Adiós a la Mamá Grande

Carmen Balcells, la agente literaria que forjó el 'boom' latinoamericano desde Barcelona muere a los 85 años, al tiempo que se abren las incógnitas sobre el futuro de su legendaria y poderosa agencia

Carmen Balcells, en el acto de investidura como doctora honoris causa de la Universidad Autónoma en el 2005.

Carmen Balcells, en el acto de investidura como doctora honoris causa de la Universidad Autónoma en el 2005.

ELENA HEVIA / BARCELONA

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Carmen Balcells era mucha Carmen Balcells. Una agente legendaria a quien muchos atribuyen ser la artífice del boom latinoamericano  -entiéndase, de su repercusión planetaria- desde apenas el minuto cero, cuando la fama de los autores que lo integraban todavía no había echado a andar. A Balcells, 85 años, fallecida el domingo aunque la noticia no trascendió hasta ayer, la salud no la acompañaba. Se trasladaba en silla de ruedas, pero siguió haciendo gala de una hiperactividad incombustible en cuanto a proyectos e intenciones hasta prácticamente el final. En su catálogo, nada menos que los derechos de seis premios Nobel, encabezados por Mario Vargas Llosa y el fallecido Gabriel García Márquez, a los que hay que añadir la representación de Camilo José Cela, Pablo Neruda, Vicente Aleixandre y Miguel Ángel Asturias.

Se puede decir que ella sino inventó el oficio -se forjó a las órdenes de la agencia del escritor rumano Vintila Horia a finales de los 50- sí lo elevó varios niveles por encima de lo que entonces era una agencia. La suya nació en 1960 y fue creciendo en ambición muy lentamente. Al principio apenas gestionaba traducciones, sin que prácticamente nadie, ni siquiera Carlos Barral -que le cedió los derechos de sus escritores, Vargas Llosa incluido- tuviera una idea clara del negocio en el que aquello se iba a convertir.

Balcells acuñó esa doble cara que hoy sabemos debe tener un agente literario. Ser intransigente y durísima negociadora frente a los correosos editores que tuvieron que acostumbrarse a las nuevas reglas de juego para hablar de adelantos o del control sobre el número de ejemplares vendidos. Pero a la vez fue una figura maternal atenta al confort de sus queridos representados luchando porque nadie se aprovechase de ellos en lo económico. Fue Vargas Llosa quien la bautizó como la Mamá Grande, en referencia al cuento de García Márquez. A ella le gustaba jugar con la ambigüedad y distanciarse de esa imagen insólitamente tierna que, por cierto, solo conocían sus representados, y era capaz de soltarle irónicamente a García Márquez «eres el 40% de nuestra facturación» en respuesta a la pregunta: «¿Me quieres Carmen?» Contra todo pronóstico, la durísima Balcells tenía fama de llorona frente a las emociones, algo que demostró en Estocolmo ante el discurso de Vargas Llosa en la concesión del premio Nobel. Su entonces querida esposa Patricia aguantó el tipo frente a los encendidos elogios de su marido, pero Balcells acabó como una magdalena.

FE EN LA MAGIA / Menos conocida es su vertiente irracional, su creencia absoluta en la magia y en los astros -firmaba muy pocas cosas sin la consulta de su astrólogo- y solía vestirse con unas amplias túnicas color blanco o azul celeste, tal y como le aconsejó un santero amigo de García Márquez, a fin de atraer la suerte.

Con la ayuda de las estrellas o no. La suya ha sido una demostración de tenacidad contra el tiempo. No en vano, bien rebasada la edad de jubilación, volvió a tomar las riendas de su mítica agencia y logró reflotarla cuando ya había decidido jubilarse. Balcells, lo supo entonces, era de las que no se jubilaban. Iba a estar al pie del cañón hasta el final. Ella sabía bien que su dirección y su potente presencia suponían un importante valor añadido en su negocio. Su catálogo en el que tienen cabida Juan Carlos Onetti, Julio Cortázar, José Donoso, Alfredo Bryce Echenique, Juan Marsé, Eduardo Mendoza y Manuel Vázquez Montalbán -que la llamó «superagente con licencia para matar»- ha tentado a muchos, especialmente en los últimos años en los que la fortaleza de la octogenaria Balcells empezaba a dar algún atisbo de fragilidad.

Hubo un intento de venderle la agencia al periodista y empresario Miguel Barroso -marido de Carme Chacón- que no prosperó porque en el último momento Balcells se echó atrás -un ejemplo de su carácter voluble para unos o de su independencia para otros-. Tampoco prosperó, aun después de haber sido anunciado un preacuerdo de fusión, con la agencia del todopoderoso agente Andrew Wylie, El Chacal, hace ya un año. El pasado agosto, Wylie reveló la apertura de su propia agencia para España, que llevará desde Nueva York el editor catalán Cristóbal Pera, en lo que se interpretaba que más que apostar por la unión, Wylie podría intentar hacerse, entre otros, con los derechos del deseado García Márquez, ya que Pera ha sido el editor de máxima confianza de la familia del autor.

A ello hay que añadir la marcha a principios de septiembre del joven director de la agencia, Guillem d'Efak, a quien apenas dos años antes había presentado como su sucesor. ¿Qué ocurrirá con la agencia Balcells, ahora que su único hijo propietario del 10%, heredará el 90% de un negocio del que se ha mantenido siempre más bien distante?

De momento, la única certeza es que los funerales de la Mamá Grande se realizarán hoy en Santa Fe de Segarra el pueblo en el que nació. La Mamá de ficción falleció en Macondo convocando en su entierro a los poderosos y a la gente del pueblo. Balcells se ha ido discretamente y así ha querido que fuera su funeral.