Ortega Cano cambia de tercio

El viudo de 'La Más Grande', que volverá a dar el «sí, quiero» el domingo 30 de septiembre, ha llevado una vida ajetreada desde la muerte de la cantante

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Ramón de España

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Sonreír es un arte. Sobre todo, cuando se hace mostrando todos y cada uno de los dientes. En esta difícil especialidad, mis dos sonrisas favoritas de todos los tiempos son las de Mahmud Ahmadineyad –primer ministro de Irán hace algunos años y protagonista de uno de los mejores 'sketches' de Muchachada Nui– y José Ortega Cano –torero español y viudo de la tonadillera Rocío Jurado, más conocida entre sus leales como 'La Más Grande'–.

Son sonrisas que enamoran o que sacan de quicio, según quién las contemple, pero lo indudable es que suscitan en el que se enfrenta a ellas la sensación de que su propietario no acaba de estar del todo en sus cabales. Pero la sonrisa total es una sobreactuación no exclusiva de los orates. 

En el caso que nos ocupa, mientras el señor Ahmadineyad era, a todas luces, un loco de nivel cinco, no puede decirse lo mismo de Ortega Cano, un torero discreto en todos los sentidos que solo alcanzó la popularidad cuando contrajo matrimonio con 'La Más Grande' en 1995: la acompañó hasta su fallecimiento por cáncer de páncreas en el 2006. 

Le quedan como recuerdo los dos hijos adoptados por la pareja, dos perlas que atienden por José Fernando Gloria Camila. Mientras la niña ha seguido un camino paralelo al de Isa Pantoja (vagancia y cancaneo), el niño optó por la delincuencia juvenil, dando con sus huesos en el calabozo unas cuantas veces. De hecho, ahora está internado en un correccional del que habrá que ver si lo dejan salir para la nueva boda de su padre, que tendrá lugar en Sanlúcar de Barrameda el próximo domingo, día 30.

Malparado

La vida de Ortega Cano (Cartagena, 1953) ya acumulaba bastantes sobresaltos –entre la pérdida de 'La Más Grande' y las gracias de los niños– cuando se metió en un berenjenal automovilístico digno del gran Farruquito: el 28 de mayo del 2011, totalmente cocido al volante de su Mercedes, se estrelló contra otro coche, cuyo conductor, Carlos Parra Castillo, falleció en el acto. El torero –o extorero, pues se retiró en 1998, volvió en el 2001 y no sé cuál será su situación laboral a esas alturas– salió bastante malparado y tuvo que pasar una larga temporada de rehabilitación en un hospital.

Condenado

Cuando salió, un juez se acordó de que su cogorza al volante triplicaba la tasa de alcohol permitida y el hombre acabó entrando en prisión en el 2014, cumpliendo la condena impuesta, que era de dos años, seis meses y un día. Accedió a la semi libertad antes de la fecha prevista, lo cual le permitió engendrar a su hijo José, que ya tiene cinco años y el traje campero le sienta de maravilla, a medias con Ana María Aldón, que es la afortunada que lo acompañará al altar.

El amor le ha sentado bien al diestro, que ahora luce un aspecto juvenil y remozado. No sé si ha habido cirugía plástica de por medio, pero se le ve la cara un pelín planchada. Asimismo, vuelve a tener el pelo de color negro azabache, algo que solo puede ser fruto de un milagro o de un tinte.

Andaluza prototípica

La sonrisa, afortunadamente, sigue en su sitio y más brillante que nunca. La novia, una andaluza prototípica, muestra un ligero aire a 'La Más Grande', parece que aspira a convertirse en diseñadora de moda y tiene 20 años menos que el novio, quien no bebe desde el accidente mortal y se cuida muchísimo.

En esta vida con pocas concesiones al humor, destaca aquel inverosímil romance con José Borrell que le enjaretaron hace unos años y que debió inventarse un loco; puede que el mismo Ahmadineyad, celoso ante la sonrisa imbatible de su contrincante.