El 'show' de Trump
Ricardo Mir de Francia
Periodista
Especialista en política internacional y reportero. Fue corresponsal en Washington durante una década, donde cubrió las presidencias de Obama, Trump y los inicios de Biden. Antes estuvo otros seis años en Oriente Medio. Licenciado en Periodismo por la Pompeu Fabra y con estudios de posgrado en Derecho Internacional, se ocupa actualmente de la guerra en Ucrania. Interesado también en temas de investigación, geopolítica de la energía, cambio climático y economía.
RICARDO MIR DE FRANCIA / CLEVELAND (ENVIADO ESPECIAL)
El programa debutó en pantalla en enero de 2004. “Mi nombre es Donald Trump y soy el mayor promotor inmobiliario de Nueva York. Soy dueño de edificios en todos lados. Agencias de modelos, el concurso de Miss Universo, aviones de pasajeros, campos de golf, casinos y resorts privados como Mar-a-Lago”, decía el magnate, sentado en una de sus limusinas, a modo de introducción. Varios emprendedores en ciernes competían por un trabajo en la Trump Organization y aunque el 'reality show' nunca llegó a ser el programa “número uno” de la televisión estadounidense que proclamaba su presentador, sus millones de espectadores sirvieron para introducirlo al gran publico más allá de la Gran Manzana, de las páginas salmón y las revistas rosas.
Durante las 11 temporadas que estuvo al frente, ‘El Aprendiz’ proyectó a un Trump más certero e infalible en los negocios de lo que demuestran sus cuatro quiebras declaradas –ninguna de ellas personal— para salvar el pellejo tras sendos negocios desastrosos. Y puso también de manifiesto su notable olfato para la cultura popular y los réditos que se pueden extraer de la fama, demostrados ampliamente durante la pasadas primarias, cuando el empresario echó mano de su talento como encantador de serpientes para dominar permanentemente la conversación. “Trump pasó a representar riqueza mezclada con vulgaridad y un hedonismo refrescantemente honesto”, ha escrito su biógrafo, Michael D’Antonio, en ‘Never Enough: Trump and the Pursuit of Success’. “La palabra Trump se convirtió en sinónimo de éxito descarado y autopromoción indecorosa”.
El ‘show de Trump’ vuelve esta semana con la Convención Nacional Republicana, que servirá para confirmar oficialmente su candidatura a la presidencia. El multimillonario neoyorkino ha prometido un “increíble espectáculo”, más parecido a una fiesta de Hollywood que a los áridos programas para yonquis políticos de la cadena CSPAN. Pero la cita de Cleveland llega marcada más por las ausencias. Y no solo de muchos de los notables del partido.
El dinero de Adelson
Más de dos docenas de ricos donantes del partido y multinacionales como Coca-Cola, Visa o FedEx han optado por no asociar su nombre con el de un candidato que ha insultado a los mejicanos, los musulmanes, los discapacitados o las mujeres. Eso ha hecho que el partido haya tenido que pedir seis millones de dólares al rey de Las Vegas, el empresario de los casinos Sheldon Adelson, para cubrir el dinero que ha dejado de ingresar en publicidad. “Durante el último par de meses, la publicidad negativa en torno a nuestro potencial nominada ha hecho que un número considerable de patrocinadores retiraran sus compromisos”, decía la carta publicada por ‘Politico’.
Nadie sabe lo que pasará en la Convención. Los delegados afines a Trump han conseguido blindar las reglas para que ningún otro candidato de última hora pueda desafiar su nominación, pero el movimiento ‘Nunca Trump’ pretende dejar patente su disconformidad con el candidato, por lo que no habría que descartar un espectáculo como el que se vivió en 1964, cuando la facción liderada por el moderado Nelson Rockefeller tomó el escenario para advertir sobre el creciente extremismo que se había apoderado del partido. Antes como ahora, los gestos de apaciguamiento habían fracasado.
Cuando Rockefeller llamó al candidato Barry Goldwater para conceder la nominación, el senador por Arizona y padre el conservadurismo moderno, respondió: “No quiero hablar con ese hijo de puta”. A los delegados negros, se les escupió desde las gradas.
Manifestaciones de toda clase
Imágenes como esas se quieren evitar a toda costa. Dentro y fuera del polideportivo que albergara la convención porque se esperan manifestaciones de todo pelaje. La ciudad se ha blindado ante la expectativa de que concurran en Cleveland desde grupos separatistas negros de extrema izquierda a neonazis. Las permisivas leyes respecto a las armas vigentes en Ohio, complican la situación. Allí es legal llevar un rifle colgado a la espalda y, aunque se ha prohibido la entrada de armas dentro de la Convención, la ley es la ley fuera de ella, donde se escenificarán las protestas y muestras de respaldo a Trump.
El Partido Republicano quiere aprovechar la oportunidad para lavarle la cara a su candidato, presentándolo como el hombre fuerte capaz de tomar las riendas del país en esta era turbulenta. “La Convención llega en un buen momento para pasar la página”, ha dicho el presidente del partido, Reince Priebus. Para Trump será el momento con el que ha fabulado toda su vida. Durante muchos años, la política fue para él poco más que un instrumento para avanzar sus negocios. Desde 1997 cambió hasta en siete veces de partido y donó más de tres millones de dólares a candidatos de ambas formaciones.
Nadie sabe exactamente porqué decidió presentarse en la primavera del 2015 tras amagar en numerosas ocasiones. Solo tres años antes, había barajado la idea, pero acabó respaldando activamente a Mitt Romney. La noche electoral acudió a Boston para celebrar a su lado la esperada victoria. Se equivocó. “Esta elección es una farsa total”, escribió después en Twitter. “No podemos dejar que suceda, el mundo se está riendo de nosotros”. Doce días después de las generales del 2012 acudió a la oficina de patentes y, según el Washington Post, registró el que acabaría siendo su eslogan de campaña: “Hagamos América grande otra vez”, una vieja frase reciclada de Reagan.
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