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'Western', el salvaje oeste está en Europa

La película de Valeska Grisebach habla del asunto esencial del género: la búsqueda imposible de una vida sencilla

Crítica de cine: 'Western', el salvaje oeste está en Europa

Crítica de cine: 'Western', el salvaje oeste está en Europa / periodico

Nando Salvà

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Igual que el mero hecho de incluir caballos y rifles y grandes vistas no convierte una película en un wéstern, estar ambientada en Bulgaria no necesariamente la incapacita para serlo. Y, además de su título, el magistral nuevo trabajo de Valeska Grisebach posee varios elementos narrativos que la conectan inconfundiblemente con el más americano de los géneros: un llanero solitario enamorado de un corcel blanco que trata de huir de una vida de trauma y violencia, un grupo de insensibles colonizadores y otro de nativos resistentes, y un paisaje salvaje destinado a ser domesticado. 

La Europa actual, eso sí, no es el Lejano Oeste. Las fronteras y los intercambios culturales y socioeconómicos son más complejos; el imperialismo aparece disfrazado de apoyo infraestructural; la ilusión de unidad transnacional pretende -en vano- tapar viejos prejuicios y opresiones sistémicas.  

'Western' transcurre en la frontera búlgara con Grecia, donde un grupo de obreros alemanes trabajan en la instalación de una planta hidráulica. Los lugareños ven con desconfianza la llegada de estos forasteros, que en su mayoría derrochan brusquedad y un arrogante aire de superioridad.

La excepción es Meinhard, un tipo grave y circunspecto de rostro esculpido en granito que opta por confraternizar con la población local. No tarda en sentirse como un extranjero entre sus compatriotas y en sentir que aquel pueblo, quizás, está llamado a ser su hogar.

Mientras eso sucede, la atmósfera que envuelve a ambos grupos se hace cada vez más irrespirable, en buena medida intoxicada por la inseguridad, la inmadurez y el ego consustanciales a la masculinidad. Cada nueva interacción entre unos y otros hace que las fuentes potenciales de conflicto se multipliquen, y cualquiera de ellas podría estallar de inmediato. En una película del oeste al uso sin duda lo harían. Pero 'Western' es otra cosa.

ANHELO DE PERTENENCIA

A las tensiones, además, contribuyen sin duda los problemas de comunicación verbal y las diferencias culturales, lo mismo que en última instancia lleva a Meinhard a idealizar la vida rural y a interpretar dinámicas interpersonales complicadas de forma simplista. Después de todo, él es víctima del mismo tipo de anhelo -de conexión, de compañía y de un lugar al que pertenecer- que azota a tantos 'cowboys' de película aunque ellos jamás se atrevan a reconocerlo.

Al final, lo que convierte 'Western' en un wéstern -y en uno de los mejores de los últimos años- no es que incluya caballos blancos y sombreros negros, sino que habla del asunto esencial del género: la búsqueda imposible de una vida sencilla. 

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