ENTREVISTA CON LA Directora de 'Hannah Arendt'

Margarethe Von Trotta: "Hay que pensar sin barandillas y a solas"

ELENA HEVIA
BARCELONA

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Cuando a la veterana Margarethe Von Trotta (Berlín, 1942), la realizadora de aquel combativo Nuevo Cine Alemán de los 60, le propusieron hacer una película sobre la filósofa alemana de origen judío Hannah Arendt, solo pensó en los contras: complejidad del proyecto, su propio miedo ante el material, el público desertando de la salas... «No, por Dios», clamó. Pero se equivocó. Encontró un hilo para explicar cómo la filosofía sirve para pensar la vida: se centró en el proceso en Jerusalén contra el nazi Eichmann del que Arendt fue testigo. La filósofa y discípula de Heidegger lo relató en un conjunto de reportajes que publicó enThe New Yorkery su polémica conclusión, una bomba dialéctica, no gustó a muchos. Incapaz de pensar por sí mismo, Eichmann no solo obedeció órdenes, también acató la ley. Nacía el concepto de la banalidad del mal.Hannah Arendt se estrenó ayer en España.

-El de Hannah Arendt es un material delicado. ¿Usted ha tenido que ganar en experiencia para abordarlo?

-Es verdad, hoy la comprendo mejor y no solo porque me faltaba la experiencia, sino porque la gente de izquierdas, entre los que me contaba, no le perdonábamos a Hannah Arendt que hubiera escritoLos orígenes del totalitarismoen el que equiparaba fascismo y comunismo.

-¿Cómo plasmar el pensamiento en imágenes?

-Básicamente, ese era el reto. Quise que el espectador se diera cuenta de quién era Eichmann mostrando los documentales originales en blanco y negro del juicio.

-Un actor no lo hubiera hecho mejor.

-Era necesario que se pudiera ver sin interferencias qué clase de persona, o más bien dicho, qué clase de anti-persona era.

-Defender esas ideas llevó a Arendt a ser odiada por muchos sionistas, entre ellos algunos de sus amigos. Todos la acusaban de ser una mujer altiva, pero usted se empeña en destacar su calidez.

-Conocí a la que fue su amiga y secretaria, Lotte Köhler, y me dijo que ella era un genio para las relaciones personales, pero que como filósofa se reprimió, decidió no incorporar sus sentimientos a su pensamiento. Estoy convencida de que si hubiera sido hombre no le hubieran reprochado su supuesta arrogancia y su falta de empatía.

-Otra de las patatas calientes del filme fue la constatación de la responsabilidad de algunos judíos en el Holocausto. ¿Cómo fue recibida la película en Israel?

-Todo lo que viví allí fue positivo. Pudo verse en la Filmoteca de Jerusalén y hemos tenido coproducción y subvención israelí. Ahora bien, cuando se estrenó, dos mujeres mayores se acercaron a mí y me dijeron que siempre habían odiado a Hannah Arendt y que después de ver la película, la odiaban aún más. Siempre habrá alguien inamovible a quien no puedas convencer.

-En el cartel de la película se dice que las ideas de Arendt cambiaron el mundo. Pero la gente, lejos de un pensamiento original, sigue dejándose llevar por el grupo.

-Esa frase es de la distribuidora, no mía. Yo no creo que las ideas (o una película) puedan transformar nada. Pero sí creo que deberíamos pensar sin barandillas y a solas, como hacía ella.

-Quizá ahora, atenazados por la crisis y con tantas incertezas, esa idea tenga futuro.

-Me gusta pensar que el éxito de mi película en Francia y en Alemania es una señal de que la gente ha comprendido que no debe dejarse llevar por los políticos, los bancos y los inversores, sino que deben ser capaces de reflexionar por sí mismos. Pueden no conseguir lo que se proponen pero es importante conocer qué cosas son necesarias.