LA MÚSICA DEL EXCESO

Cinco razones para amar el heavy metal

El cómico Andrew O'Neill repasa en un libro hilarante la historia de la subcultura más ninguneada, ridiculizada e incomprendida de la era rock

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zentauroepp42890137 barcelona 11 04 2018 icult entrevista al escritor y com180430181704 / MAITE CRUZ

RAFAEL TAPOUNET

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En los más de 60 años que han transcurrido desde que Elvis Presley inauguró la era rock agitando sus caderas en el show televisivo de Ed Sullivan, ningún estilo musical ha sido tan criticado, ninguneado, ridiculizado, incomprendido y parodiado como el heavy metal. Y ninguno ha sido tan resistente y duradero. Décadas de mofa y desprecio apenas han conseguido hacer mella en la fascinación y el atractivo que el género sigue despertando en los chavales, generación tras generación. El éxito creciente del Rock Fest Barcelona, una cita que, con un cartel encabezado por bandas con más de 40 años de carrera a sus espaldas, atrae a más jóvenes que cualquier festival indie, es una buena prueba de ello.

"No necesitamos que les mole a los rancios adalides del 'mainstream' –escribe Andrew O’Neill en la introducción de 'La historia del heavy metal' (Blackie Books)-. Nos lo pasamos demasiado bien para que nos importe una mierda lo que piensen. Porque sabemos lo que se pierden: la subcultura más extensa, efervescente, creativa, inteligente, extrema, desternillante y hedonista del mundo".

Nacido un viernes 13

Andrew O’Neill (Portsmouth, 1979) es un humorista anarquista, vegano, transformista  y aficionado al satanismo que toca la guitarra en un grupo de punk y que ha convertido su pasión por el heavy metal en un espectáculo de comedia y en un libro tan hilarante como instructivo. En él repasa la historia del género desde que el viernes 13 de febrero de 1970 salió a la venta el primer álbum de Black Sabbath ("todo lo anterior a Black Sabbath es protoheavy", sostiene) hasta el presente, marcado por el acceso casi ilimitado a la música y por la democratización de los procesos de grabación y distribución ("lo que hace que hoy en día salgan más discos de thrash metal en un año que en toda la década de los 80").

El presente y más allá, porque O’Neill incluye en el libro una divertidísima coda sobre el futuro del heavy metal en la que, entre otras cosas, profetiza que en el 2021 Manowar ganarán "de calle" las elecciones presidenciales en EEUU y declararán la guerra a los "falsos jeviatas": como consecuencia, Linkin Park serán detenidos y enviados a Guantánamo y las "patrullas de justificación de camisetas" acosarán a los ciudadanos con preguntas sobre el nombre del productor de álbumes poco conocidos.

Mientras desayuna unas tostadas con espinacas y un té en un local barcelonés de nombre imposiblemente apropiado (Satan’s Café), Andrew O’Neill se aviene a desgranar algunas de las razones por las que el heavy metal es la mejor música del mundo, aunque a menudo se empeñe en disimularlo.

"El heavy te da un lugar en el mundo"

El primer contacto de O’Neill con el heavy se produjo gracias a la colaboración que Public Enemy, de los que era fan, hizo con el grupo Anthrax en la canción 'Bring the noise'. "Me grabé el vídeo de la tele y lo vi cientos de veces; me aprendí la letra y copié el 'headbanging' que aparece en el clip. Yo quería ser como esos tíos".

De ahí pasó a Metallica y ya no hubo marcha atrás: "Ellos fueron mi droga iniciática". O’Neill se sintió especialmente atraído por el sentido de pertenencia, de comunidad, que le brindaba el género. "El heavy se presenta como algo más que un estilo musical: es una manera de entender la vida, una forma de ser. Para un adolescente, especialmente si tiene problemas de adaptación, eso es algo irresistible". Y, como toda subcultura, tiene su propio código de vestimenta, que roba elementos de la cultura motera, del punk, de la ropa militar y hasta de los vikingos. "Se puede amar el heavy metal y vestir como una persona 'normal' –escribe O‘Neill-. ¿Pero por qué coño querrías hacer eso?".

"El heavy no es 'cool' (y eso mola)"

Una de las cosas buenas del heavy, apunta O’Neill, es que nunca ha aspirado a la respetabilidad. "Es una forma de expresión artística que realmente va a su bola". Eso lo ha mantenido fuera del radar de la crítica y alejado de los grandes medios de comunicación, pese al éxito casi incomprensible que han obtenido algunas bandas. "Si lo piensas, el ascenso a la fama de un grupo como Metallica, surgido de la escena alternativa del metal extremo, es algo muy extraño. Casi tanto como que Cannibal Corpse aparecieran en 'Ace Ventura' [risas]. En realidad, cuando el heavy ha intentado de forma deliberada ser 'cool', como ocurrió con el nu-metal a finales de los 90, ha sido un fracaso y una pérdida de tiempo". Junto con el glam metal californiano del los 80, el nu-metal es el subgénero más denostado por O’Neill, del que llega a escribir que es "el algodón de azúcar del heavy" y que "tiene el mismo interés artístico que ir a ver el museo de los M&Ms".

"El heavy es divertido"

Como toda comunidad con unos rasgos distintivos muy característicos, el heavy es una mina para el humor y la parodia. Y eso es algo que la parroquia metalera acepta con una deportividad difícil de ver en otras subculturas. "La gente del heavy metal tiene más sentido del humor de lo que se suele reconocer. Joder, Napalm Death es un nombre hilarante. Y todo ese rollo de ser más extremos que nadie lleva implícita una gran carga de humor". Eso es algo, admite O’Neill, que tal vez no se pueda aplicar a la escena black metal noruega, más aficionada al suicidio, el asesinato y la quema de iglesias que a los chistes. "O quizá es solo que su sentido del humor es diferente al nuestro".    

"El heavy se baila"

Un concierto de heavy metal es, ante todo, una experiencia física. "Mi primer concierto fue uno de Fear Factory, en el London Astoria, en diciembre de 1995. Fui con una camiseta de Jimi Hendrix, porque no tenía otra que me pareciera apropiada. Me tomé una cerveza y me metí en el 'mosh pit'. Al cabo de un rato me puse enfermo y acabé vomitando. Fue una noche fantástica". De sus batallas en el 'mosh pit', O'Neill luce la medalla de dos incisivos rotos. "Si has tenido una semana de mierda, no hay nada mejor que desahogarte haciendo el cafre mientras tu banda favorita está en el escenario". Eso sí, el autor advierte de la necesidad de no albergar sentimientos hostiles y, sobre todo, de no convertirse en una amenaza para las mujeres. Lo que nos lleva al último punto.    

"El heavy te enfrenta a tus contradicciones"

El heavy metal es un universo esencialmente masculino. "Hay pocas mujeres, y eso es un desastre -admite O'Neill-. Tradicionalmente en el género han predominado las actitudes machistas y agresivas y eso ha hecho que las chicas no se sintieran cómodas. Afortunadamente, las cosas están cambiando y los adolescentes de hoy tienen actitudes hacia el género y la igualdad que me provocan mucha envidia. Tenemos que crear espacios para que las mujeres puedan integrarse en la escena sin renunciar al protocolo de los conciertos". No es esa la única contradicción con la que tiene que lidiar el autor de 'La historia del heavy metal'. "Si pensabas que ser fan de Metallica era complicado, permíteme que te presente el embrollo moral que supone disfrutar de música hecha por un asesino de verdad", escribe. Se refiere al noruego Varg Vikernes, líder (y único miembro) de Burzum, condenado a 21 años de cárcel por matar de 27 puñaladas a Oystein Aarseth, alias Euronymous, líder del grupo Mayhem. O'Neill es un gran admirador de la música de Vikernes, un asesino y supremacista blanco que, por si todo eso fuera poco, "lleva camisetas de grupos a los que no escucha". La "cantidad de contradicciones" que te plantea escuchar a Burzum, añade, "es un movidón de la hostia".

El Top 5 del género (según Andrew O'Neill)

<strong>REIGN IN BLOOD</strong>. Slayer<br/> Publicado en 1986. "Dura 28 minutos y es sencillamente perfecto (en los ensayos duraba más de 35 minutos, pero los Slayer son muy competitivos). Es un álbum tela de siniestro. Brutal. Perturbador. Inquietante". 

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