CRÓNICA DE FESTIVAL
Primavera Club, la gran invasión urbana
El festival con sede principal en Apolo acogió dosis de R&B, noise-rap y grime en su segunda jornada
Juan Manuel Freire
Periodista
Periodista y crítico cultural.
Juan Manuel Freire
La segunda jornada del Primavera Club 2018 empezó, en la sala grande de Apolo, con pop muy blanco: el de Halo Maud, artista francesa que combina influencias ye-yé y sonidos electrónicos. En directo, el material del disco 'Je suis une île' pierde, a veces, algo de sutileza y contención para ganar en efectismo. Pero Maud Nadal (ese es su verdadero nombre) es artista a tener en cuenta.
A continuación y ya en La [2], Okay Kaya empezó a introducir rastros de R&B en una jornada a mayor gloria de las músicas urbanas y negras. La modelo y actriz (la vimos en 'Thelma') mostró más simpatía que convicción y algunas de sus canciones, sobre todo en el apartado lírico, mejorarían con alguna sincera opinión externa.
Para R&B depurado, cuidado, reivindicable, el de Kadhja Bonet. Es una artista polivalente (toca varios instrumentos, se produce y mezcla ella misma), pero anoche prefirió concentrarse en la voz y dejar la parte instrumental a una banda tan elegante que podría acompañar a Sade. Difícil destacar una o unas pocas canciones: 'Another time lover', 'The visitor' o 'Mother maybe' confirmaron su potencial como futuros clásicos, y la versión de uno ya establecido, 'Never can say goodbye', sonó con una fragilidad muy personal.
Serpentwithfeet, menos visceral
También íntimo, aunque, por desgracia, menos visceral de lo esperado (trajo mucho pregrabado), estuvo el artista R&B/góspel serpentwithfeet, en constante alternancia entre pasajes delicados al piano (como 'fragrant', muy Nina Simone) y asaltos electrónicos (como la recibida con revuelo 'mourning song').
Rompiendo un poco la tónica estilística de la noche, Hop Along recordaron las virtudes de las guitarras distorsionadas. Sin aburrir jamás, porque recordaron todas sus épocas: sus inicios emo ('Tibetan pop stars'), su fase más canónicamente indie rock ('Waitress') o su reciente apuesta por los impulsos pop y las florituras sintéticas new wave ('How simple' y 'Somewhere a judge' animaron la noche con vitalidad e imaginación).
Ya pasada la madrugada, uno podía escoger entre la verbena electrónica de Esteban y Manuel, que tras un inicio accidentado pusieron Apolo patas arriba, o el rap ruidoso y el grime de, respectivamente, JPEGMAFIA y Slowthai. El primero sudó e hizo sudar con sus versos virulentos sobre bases chirriantes, algunas de ellas, a cargo de Kenny Beats, todavía inéditas. El segundo todavía tiene que acabar de solidificar su club de fans: en su primer intento de 'crowdsurfing', no llegó demasiado lejos.
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