CRÓNICA

OMD, máquinas buenas

El dúo británico recuperó sus hitos de los 80 y presentó 'The punishment of luxury' en Razzmatazz

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Jordi Bianciotto

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Aunque en discos como el más reciente, ‘The punishment of luxury’, OMD alerta de un futuro distópico asociado a la tecnología, el dúo forma parte de la generación que demostró al gran público que las máquinas podían transmitir emociones y que un sintetizador era tan válido como una guitarra para crear arte pop. Y casi 40 años después, este miércoles, Andy McCluskey y Paul Humphreys tuvieron suficiente con un teclado y un bajo eléctrico para recorrer su carrera en un agradable y moderadamente nostálgico concierto en Razzmatazz.

Dejando aparte su suspensión de actividades durante una década (1996-2006), OMD, Orchestral Manoeuvres in the Dark, no ha dejado de publicar discos (tres en el nuevo siglo), y se esfuerza por evitar caer en el agujero negro de las bandas ‘revival’. El concierto lo abrió con material de estreno, ‘Ghost star’ e ‘Isotype’, canciones orgullosamente sintéticas que reflejan sin manías el influjo de Kraftwerk. Sí, en lugar de enfocar su sonido hacia un pop más ‘mainstream’, como hizo en otros tiempos, este OMD maduro vuelve a fijarse en aquella estética electrónica que le fascinó cuando, en los 70, McCluskey y Humphreys eran unos adolescentes enganchados a los discos de la escena alemana, Eno y Bowie.

Acortando distancias

El papel más exigente fue para McCluskey, que salió al paso luciendo una voz en muy buen estado, transmitiendo energía y acompañando cada estrofa de gestos a veces un poco teatrales. Rompiendo, en fin, con una idea distante del pop electrónico. Con esa actitud fueron cayendo revisiones de ‘Messages’, la muy pop ‘Tesla girls’ ‘(Forever) live and die’, así como aquel ‘If you leave’, de la banda sonora de ‘La chica de rosa’. Público de edades mezcladas, para alegría del cantante. “¡Veo mucha gente joven por aquí!”.

A medio trayecto sonó ‘Souvenir’, cantada por Humphreys con lánguida melancolía, como corresponde, y la secuencia de ‘Joan of Arc’ y ‘Joan of Arc (Maid of Orleans)’. Los hitos, en fin, del álbum ‘Architecture & morality’ (1981), con su equilibrio entre frío y calor, su bellas melodías y su majestuosidad. “Hubo una época en que éramos unos jóvenes músicos ‘cool’, hace mucho, mucho, tiempo”, bromeó McCluskey. Composiciones que han sido influyentes para varias generaciones de synth-pop y que aguantan el test del tiempo (con excepciones: ‘Locomotion’ sonó a cara B de un ‘single’ de Stock, Aitken & Waterman).

Cuando, tras la muy germánica ‘The punishment of luxury’ (quinta y última cita al nuevo disco), todo parecía listo para el fin de fiesta, McCluskey se quejó de problemas técnicos, relativos a los monitores, y el dúo se retiró dejando al público en espera durante 20 fastidiosos minutos. Las máquinas pueden ser buenas, sí, pero a veces se estropean. Por fin, liberando la tensión contenida, ‘Enola Gay’ sobrevoló Razzmatazz, y no una sino dos veces, ya que la repitieron cerrando un bis que incluyó la remota ‘Electricity’. “La canción más antigua y la más rápida, que compusimos cuando teníamos 16 años”, recordó McCluskey. Chicos visionarios.