Actriz, protagoniza 'La vida es sueño¿ en el Teatre Lliure

«Segismundo es todo un atlas del alma humana»

Blanca Portillo, ayer en Barcelona. «Es un sueño estrenarme en el Lliure».

Blanca Portillo, ayer en Barcelona. «Es un sueño estrenarme en el Lliure».

IMMA FERNÁNDEZ
BARCELONA

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Es un inmenso Segismundo (por el que aspira al Premio Max), en el montaje de la Compañía Nacional de Teatro Clásico que dirige Helena Pimenta. El clásico de Pedro Calderón de la Barca recala en el Teatre Lliure hasta el 17 de marzo.

-¿Ha cumplido un sueño al poder interpretar a Segismundo?

-Es uno de los grandes personajes de la historia: un atlas del alma humana. Habla de la capacidad de destruir y construir, de analizar la vida, de la honestidad... Tiene todo lo que cualquier ser humano lleva dentro.

-Ha sido Hamlet, juez, fraile... ¿Le han visto el lado masculino?

-Yo juego a construir seres humanos. Más allá de su aspecto, de su género, me gusta averiguar qué tipo de ser humano se esconde. Me siento cómoda con Segismundo porque le entiendo, que es lo que debe hacer una actriz. Además, con él no pongo en juego mi lado masculino.

-¿Por qué?

-No es un prototipo de hombre. Ha vivido aislado de la sociedad, no tiene el rol masculino incorporado, pero maneja el odio, la ternura... Eso lo tenemos todos. No manejo mi lado masculino, manejo mis emociones.

-¿Qué le ha aportado al personaje por su condición de mujer?

-Las mujeres exteriorizamos más las emociones, y al ser la directora y yo mujeres, hemos abierto ese aspecto. Segismundo no tiene pudor en mostrar sus emociones, su ternura, y quizá a un actor solo por su rol diario de hombre le cuesta más.

-¿El reto era lograr que el público se olvide de que es una mujer?

-Creo que lo hemos conseguido. La gente habla de lo que ha sentido y no me dice: ¡qué bien haces de hombre! Deseo que valoren mi trabajo. Hay quien no se da cuenta y luego en el bar pregunta dónde está el muchacho que hace de Segismundo.

-Usted ha abierto la puerta a que las actrices encarnen a los grandes personajes masculinos.

-En el teatro clásico los personajes más grandes son masculinos. A ver si se abre la veda, pero a todos. Sería estupendo que un actor acabara sus estudios y pudiera decir: «Voy a hacer de Rosaura».

-Dice que Calderón está a la altura de Shakespeare.

-Segismundo a veces supera a Hamlet, su vida es infinitamente más interesante: un muchacho encarcelado al que liberan 30 años después. Su vida y su evolución son bestiales.

-Evoluciona hacia el bien. «Es una lección para cualquier gobernante», afirma. ¿Qué deberían aprender?

-Él se da cuenta de que cuando los destinos de otras personas dependen de ti, debes anteponer las necesidades de los otros a las tuyas. Si no, vete. La obra es un poco como la historia de Darth Vader con su hijo. El lado luminoso de la fuerza o el oscuro. Ambos son potentes y atractivos. El padre de Segismundo elige el lado oscuro y su hijo, el luminoso.

-¿Hay muchos tiranos en su oficio?

-El oficio es bastante tirano ya. Es muy exigente, muy expuesto y sacrificado. Pero es un tirano amoroso que nos devuelve cosas bonitas.

-¿Y vanidosos?

-Sí, hay muchos. Como se dice en Las amistades peligrosas, vanidad y felicidad son incompatibles. Yo quiero ser feliz. Ese es mi trabajo diario. Y hay mucha gente que se deja seducir por la vanidad, en todas las profesiones, pero en esta es un caramelazo.

-¿Usted se siente libre?

-Quiero pensar que sí. Cuando me miro en el espejo por la noche me siento bien conmigo misma porque elijo y trato de no dañar ni dañarme. Ahí radica la esencia de la libertad.

-¿No se sintió libre en el festival del Teatro de Mérida, que abandonó un año después de asumir la dirección?

-No. Cuando no puedes ser como eres y se miente, me voy. No mentir es una de las normas de mi vida. Tratar de no mentir y no mentirme.

-En la obra hay muchos paralelismos actuales: vivimos un sueño de bienestar del que algunos se han despertado trágicamente.

-De eso habla la función. Todo cambia, desde que cierre una frutería a que se muera mi madre. Se trata de ser muy consciente del aquí y ahora, de vivir al máximo el presente, y eso no nos lo enseñan en los colegios.

-¿Su destino era ser actriz?

-De niña nunca quise ser actriz. Era dicharachera y el que fuéramos ocho hermanos y tuviéramos recursos escasos y pocos juguetes hacía que inventáramos juegos y personajes. Fue un caldo de cultivo, aunque soy la única actriz. A los 17 me metí en un grupo de teatro por unos amigos y me dije: «Esto es lo que quiero».

-¿Qué quería ser antes?

-Relaciones públicas. Siempre he sido lectora compulsiva, para vivir otros mundos, y me gusta el contacto con la gente. Quería contar cosas y estar con gente.

-¿Qué sueños, proyectos, tiene?

-Volveré a hacer teatro con Tomaz Pandur, quiero dirigir una obra y hacer una serie cómica.

-¿Cuándo fue la última vez que dijo, fuera de escena: «¡Ah mísera de mí. Ah, infeliz!»?

-Anteayer. Hay cosas que nos hacen sentir así, pero al pensar en las razones de Segismundo para decirlo, pienso que hay gente mucho peor. Todos nos sentimos infelices en algún momento.