TURBULENCIAS POLÍTICAS EN ITALIA
Todos contra Renzi y Renzi contra todos
Las divisiones en torno al ex primer ministro desangran a la izquierda italiana
Rossend Domènech
Corresponsal en Roma
Corresponsal en Roma
ROSSEND DOMÈNECH / ROMA
La historia o una leyenda cuentan que Mahoma, el profeta del islam, explicaba que a los cristianos no hace falta combatirles, porque basta con encerrarlos en una sala donde “se destruirán peleando entre sí”. Es cuanto hace la izquierda italiana: se dividió en 1921, cuatro veces en los 80, la última de ellas en 1989, y al menos en otras tres ocasiones en los años sucesivos, volviéndose cada vez menos influyente políticamente. Los años de gobiernos de Silvio Berlusconi no parece que enseñaran nada; de hecho, la izquierda italiana no había ganado nunca unas elecciones hasta el 2013. En 1996 alcanzó el Gobierno, pero con Romano Prodi, un exdemocratacristiano iluminado que confederó la izquierda con un centro liberal (eran 10 partidos), aunque en 1998 le tumbó un pequeño aliado comunista. Le sucedió en el cargo Massimo D’Alema, apodado 'líder máximo' de la izquierda, pero sin pasar por las urnas.
A día de hoy las divisiones siguen más que nunca y no son sobre el paro, la precariedad y las desigualdades creadas por la globalización, o por la inseguridad general que está alumbrando “democracias autoritarias” y “democracias sin democracia” como rezan los títulos de dos libros recientes. La pelea en la izquierda italiana es sobre Matteo Renzi, secretario del Partido Democrático (PD) y primer ministro desde que defenestró al centrista Enrico Letta (2014) hasta el fiasco del referéndum constitucional (2016).
DEBATE PERSONALIZADO
En las últimas primarias, el pasado abril, le eligieron un millón y medio de personas. En las elecciones europeas del 2013 llevó el partido a un 40,1% de los votos nunca visto. Pero el debate ya no es sobre si la izquierda desaparece porque sus electores, huérfanos de un proyecto, no acuden a votarla, sino precisamente sobre Renzi, el “capo”, el “capito”, el “desguazador”, “el que divide”, como le llaman su rivales internos. “El país ha dejado a Renzi a sus espaldas”, certifica Pierluigi Bersani, barón o exbarón del PD, junto con D’Alema. Ambos han salido del partido, aunque no del todo: en los divorcios los bienes suelen repartirse, y esto no ha sucedido aún.
En el 2018 habrá elecciones generales y los adversarios progresistas afilan las armas. Este fin de semana Renzi se reúne en Milán con los clubes del PD para presentar el programa Italia 2020, mientras en una plaza de Roma se presenta Insieme (Juntos), movimiento coordinado por Giuliano Piasapia, exalcalde de Milán, que aspira a reunir “los votos de quienes han dejado el PD”. “Para las generales no me quieren de pie”, barrunta Renzi.
LA TIENDA DE PRODI
A la segunda cita ecuménica se asomarán los viejos líderes que abandonaron el partido progresista, los sindicalistas más a la izquierda y quienes mal soportan “la arrogancia” de Renzi y su tendencia a tomar las decisiones él solo. El núcleo duro de Pisapia son varios fragmentos de la sociedad civil formados por industriales, profesionales, exmagistrados, constitucionalistas.
Entre las plazas de Milán y Roma, Romano Prodi, “el predicador” como se ha definido a sí mismo, intenta convencer a unos y otros de que la única manera de vencer es formar una coalición. “Una tarta no puede hacerse solo con huevos, de la misma manera que no puede haber un hombre solo en la sala de mando”, explica. “Que ponga su tienda un poco más allá”, le ha respondido Renzi. “No hay problema, mi tienda es ligera”, ha replicado Prodi.
Renzi dice querer la coalición y sus emisarios hablan con Pisapia, pero afirma también que desconfía de quienes le combaten. Pisapia, cuyo eslogan “Nadie excluido” está inspirado en el laborismo británico de Jeremy Corbyn, asegura que le interesa “la relación con el pueblo”, aunque resulta más convincente cuando dice esperar los votos de quienes dejaron el PD.
DESORIENTACIÓN
“No a un Pisapia anti-PD”, advierte Walter Veltroni, padre del PD junto con Prodi (2006). “El PD (de Renzi) ha roto las pelotas a un número creciente de italianos”, afirma contundente Bersani, reclamando un “cambio de rumbo sobre los contenidos” y un “cambio de marcha de Renzi”. “Sin un enemigo, o sea yo, no tienen nada, ni tan solo un programa político”, rebate Renzi. “Es surrealista pensar que desgastando el PD se llegue más cerca del socialismo”, advierte Matteo Orfini, presidente del partido progresista.
En Sesto San Giovanni, suburbio obrero de Milán apodado 'Stalingrado' y 'Sestogrado' por sus 72 años de fidelidad a la izquierda, la derecha ha vencido en las recientes elecciones municipales al grito de “fuera los musulmanes”. La izquierda “ya no sabe quién es, qué decir ni qué hacer”, ha comentado el analista Massimo Giannini.
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