La mirada al exterior

«Mi pueblo desprecia el rencor»

Asghar Farhadi reivindica la cultura iraní frente a la «dialéctica de guerra»

El director iraní Asghar Farhadi, con la estatuilla del Oscar a la mejor película de habla no inglesa.

El director iraní Asghar Farhadi, con la estatuilla del Oscar a la mejor película de habla no inglesa.

JULIÁN GARCÍA
BARCELONA

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En otoño del 2010, el director iraní Asghar Farhadi (Isfahan, 1972) tuvo que detener durante dos semanas el rodaje de Nader y Simin, una separación. El cineasta había mostrado su apoyo a su colega Jafar Panahi, encarcelado por su oposición al régimen de Teherán, y no pudo reemprender la producción del filme hasta que hubo pedido las necesarias disculpas oficiales. En un contexto donde no es fácil desplegar las alas de la libertad creativa, resulta admirable la capacidad de Farhadi para haber enhebrado, regateando sutilmente la guadaña de la censura, una película comprometida como Nader y Simin, una separación: magistral acercamiento a las contradicciones de la sociedad iraní actual (las diferencias de clase, la tiranía patriarcal, el yugo religioso) a partir de una drama familiar y un accidente doméstico.

Farhadi ofreció el Oscar a la mejor película de habla no inglesa al «pueblo de mi país», en un emotivo discurso en el que reivindicó la «gloriosa cultura, rica y ancestral» de Irán en unos difíciles tiempos de «dialéctica de guerra en el que los políticos intercambian intimidaciones y agresiones». Fue un discurso corto, de palabras medidas, pero cargado de intensidad. «Mi pueblo respeta todas las culturas y civilizaciones, y desprecia la hostilidad y el rencor», sentenció Farhadi, mientras los medios oficiales de Teherán daban rienda suelta al orgullo nacional ante el primer Oscar que conquista su cinematografía: «Farhadi ha subrayado el carácter único de la cultura y la civilización iraní», destacó la televisión pública. «La bandera iraní flota sobre los Estados Unidos», enfatizó la agencia Isna.

PREMIOS / Quinta película de Farhadi, Nader y Simín, una separación es un sorprendente examen del Irán de Ahmadineyad. Tomando como punto de partida el proceso de divorcio de una pareja más o menos acomodada, el director describe también la fractura entre una clase media con aspiraciones similares a las de las sociedades occidentales y una clase popular bajo el peso de la religión. Pero más allá de la radiografía social, el filme es un magnífico tratado sobre temas como la mentira, el honor, la justicia o los valores que los padres transmiten a los hijo, hilvanado con absorbente precisión matemática. Antes del Oscar, la película ya había conquistado el Oso de Oro en Berlín y el Globo de Oro al mejor trabajo extranjero.