LANZAMIENTO DISCOGRÁFICO

Bob Dylan y su Sinatra

El cantautor revisa en su nueva obra, 'Shadows in the night', diez canciones en su día grabadas por el 'crooner'

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JORDI BIANCIOTTO / BARCELONA

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Se suponía que, en los años 60, el nuevo orden del pop y el rock'n'roll abrió una brecha entre el viejo régimen, encarnado por artistas como Frank Sinatra, y los ídolos emergentes, que, a diferencia de aquellos, interpretaban sus canciones y lucían una aura creativamente ambiciosa e ingobernable. Pero cinco décadas después, Bob Dylan, exponente capital de la generación que enterró a los crooners, sorprende con un disco que transmite un hondo respeto hacia el cancionero americano que le precedió: Shadows in the night, un trabajo consagrado al repertorio de Sinatra, que sale este martes a la venta.

Se trata de un proyecto que Dylan tramaba discretamente desde hacía años y que, al igual que su disco navideño del 2009, Christmas in the heart (que incluía igualmente clásicos anteriores a su tiempo), reafirma el libre albedrío del artista en su política editorial. Un disco que bien podría llevar un subtítulo como Mi homenaje a Frank Sinatra, pero Dylan no es partidario de hacer las cosas más explícitas de lo imprescindible. Estamos ante diez canciones que La Voz grabó entre los años 1945 y 1963. Dylan, que en 1970 incluyó una versión de Blue moon, de Rodgers y Hart, en su doble álbum Self portrait, no se detiene en sus piezas más populares, sino en las de su gusto, y la selección abarca algunos estándares y piezas relativamente oscuras.

Correctivo sobrio

Lo que hace de Shadows in the night un ejercicio de aproximación distinto a esas canciones es la intención de Dylan de desproveerlas de los ornamentos acumulados a través de mil y una versiones a lo largo de los años. Todas fueron un día grabadas por el propio Sinatra con orquestas y frondosos arreglos, de la mano de cómplices como Nelson Riddle, Gordon Jenkins o Axel Stordahl, y ahora, en esas nuevas versiones, es como si hubieran emprendido un camino de vuelta a la sobriedad. En una nota, Dylan apunta que, más que versionarlas, quería «des-versionarlas, extraerlas de la tumba y sacarlas a la luz del día». Ha contado con sus músicos habituales; una banda de cinco músicos con breves aditivos, instrumentos de viento colocados aquí y allá.

Shadows in the night puede sonar sobrio, pero en absoluto crudo o primitivo; es todo suavidad, y trae a un Dylan que nos canta al oído con complicidad, como tratando de capturar la intención anímica originaria de esas piezas. Sus cuerdas vocales no le permiten alardes, y la comparación con Sinatra está fuera de lugar, pero pocas veces había sonado Dylan tan amoroso como en esas canciones que transmiten romanticismo, nocturnidad y intimidad desde las primeras notas de I'm a fool to want you, la única pieza con la firma de Sinatra como coautor.

Disco de baladas para las wee small hours of the morning, que decía Sinatra, esa destemplada madrugada en la que los dulces acordes de Stay with me (pieza con la que Dylan ha cerrado los recitales de su última gira norteamericana), Autumn leaves (que no es otra que adaptación al inglés del clásico francés Les feuilles mortes, de Kosma y Prévert) y What'll I do (Irving Berlin) cobran un halo de trascendencia. Como Some enchanted evening (Rodgers & Hammerstein) y esa emotiva That lucky old sun que cierra el trabajo, la pieza a partir de la cual Brian Wilson compuso su brillante disco del 2008.

Disco delicado, evocador, como aquel Stardust, de Willie Nelson (1978), que Dylan reconoce como influencia, homenajea a los creadores de la música americana anterior al rock'n'roll (y se permite no incluir ninguna pieza de Cole Porter ni de George e Ira Gerswhin). Así es Dylan, impredecible y, sobre todo, libre. Y aquí, muy concentrado en interpretar con la intención de Sinatra, implicando al oyente, buceando hasta el corazón de la canción.