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Ya solo queda Palmer

Emerson, Lake and Palmer en 1972,

Emerson, Lake and Palmer en 1972, / periodico

RAMÓN DE ESPAÑA

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 Entre finales de los sesenta y principios de los setenta, los principales representantes del llamado rock sinfónico gozaron del favor de público y crítica, pero las cosas empezaron a cambiar con el advenimiento del glam rock de Bowie Roxy Music y se pusieron francamente peliagudas con el punk de los Pistols y los Clash, hasta el punto de que, a finales de los años setenta, el rock sinfónico era lo más denostado del universo pop y nadie quería oír hablar de él ni reconocer que en algún momento le había podido parecer interesante. Lo pensé hace nueve meses, cuando murió el teclista Keith Emerson, y lo he vuelto a pensar ahora, con el fallecimiento del bajista y cantante Greg Lake (quiero creer que el baterista Carl Palmer disfruta de una salud de hierro), tal vez porque el trío Emerson, Lake & Palmer pagó todos los platos rotos de una época que compartió con gente muchísimo más nociva (pienso en Yes y, sobre todo, en los discos en solitario del temible Rick Wakeman).

Emerson, Lake & Palmer pasaron velozmente de ser lo más aplaudido a ser una especie de chiste malo que nadie reconocía haber encontrado gracioso alguna vez. Sí, eran pretenciosos y dados al gigantismo, pero tenían un directo impresionante para la época –yo los vi en la Barcelona de 1974-, su cuarto disco, 'Trilogy', recuerdo haberlo disfrutado bastante, y por lo menos una de sus canciones me sigue pareciendo una obra maestra: me refiero a 'Lucky man', una balada de las de voz y guitarra acústica, compuesta por el recién desaparecido señor Lake, en la que de repente se insertaba un solo de sintetizador a cargo del también difunto Emerson que la convertía en un híbrido fascinante de instrumentos convencionales y electrónicos.

 Greg Lake nunca supo labrarse una carrera personal, pero no hay nada malo en aportar tu talento a un grupo. Lo hizo con King Crimson, primero, y con Emerson, Lake & Palmer, después, aunque no debió de ser lo mismo tener de jefe a Robert Fripp, un intelectual del pop, que a Keith Emerson, al que le perdían los excesos circenses del medio y siempre llevó al grupo en la dirección más auto paródica posible. Greg Lake podría haber sido un interesante cantautor si hubiese sabido componer más canciones como 'Lucky man', perla de la corona de esos Emerson, Lake & Palmer que no eran tan buenos cuando se les aplaudía ni tan malos cuando se les denigraba.

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