Tenía 66 años

El maestro Paco de Lucía muere en México de un infarto

El gran revolucionario del flamenco abanderó la difusión de un jondo tan abierto de miras como hambriento de perfección

NÚRIA MARTORELL / Barcelona

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El genio de las seis cuerdas, el maestro absoluto del flamenco, el guitarrista Paco de Lucía (Algeciras, 1947) ha muerto este miércoles en Cancún (México), de un infarto, a los 66 años. Francisco Sánchez Gómez (su nombre real), se encontraba en la playa con sus hijos cuando se empezó a encontrar mal. Fue trasladado a un centro sanitario, pero ya nada pudo hacerse por su vida. El ayuntamiento de Algeciras ha declarado tres días de luto y está colaborando para agilizar la repatriación del cuerpo. 

La familia de Paco de Lucía ha enviado un comunicado en el que manifiesta: "El dolor ya tiene fecha para nuestra familia. Anoche se nos fue el padre, el hermano, el tío, el amigo y se nos fue el genio Paco de Lucía. No hay consuelo para los que le queremos y le conocemos pero sabemos que para los que le quieren sin conocerle tampoco. Por eso, queremos compartir con todos ustedes un abrazo y una lágrima pero también nuestra convicción de que Paco vivió como quiso y murió jugando con sus hijos al lado del mar", continúa el escrito.

Las palabras de sus allegados finalizan con una emotiva frase: "La vida nos lo prestó unos maravillosos años en los que llenó este mundo de belleza y ahora se lo lleva. Gracias por tanto... y buen viaje amado nuestro".

Buscando nuevos horizontes

Toda la variedad de matices de la que es capaz la música se hallaba en sus ágiles e inspirados dedos. Y en su mente. "Siempre busco algo nuevo que decir, la sorpresa, huir de los lugares comunes. Pero admito que la destreza de los dedos es atractiva. A veces la utilizo para lograr un aplauso seguro", aseguró a este diario cuando recibió el Premio Príncipe de Asturias de las Artes, en el 2004.

El tocaor abanderó la revolución y la difusión del flamenco. Y nunca se daba por satisfecho. "Cuando el estímulo para tocar es el hambre, es más fácil. Pero cuando es ser el mejor, te vuelves insaciable. Y más si eres tan exigente como yo", explicó en otra ocasión desde su paradisíaco retiro en Yucatán. El guitarrista contó una anécdota que certifica su "enfermizo" afán perfeccionista: "Una vez escuché en el coche una alegría y pensé 'qué bien toca este tío', pero cuando me reconocí, empecé a verle todos los defectos".

Una rumba en las discotecas

Su pieza más célebrada fue la mítica 'Entre dos aguas'. "Ponían esta rumba en las discotecas. Fue demasiado para lo que tenía previsto que iba a ser mi vida". El tocaor aguantó mucho tiempo la vorágine del éxito, pero un día decidió afincarse en esas playas en las que lograba perderse en el remanso del anonimato. Allí se dedica a la pesca submarina y la jardinería. Y a crear.

En la biografía de De Lucía, firmada por José Manuel Gamboa y Faustino Nuñez, se rescata un episodio tan impactante como olvidado del artista. Corría el año 76. En televisión, Jesús Quintero le preguntó qué mano es más importante para tocar. "Paco contestó: la izquierda es la que busca, la inteligente, y la derecha, la que ejecuta". Sus palabras se interpretaron en clave política. A los pocos días, en la Gran Vía madrileña, "un grupo de ultraderecha le pisoteó los dedos". No se los destrozaron porque unos desconocidos pararon la agresión.

Hasta entonces, todo los ataques que recibía procedían de "los talibanes flamencólogos", recuerda Muñoz. Unos puristas que se escandalizaban con sus continuas osadías. La primera: cambiar la posición de la guitarra. "Cuando actué en el teatro de la Zarzuela con la pierna cruzada dijeron que no tenía vergüenza -explicó De Lucía-. Desde el principio vi que el flamenco podía tener un lenguaje mucho más amplio que esas 10 palabras, siempre que se mantuviera la esencia".

La concepción del toque cambiaba cada vez que sacaba un disco. Cuando sus discípulos asimilaban sus enseñanzas, le daba una nueva vuelta de tuerca a su creatividad. Dialogó con la música brasileña, la clásica de Falla, Rodrigo y Albéniz, el jazz de Pedro Iturralde, Chick Corea, John McLaughlin, Al Di Meola y Larry Coryell. Si supiera solfeo habría escrito sinfonías. Seguro.

Introdujo el cajón peruano

"Con John McLauglin llegué a creerme Dios. Fue quien me reveló que con la técnica de las escalas podía abordar más acordes", reconoció el tocaor que introdujo el bajo, los bongos, el saxo y el cajón peruano en el jondo. "Requiere más esfuerzo un silencio bien puesto que una escala vertiginosa", añadió un músico sin el cual no se entendería el flamenco de hoy. Ni el de mañana.

Paco de Lucía nació en la localidad gaditana de Algeciras el 21 de diciembre de 1947. El algecireño más universal recibió numerosos premios a lo largo de su carrera, entre otros el Premio Nacional de Guitarra de Arte Flamenco, la Medalla de Oro al Mérito en las Bellas Artes (1992), la Distinción Honorífica de los Premios de la Música (2002) y el ya citado Premio Príncipe de Asturias de las Artes (2004).

El guitarrista fue también Doctor Honoris Causa por la Universidad de Cádiz y por el Berklee College of Music, distinción concedida en mayo de 2010.

El encuentro con Camarón

Tanto su madre, Lucía Gomes La Portuguesa, como su padre, Antonio Sánchez, fueron una fuente decisiva en su vocación. De su padre y de su hermano Ramón recibió las primeras clases de guitarra. El sobrenombre De Lucía quedó ligado a él durante su niñez. En su barrio había muchos Pacos y para identificarlos se añadía el nombre de la madre. En aquella década de 1950, ese pequeño Paco, "el de Lucía", ya empezaba a rasgar las cuerdas.

A finales de los años 60 conoció a Camarón de la Isla, la columna vertebral del cante jondo de la segunda mitad del siglo XX. De esa mítica unión no pudo nacer más que pura magia. Grabaron diez discos entre 1968 y 1977. Después, juntos y por separado, fueron precursores de un flamenco más popular y mestizo entrando en el terreno del pop, el jazz, la salsa o la bossa nova.

Del genial disco Friday night in San Francisco (1981) que Paco de Lucía grabó junto a John McLaughlin Al Di Meola se han vendido más de un millón de copias, una cifra inimaginable para un artista flamenco. Su talento no conocía límites. Y disfrutaba juntándose con otros grandes.

El pianista Dorantes glosa así de poético su muerte: "Se ha ido un revolucionario. Un maestro de maestros. Se fue entre encajes de agua y cúmulo de arenas, donde solo él se eterniza. Maestro Paco, quisiste abrir de tu alma las puertas y dejar salir a un horizonte oxidado mil pasiones nuevas".