CRÓNICA

Vetusta Morla, matizando la ansiedad

El grupo madrileño combinó sus clásicos invasivos con el material evolucionado de su disco, 'Mismo sitio, distinto lugar', en su debut en el Sant Jordi

jcarbo43417382 vetusta morla180520184247

jcarbo43417382 vetusta morla180520184247 / periodico

Jordi Bianciotto

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Aunque para sus fans de siempre, 'Un lugar en el mundo' (2008) pueda ser el disco de sus vidas, es ahora cuando Vetusta Morla ha alcanzado un grado de destilación de sus artes, tras aprender a modular sus instintos emocionales. Y es también ahora cuando el grupo de Tres Cantos tiene ante sí a un público más multitudinario, como el que este sábado casi llenó el Palau Sant Jordi.

Concierto en el que la banda (que actuó precedida por Maria Arnal i Marcel Bagés) lució maneras de clásico moderno, marcando perfil con una puesta de escena de claroscuros, de luces blancas y azuladas con antecedentes un poco berlineses, afines a la introspección de canciones como la que da título a su nuevo disco y que abrió la noche, 'Mismo sitio, distinto lugar'. Material de melodías sinuosas y atmósferas con sustancia, distanciado de la tendencia al efectismo de otros tiempos: de la nocturnidad de 'Deseáme suerte' al desarrollo krautrock de 'El discurso del rey' y a esas 'Palmeras en La Mancha' que contienen un guiño 'easy listening' entre sus pliegues.

Momento bestia

El rescate de una pieza rockera impetuosa, 'Golpe maestro', metió el concierto en otra fase, más enfocada a la recreación del pasado, tras un pequeño monólogo de Pucho. "Cada vez es todo más bestia y vamos aún más a la deriva", apuntó vagamente antes de desear que haya "mucho diálogo y mucha empatía" y atender al "grito feminista, tan necesario".

E irrumpió entonces la versión del grupo más reconocible, la de esas canciones con tendencia al subidón intenso, de 'La mosca en tu pared' a 'Cuarteles de invierno', a través del molde de canción popular de 'Maldita dulzura' y del clásico 'Copenhague', con aventurado solo de guitarra. Vetusta Morla en modo turbo, con su voz estridente y sus dinámicas invasivas, llevándose el Sant Jordi por delante aunque, antes de la escalada final (no faltó la épica 'Sálvese quien pueda'), volvió a dar a entender, con el pop aéreo de 'La vieja escuela' o el vals '23 de junio', que ya no es el mismo que una década atrás. Y para mejor.