CRÓNICA DE CONCIERTO

En trance con Hauschka

El pianista alemán ofreció en el Auditori una larga actuación sin interrupciones, tan ensoñadora y melancólica como lúdica

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Juan Manuel Freire

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Volker Bertelmann, más conocido como Hauschka, es un buen tipo. Anoche podría haber dado el peor concierto de su vida en el Auditori y, sin embargo, la opinión del público sería positiva: se nos había metido en el bolsillo con su simpática introducción, en la que pareció honestamente perplejo por lo bien que le van las cosas. Tras el éxito de su música para la película 'Lion' (cofirmada con Dustin O’Halloran), no hacen más que llegarle ofertas del cine. "Y eso que no tengo amigos en la industria", aseguró. No era chulería. Sonaba realmente a asombro.

Si últimamente no ha dado muchos conciertos, es, en parte, por lo ocupado que está con las músicas para pelis, pero también porque dar conciertos con pianolas (esos pianos que se tocan solos) puede ser complicado. No en todas las ciudades es fácil alquilarlas, y al final Hauschka ha decidido hacerse con dos para todo el año ("una especie de alquiler permanente") que adornaban los dos extremos del escenario.  

Hauschka es el más encantador de los 'entertainers', pero él había venido a presentar un disco, 'What if', en el que integra las pianolas en una concepción lúdica de la clásica con base en el piano preparado. De hecho, no pensaba hablar más en toda la noche. Como nos avisó, no habría parón entre tema y tema; sería todo una larga deriva, sin interrupciones. Música e iluminación y visuales propios unidos para hipnotizar. El encantador de serpientes recomendó que nos dejásemos llevar, algo que habría sido más sencillo si menos gente hubiera decidido documentar cada momento de la noche con móviles e incluso cámaras digitales.

Solemnidad, la justa

A pesar de todo, el trance se produjo. Se podía cerrar los ojos y dejar que la música hiciera todo el trabajo. Sonaron sobre todo piezas de 'Abandoned city' (2014) y 'What if', siempre abordadas con amplio margen para la improvisación. Hauschka extrajo del piano preparado (una "banda en una caja", como lo definió a este diario) toda clase de sonidos, algunos que parecían de percusión, otros como guitarras y cítaras, algunos indefinibles. Tocó el piano, pero también las cuerdas del piano. E invitó a la fiesta a las dos pianolas para varios temas, entre ellos el ajetreado 'Thames Town', inspirado por la ciudad inglesa construida a las afueras de Shanghái.

Cerca del final liberó el piano de aditamentos (cascabeles y palitroques y bolsas de celofán), pero para el bis con 'Gaffer tape' quiso estrangularlo con, como dice el título, cinta adhesiva. Hauschka sonreía de oreja a oreja, como poseído por el espíritu del Edvard Grieg más lúdico. Y para el bis con 'Golden', de su debut del 2004, pidió al público que hiciera un poco de ruido, que diera paisaje vivo a la melodía. ¿Quién dijo que la clásica o la neoclásica solo pueden ser solemnes?