lliure / PUNT PRODUCCIONS

José Carlos Sorribes

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Hay obras que no solo resultan oportunas: son más que necesarias. Más allá incluso de su intrínseco valor artístico. Se cumple el plazo de dos años del acuerdo de la Unión Europea sobre la acogida de los refugiados que llegaban a las costas de Grecia e Italia. España tenía asignado un cupo de 17.000 personas, de las que ha cubierto apenas 2.000. Clama al cielo, que dice el tópico.

Como lo hace en el Espai Lliure 'El metge de Lampedusa', el monólogo de Xicu Masó sobre la figura del médico de la pequeña isla italiana -entre Túnez y Sicilia-, Pietro Bartolo, ginecólogo de especialidad. Lleva 26 de sus 61 años haciendo su trabajo, cumpliendo el juramento hipocrático de su oficio. Con la ética y valores tan propios de la tradición y civilización europeas que hoy nuestros gobernantes han convertido en una página lamentablemente arrugada del pasado.

Masó explica que descubrió la figura de Bartolo en una entrevista en un diario. Ahí, dice, ya vio condensada toda la rabia de un hombre que guarda en un lápiz digital todos los testimonios, todas la operaciones de salvamento, todas las tragedias, que ha vivido durante esas tres décadas. Y que no le han hecho desfallecer nunca. Porque él habla de nombres, no de números.

LA LEY DEL MAR

A partir de su autobiografía, 'Lágrimas de sal', se ha amasado un gran ejercicio de teatro documental alrededor de una persona (que no personaje, como apunta Miquel Gorriz, el director) que se niega a ser un héroe. Se trata de alguien que desempeña su trabajo y, además, bajo el mandato de la ley del mar, la que dice a los pescadores que deben auxiliar a quien pueda perecer ahogado en el mar. Aunque vaya en contra de modernas leyes absurdas e inhumanas.

El mérito de 'El metge de Lampedusa' está en su equilibrio. Este monólogo sobre el infame drama de la inmigración, que sigue día tras día en el Mare Mortum, oscila entre la imprescindible apelación a nuestra conciencia y la dimensión humana. Por igual se habla de la mafia de los traficantes, de la inacción occidental y de los niños que llegan a las costas tras una travesía infernal que de la vida más personal del médico. Es la solución para dar mayor vuelo a una propuesta que huye del artificio.

Apenas una eficaz ruptura de la cuarta pared y la dirección de Gorriz deja todo el peso en Masó. El actor despliega un ejercicio desnudo, que parece sencillo pero no lo es. Se quita todas las capas interpretativas y su naturalidad nos lleva de la mano a viajar hasta la consulta de Lampedusa.

Lo hacemos también a través de algunas proyecciones -pocas (casi innecesarias) con las víctimas- y del recuerdo del documental 'Fuocoammare' (2016), de Gianfranco Rosi, Oso de Oro en el festival de Berlín.

'El metge de Lampedusa' también merece otro premio: llegar al mayor público posible. Y mejor cuanto más joven sea. 

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