LOS RESTAURANTES DE PAU ARENÓS
7 Portes: 100.000 paellas
Pau Arenós
Coordinador del canal Cata Mayor
Periodista y escritor, con 17 libros publicados, entre ellos, novelas y cuentos, y media docena de premios, como el Nacional de Gastronomía. Ha estado al cargo de las revistas 'Dominical' y 'On Barcelona' y ha dirigido series de vídeorecetas y 'vídeopodcast'. Entre las últimas publicaciones, 'Nadar con atunes y otras aventuras gastronómicas que no siempre salen bien' y el recetario 'Cocina en casa'.
100.000 raciones de paella al año.
Restriégate los ojos. Ríete con nerviosismo.
Es la cifra que da Paco Solé Parellada, dueño del 7 Portes que compró Paco Parellada, abuelo con bigotito y cabeza contundente, maciza, fondista a la antigua.
Paco Solé Parellada, el nieto, es catedrático de economía, así que si dice 100.000 no tienes más que abrir la boca y lamentar la suerte aciaga del equipo de cocina. Es la esclavitud del arroz Parellada.
Lo que me atrajo hasta el 7 Portes fue ese plato barcelonés –uno de los pocos en el blasón de la ciudad– y los 175 años (1836-2011) de la casa, abierta cuando Darwin regresó a Inglaterra con el mensaje evolucionista.
Si esto fuese París, si fuéramos franceses, si el pisapapeles de la Torre Eiffel fuese el 'tortell' de la Sagrada Família, los ciudadanos irían a celebrar al 7 Portes, a recorrer los salones, a buscar la silla de John Wayne y el hambre asustado de Berlanga, que pese a ser valenciano sentía un aprecio discreto por la gramínea.
Viajamos a París y exclamamos suavemente histéricos «oh, Benoît; oh, Le Grand Véfour».
¿Y el 7 Portes, los azulejos azules, la madera oscura, los espejos en los que se refleja esa mezcla de turistas informados y asiduos a los que los camareros conocen por su nombre?
¿Y los canelones de la señora Carmen y la zarzuela, que con langosta es ópera? Todo es venerable, si bien es una respetabilidad que no pesa, que agrada y envuelve.
Con ánimo celebratorio y centenario me conformé con el vino de la casa, un Penedès de Mont Marçal al que el diseñador Milton Glaser ha pegado la etiqueta de los 175 años.
Se avino el 'maître' a un pica-pica: mejillones, langostinos notables, canaíllas, coca con jamón y anchoas, croqueta, buñuelo de bacalao enorme y poroso, ensaladilla rusa ni-fu-ni-fa y calamares a la romana.
«Ese calamar es lo que más me gusta», se entusiasma Paco Solé, «y ese es el problema: si eliges algo, dejas de comer lo demás».
Pensé en domingos, pensé en comuniones, pensé en porrones y familias felices.
¿Pegas? El pan y la copa de vino, como la ensaladilla, ni fu ni fa. Y alegrías, la servilleta enorme, sábana santa en comparación a las anoréxicas de papel.
Al fin, la paella Parellada, 'arròs pelat, arròs del senyore't, concesión del camarero Jaume Carabellido al dandi Juli Parellada en el Café Suizo, fundado el 1861.
Para que el millonario, después en la ruina, comiera sin esfuerzo, las carnes y los crustáceos aparecían sin hueso ni cáscara. Pasó después al 7 Portes como un sarampión, enfermedad con granos.
Y Parellada & Parellada se encontraron sin ser familia.
Estaba riquísima con todo lo que tenía que estar y lo que no tenía que estar.
175 años. 300 raciones de paella al día. 100 personas trabajando. Abierto durante 12 horas, de las 13.00 a la 1.00.
Me quito el sombrero que no llevo.
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