El cineasta aplicado

Habituado a trabajar con grandes estrellas y rodar historias de interés general, Ron Howard se adapta a lo que sea y cuando sea

'EL CÓDIGO DA VINCI' (2006)

'EL CÓDIGO DA VINCI' (2006)

QUIM CASAS
BARCELONA

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¿Qué tienen en común Un, dos, tres... splashCocoonWillowLlamaradasUn horizonte muy lejanoDetrás de la noticiaApolo 13El GrinchEd tvUna mente maravillosaEl código Da VinciEl desafío-Frost contra Nixon y Rush? Todas están dirigidas por el mismo realizador, Ron Howard, pero si cada una de ellas apareciera a nombre de cualquier otro cineasta, no nos extrañaría.

¿Qué quiere decir esto? ¿Es Howard un director impersonal? ¿Resulta imposible reconocer su sello en las películas que realiza? Todo es matizable. Obviamente, no es un autor en el sentido ortodoxo que se le da al término. No tiene un universo propio que explorar ni un estilo de filmar definido; más bien se adapta al tema que trata como un camaleón y busca, como cualquier hijo de vecino, el éxito y la rentabilidad comercial.

Si no nos ponemos muy puristas, hasta podemos apreciar elementos coincidentes en algunas de sus películas, sobre todo las pertenecientes al género fantástico: Un, dos, tres... Splash, o la historia de amor imposible entre un americano medio y la sirena que le salva la vida, y Cocoon, o la relación entre unos ancianos y los extraterretres que les aseguran la fuente de la eterna juventud. En estos filmes, y en general en todos los de Howard, hay un punto de melancolía naif que los hace, como mínimo, simpáticos. Lo mismo ocurre con una película como Apolo 13, que cae bien porque convierte en superespectáculo un fracaso estrepitoso (el mismo con el que se saldó en la taquilla): la misión del Apolo 13, la nave que nunca llegó a su destino, la luna.

Hay otros aspectos que han hecho de Howard un personaje simpático en el Hollywood de las últimas décadas. Ninguno de ellos tiene que ver con su trabajo detrás de la cámara. Por ejemplo, el hecho de que sea el narrador de una divertida teleserie, Arrested development (además de productor ejecutivo). O que se prestará a ser ridiculizado en Los Simpson en un episodio de 1999. O, quizás en primer lugar, que diera vida a uno de los adolescentes protagonistas de American Graffiti, la película realizada por George Lucas en 1973 que puso la primera piedra para los emporios montados a continuación por el propio Lucas y el productor de la cinta, su amigo Francis Ford Coppola.

American Graffiti es un hito de la cultura estadounidense teen, y allí estaba Howard interpretando uno de los personajes principales. Entonces era actor, e intervino en series como Bonanza y M.A.S.H.  como antes había protagonizado la comedia de Vincente Minnelli El noviazgo del padre de Eddie y aparecido en otras producciones televisivas de los 60. No es de extrañar que su hija, Bryce Dallas Howard (ManderlayLa joven del aguaSpider-Man 3), haya salido actriz.

Howard no ha tenido problemas en ponerse al servicio de las estrellas: dirigió en 1992 Un horizonte muy lejano, un wéstern sobre inmigrantes irlandeses, sabiendo que era un vehículo para el lucimiento de Tom Cruise y Nicole Kidman. Tiene complicidad con otros nombres rutilantes (Tom Hanks protagoniza sus filmes Un, dos. tres... splashApolo 13El código Da Vinci Ángeles y demonios) y ha inyectado algo se sentido común a un biopic tradicional como Rush, el duelo a muerte entre los corredores Niki Kauda y James Hunt.

Títulos interesantes

Volviendo al principio, Howard es un cineasta correcto sin estilo definido. Pese a ello, su filmografía tiene algunos títulos interesantes porque van a la contra, caso del singular y misterioso wéstern Desapariciones, con Cate Blanchett y Tommy Lee Jones, o porque necesitan de unas fórmulas aplicadas que Howard domina a la perfección. El texto de El desafío-Frost contra Nixon es excelente, pero hay una cierta voluntad por parte de Howard de trascender los límites del teatro filmado jugando muy bien con el tiempo y el espacio en el singular enfrentamiento entre el presidente Richard Nixon y el periodista David Frost varios años después del escándalo del Watergate.

En eso también ha sido coherente el irregular Howard: The paper (Detrás de la noticia) es otro buen fin sobre el ejercicio del periodismo, en esta ocasión en el seno de un diario sensacionalista de Nueva York. Temas buenos no le han faltado. Con algo más de arrojo y convicción, Howard habría podido ser el George Cukor del tránsito del siglo XX al XXI en el cine de Hollywood.