EL DESAFÍO YIHADISTA A LA COMUNIDAD INTERNACIONAL

El Estado Islámico, más allá del terrorismo global

El arraigo del Estado Islámico en partes de Siria e Irak ha llevado hasta el corazón de Europa la tragedia de la guerra civil en Siria, mientras los yihadistas desafían a la comunidad internacional en nombre de un islam retardatario que quiere volver al pasado.

El Estado islámico, más allá del terrorismo global

El Estado islámico, más allá del terrorismo global

ALBERT GARRIDO

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El escritor Juan Goytisolo, profundo conocedor del mundo musulmán, establece como otros muchos autores un vínculo preciso y concreto entre el éxito yihadista y el esfuerzo incansable de Arabia Saudí por colonizar con el integrismo wahabí el pensamiento y la praxis islámicos: «Centenares de mezquitas, madrasas y fundaciones piadosas con su personal cuidadosamente encuadrado proliferan ahora tanto en los países musulmanes como en Europa y son una almáciga de salafistas que sirven de caldo de cultivo al extremismo religioso que ensangrienta vastas regiones de Dar al Islam. Las prédicas inflamadas de los imames que disponen de programas en muchos canales de televisión del Golfo contribuyen a ello y no son objeto de censura en la medida en que no cuestionan el orden jurídico-religioso del reino de los Ibn Saúd».

Cuando una tarde del otoño de 2014 pregunté a un esclarecido profesor egipcio por las razones de la consolidación de la estrategia salafista, se remitió sin reservas al artículo de Goytisolo, a esa perversión de los valores transmitidos por el islam durante el periodo clásico y al propósito de enterrarlos bajo una gruesa capa de dogmatismo paralizante y excluyente, aunque reconoció, al mismo tiempo, que el genio había escapado de la lámpara y los saudíes se habían visto obligados a sumarse al combate contra el califato después de haber contribuido a su creciente influencia para combatir la competencia chií, de la que el régimen de Bashar al Asad formaba y forma parte.

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¿Estamos ante la tercera oleada yihadista después de la afgana y de la del terrorismo global de Al Qaeda, vencidas o debilitadas en grado sumo? ¿Las contradicciones bloquean la eficacia de la coalición que combate al Estado Islámico? ¿La disposición del Estado Islámico a dar máxima difusión a sus acciones más espectaculares y siniestras debilita su poder de captación y retrae a muyahidines potenciales, alarmados por una violencia sin límites? ¿La modernidad estratégica y organizativa del Estado Islámico le otorga una esperanza de vida que condena indefectiblemente a aceptar que el conflicto en curso no tiene fecha de caducidad? Estas son algunas de las preguntas planteadas por las cancillerías y los think tank, mientras la capacidad de instalación en todas partes de los combatientes de la yihad siembra la alarma y propala la creencia de que la onda expansiva del califato maneja todos los resortes de una larga crisis en Oriente Próximo, sin delimitación de fronteras, y de allí al resto del mundo, en especial en el seno del espacio sociocultural musulmán, incluida Europa.

UNA ORGANIZACIÓN, UNA IDEA

Quizá el punto de partida de la capacidad de adaptación del Estado Islámico a las circunstancias de cada momento se halle en su particular enfoque de la lucha emprendida para resucitar el califato casi un siglo después de que expirara el sultanato otomano. Y quizá la mejor manera de trazar el perfil del grupo sea hacerlo por oposición a aquel otro, Al Qaeda, que hasta la irrupción de los muyahidines de Abú Bakr al Bagdadi fue la referencia obligada del yihadismo a escala mundial. Porque al comparar la lógica del Estado Islámico y la de Al Qaeda, como hace Patrick Cockburn, se llega a la conclusión de que mientras en un caso la organización es consecuencia de la guerra, en el otro ha predominado la convicción de que la acción directa debía adecuarse a las exigencias de un mundo globalizado. Así, los efectivos del Estado Islámico «buscan reorganizar el mundo que los rodea a través de actos de violencia», dice Cockburn, mediante «una mezcla tóxica, pero potente, de habilidades militares y religiosas extremas que hizo este movimiento» después de la invasión estadounidense de Irak y a partir de la guerra en Siria, que estalló cuando parecía que se apagaba la llama de la crisis iraquí. Por el contrario, la imagen de Al Qaeda construida por Estados Unidos hasta el asesinato de Osama bin Laden en Abbottabad (Pakistán) el 2 de mayo de 2011, durante una operación de comandos, abunda, según el mismo autor, en esa vertiente más ideológica que organizativa, aunque el golpe del 11-S requiriese una considerable capacidad logística.

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Si la comparación se hace con lo que fue el régimen talibán y su capacidad de influir en la sociedad musulmana, la modernidad del Estado Islámico es igualmente resaltable. «Mientras que el universo talibán se reducía a escuelas coránicas y conocimientos basados en los escritos del profeta, el caldo de cultivo del Estado Islámico ha sido la globalización y la tecnología moderna», afirma Loretta Napoleoni. Es posible que Al Qaeda intentara acoplar su estrategia a las exigencias de la aldea global, pero al no fijar su proyecto en un territorio reconocido como propio, se diluyó al mismo tiempo que la estrategia antiterrorista de Estados Unidos y sus aliados debilitó mucho su proyección internacional. Nunca el Estado Islámico y las organizaciones que lo precedieron y de las que surgió se limitaron a acciones oportunistas, con más o menos repercusión, para desvanecerse acto seguido en la clandestinidad de sus guaridas, sino que porfiaron para disponer de un espacio propio, incluso de una capital propia, Raqa, reconocible como tal por la comunidad internacional: por sus adversarios y por quienes acudieron a su llamada para sumarse a la lucha.

UN COLABORADOR DE BIN LADEN

Mustafá Setmarian, un sirio nacionalizado español que fue un estrecho colaborador de Bin Laden y cuyo paradero se desconoce desde que fue capturado por Estados Unidos y entregado al Gobierno de Damasco en 2005, anticipó un año antes de su detención cuáles eran los puntos débiles de la estrategia de Al Qaeda y qué debía corregir. Lo que Setmarian apuntó forma parte del libro de estilo del califato: privilegiar los objetivos europeos en detrimento de los situados en Estados Unidos, dar a la organización una estructura horizontal (renunciar al esquema piramidal vigente) y otorgar a los combatientes autonomía a partir de un entrenamiento militar intensivo y adoctrinamiento ideológico para aprovechar su iniciativa.

Según Gilles Kepel, el caos causado por la situación en Siria ha dado una vigencia absoluta al planteamiento de Setmarian: «La tercera ola de la yihad tiene ahora un campo de batalla: los territorios iraquí y sirio controlados por el grupo salafista, conocidos como Estado Islámico, están a pocas horas de Bruselas, París o Londres en un vuelo low-cost, y los aspirantes a yihadistas que se trasladan hasta ellos para luchar pueden regresar fácilmente a sus países de origen en Europa. Esta experiencia perfecciona el adoctrinamiento de muchos que lo han recibido a través de las redes sociales, que realizan una especie de suplantación religiosa que evita el reclutamiento en las mezquitas radicales, a menudo bajo vigilancia policial».