TEATRO

Joan Pera, un avaro en plena forma

El actor se gana a la platea del Goya en un elegante montaje de Josep Maria Mestres del clásico de Molière

L'avar

L'avar / periodico

IMMA FERNÁNDEZ / BARCELONA

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Cuenta Joan Pera que trasladar el "'joganer'" que le sobreviene cuando se sube a un escenario a un gran clásico fue el mayor reto a la hora de enfrentarse a Harpagon, el mezquino avaro de Molière que da título a la obra estrenada en el Teatre Goya. Ciertamente, conforme avanza la función, asoman algunos de los inconfundibles ticks del ‘joganer’, recibidos por la platea con gran complicidad y devoción. El resultado es un despótico personaje que Pera barniza con una pátina de ternura y comicidad que acaba disparando más empatía que odio. El actor se gana al personal, como siempre, en un espectáculo diseñado para atrapar a todos los públicos. Cae simpático el tipejo de Harpagon, pese a atesorar, amplificadas hasta el ridículo, las taras humanas que el genial dramaturgo francés denuncia en su sátira. Taras, usos y abusos de una época que, 350 años después, continúan. El poder y la codicia del dinero, a la enésima potencia.

Pera –67 años y una carrera sin descanso– está en plena forma. Son más de dos horas de idas y venidas con su avaricia a cuestas y con sus penas, más de soledad que de amor  Puede permitirse hasta tirarse al suelo desesperado tras su tesoro (un cofre con dinero) cual Smeagol-Gollum tras el ansiado anillo Único. Agilidad aparte, se siente muy cómodo bajo el ropaje del avaro y se nota. Josep Maria Mestres, el director de 'L'Avar', ha sido el encargado de ponerle freno con buen oficio a él (y a sus improvisaciones o ‘morcillas’) y a otra cómica estupenda, Alba Florejachs, muy acertada en su papel de la sibilina alcahueta Frosina.

MÁSCARAS

El notable elenco incluye, entre otros, a Ricard Farré (Valeri) y Júlia Barceló (Elisa, la hija de Harpagon), los enamorados que inician la función con sus tejemanejes para casarse. Valeri se disfraza de adulador sirviente. Necesita cubrir de alabanzas al padre de su amada  para lograr su afecto. Pero el viejo anda en otras cuitas. Pretende, en competencia con su hijo Cleonte (Manu Fullola), casarse con la jovencísima Mariana (una Elena Tarrats de voz en extremo frágil). Podría ser su hija, o hasta su nieta, y ahí larga Molière otra de sus bofetadas a una sociedad sin ética, sini valores. Harpagon tiene ya dibujado el destino de sus hijos, el más conveniente para su bolsillo, que los sentimientos no cotizan. Elisa y Cleonte son esclavos de su egoísmo. 

ELEGANTE VESTUARIO

Mestres ha vestido el clásico con una refinada puesta en escena en la que destaca el exquisito y elegante vestuario que firma María Araujo, a juego con el decorado. Sergi Belbel, como traductor, firma la versión (con algunas modificaciones) que ya hizo y dirigió en el Grec hace dos décadas, la última vez que se vio la pieza por estos lares (en Madrid Juan Luis Galiardo la protagonizó en el 2011).

Hay que celebrar el regreso del sabio Molière a la cartelera barcelonesa, y por partida doble. La próxima semana llegarán las libidinosas andanzas del ‘Don Joan’ (Julio Manrique) de la compañía La Brutal al TNC. 

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