EXPOSICIÓN

Miserachs, BCN y sus gentes

Varios aspectos de la exposición 'Miserachs Barcelona' en el Macba, donde los habitantes de la ciudad del pasado parecen mezclarse con los visitantes del presente.

Varios aspectos de la exposición 'Miserachs Barcelona' en el Macba, donde los habitantes de la ciudad del pasado parecen mezclarse con los visitantes del presente.

ANNA ABELLA / BARCELONA

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Un recorrido que propone un viaje emocional y en el tiempo a la Barcelona en blanco y negro de los años 60 donde el espectador puede fundirse y pasear al lado de los personajes anónimos que la privilegiada lente de Xavier Miserachs (1937-1998) inmortalizó en sus calles hace medio siglo y que caracterizaron su obra. Deberá cambiar el chip quien esperara en el Macba una retrospectiva o una ambiciosa antología con la clásica exposición de fotografías enmarcadas y colgadas nacidas gracias a la cesión de todo el archivo Miserachs al museo en el 2011, por parte de las herederas del fotógrafo, sus hijas Mar y Arena. Comisariada por Horacio Fernández, que ha trabajado con los arquitectos Víctor Navarro y María Langarita y los diseñadores Ramón Pez y Laia Abril, Miserachs Barcelona, que podrá visitarse hasta el 27 de marzo, es una exposición nada convencional, singular y con voluntad contemporánea que ha sorprendido hasta a la propia familia del artista (en la presentación, este jueves, estaban presentes su hermana Toni y su hija Arena), de la que el comisario destacó su valentía, quizá porque se esperaba algo más tradicional en lugar de grandes murales, ampliaciones recortadas o proyecciones de personajes silueteados.

Sugerencia de la familia ha sido por ejemplo que la exposición ofrezca dos libros-catálogo paralelos, editados por RM. Al de mirada más contemporánea, que propone un juego creativo con las fotografías, las herederas quisieron sumarle un volumen de lectura clásica.

La muestra, cuyo eje es el fotolibro Barcelona, blanco y negroobra maestra de Miserachs, que publicó en 1964, tendrá sin embargo un esperado complemento excepcional en una sala contigua, aunque como anunció el gerente del Macba, Joan Abellà, habrá que esperar al 12 de noviembre. Será la fecha de la presentación al público de todo el fondo del artista, junto a la explicación del trabajo de inventario, digitalización y catalogación realizado por el museo después de que la familia decidiera depositarlo en el centro por 25 años renovables. El archivo está formado por unos 60.000 negativos, 20.000 transparencias, 2.500 hojas de contacto, correspondencia y otros documentos de su trayectoria profesional (1954-1998).

DETALLE HUMANO Y SIMPÁTICO

En la antesala de Miserachs Barcelona, un mural de panorámicas de la ciudad cambiante, del puerto al Tibidabo, prepara al visitante para entrar en la primera sala como si lo hiciera desde las afueras. A partir de ahí los ciudadanos son los protagonistas. «Miserachs era muy empático con la gente, se acercaba a ella, sentía simpatía por sus modelos, ya fueran un urbano o un sereno. Esta foto del niño con mocos y el tirachinas -señala el comisario-, no es despreciativa. Y siempre hay algún detalle humano y simpático». Como el beso de despedida que le da un novio a su chica desde la vespa cuando la deja a la entrada de la fábrica o el gesto de movimiento que refleja en una niña que cusca la mirada del fotógrafo sorteando a un transeúnte.

Son imágenes murales que se enfrentan unas con otras, como la de una elegante señora vestida de Chanel y con bolso de cocodrilo, que anda por una solitaria Diagonal, y que se contrapone a la de gente trabajadora cruzando un puente sobre la vía del tren o a la cercana de una familia inmigrante recién llegada a la ciudad acarreando enormes maletas.

«Queríamos mostrar la vitalidad que ya tenían sus imágenes en el fotolibro, donde mostraba una representación viva de la ciudad -continúa Fernández-. Miserachs hacía recorridos emocionales por Barcelona, la suya es la fotografía callejera, habitual en la época, que buscaba experiencias y emociones en modelos hallados al azar. Él decía 'mis fotos no tienen tema, su lectura corresponde al espectador'». Y eso mismo propone la exposición, «lecturas abiertas y nuevas sobre Miserachs y sobre Barcelona», recalca el comisario, que se declara «enemigo de las retrospectivas», porque «parecen entierros que condenan al autor a que su trabajo no vuelva a verse en años», y que defiende su propuesta porque «posibilita nuevas exposiciones de otros aspectos de su obra», además de atraer a un público más amplio y popular, distinto del más académico y más interesado por la próxima presentación del archivo completo.

Tras los murales, el visitante, como si andara por una calle, entra en los barrios, donde crece el peso de las personas, y se mete casi dentro de las fotos, de las que se solapan algunos detalles creando una sensación tridimensional, viendo por ejemplo cómo en unos bajos se juega al billar. La penúltima sala es la que ofrece una lectura más contemporánea, con el símil de una plaza y un audiovisual donde van apareciendo y desapareciendo, silueteadas, las gentes que Miserachs retrató, desde los marineros al barbero, la pareja que baila, el urbano o el lector que lee el periódico sentado en un sidecar. «Es similar a una película de encuentros de personas de todas las edades y clases sociales, muestra de la pluralidad de sus fotos y de los habitantes de Barcelona. Hemos sacado a los personajes de las fotos como si estuvieran vivos porque él hacía vivir las fotos». Dos paredes de espejo crean además «una metáfora del salto temporal mezclándolos con los espectadores de hoy».

Cierra la muestra un vídeo que visualiza página a página el fotolibro Barcelona, blanco y negro Barcelona, blanco y negro(Aymà Editores), su gran obra y de la que bebe la exposición, con textos de Josep Maria Espinàs, prólogo de Pere IV y diseño de Ràfols Casamada, que hay que buscar ya en librerías de viejo. No hay que olvidar, recuerda su hermana Toni, «que aquellas fotos las hizo con apenas 25 años y logró con 27 que le publicaran el libro».