La reinvención de Jeb Bush

Jeb Bush, durante un encuentro en formato pequeño en New Hampshire de la pasada semana.

Jeb Bush, durante un encuentro en formato pequeño en New Hampshire de la pasada semana.

RICARDO MIR DE FRANCIA / WASHINGTON

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Jeb Bush entró por la puerta de atrás mientras una profesora jubilada lo presentaba con una letanía de halagos. No quiso interrumpir. Pidió silencio y se colocó discretamente en una esquina junto a un cartel con su nuevo eslogan, Jeb lo puede arreglar, presentado la semana pasada para tratar de relanzar su campaña. Camuflado en aquel rincón, con los hombros alicaídos y esperando su turno educadamente, era el mismo político inseguro y anémico que ha decepcionado en los debates y ha dilapidado la condición de favorito con la que arrancó la campaña. Pero fue una primera impresión engañosa. Si algo demostró después es que gana mucho en las distancias cortas.

Para escenificar el regreso que pretenden vender sus asesores, Bush puso rumbo a New Hampshire, el estado donde se abrirán las primarias en febrero y donde suelen ganar los candidatos centristas. Iba a hacer política minorista, como se llama aquí a los eventos en entornos íntimos que propician el roce con los votantes. Apretones de mano en la farmacia. Una barbacoa con votantes indecisos. Visita a una fábrica. El respaldo a su candidatura en las encuestas nacionales no llega al 6%, lo que le sitúa a 20 puntos de Trump. En New Hampshire es del 8%. Pero en la política estadounidense, mientras hay dinero hay esperanza, y el exgobernador de Florida no deja de repetir que John McCain acabó remontando en el 2007 cuando todo el mundo le daba por muerto.

UN REPUTADO ASESOR

Durante toda la semana se ha ido sincerando, como si estuviera en una especie de diván público, reconociendo sus defectos para humanizar su candidatura. «He aprendido a aceptar el simple hecho de que soy imperfecto ante el ojo vigilante de Dios, pero no tengo un problema de autoestima». Esta madrugada se la juega en Milwaukee (Wisconsin), donde se celebra el cuarto debate entre los aspirantes republicanos a la presidencia. Para prepararse, ha contratado esta vez a Jon Kraushar, un reputado asesor de imagen que ayudó a su padre y a su hermano a conquistar la Casa Blanca y que ha trabajado también con los presentadores estrella de la Fox. «Me está diciendo que sea yo mismo, que defienda aquello en lo que creo», le contó a la cadena ABC News.

¿Pero quién es Jeb Bush? ¿Un realista como su padre o un idealista como su hermano? Su equipo de asesores en política exterior está plagado de halcones que trabajaron para este último, el presidente George Bush. Nombres como el neocon Paul Wolfowitz, quien fuera uno de los arquitectos de la invasión de Irak, o Porter Goss, uno de los exdirectores de la CIA que avaló las torturas a los detenidos de la guerra contra el terror. Jeb ha prometido ser diferente. «Es innegable que ser parte de la dinastía no le beneficia», decía a este diario el votante republicano y veterinario de profesión, Steven Pudeaubaugh, en Raymond.

Jeb estuvo el pasado martes en su pueblo, una localidad rural y somnolienta de 10.000 habitantes, donde hay más iglesias que bares y a las siete de la tarde no queda un alma en la calle. Aunque tiene 62 años, meses de dieta rigurosa han conseguido que esté más delgado que cuando fue gobernador de Florida. Calza discretas botas camperas y habla con la camisa arremangada. Unas 70 personas, todas blancas, le escuchan. «Parece tener los pies en la tierra. Yo pensaba que siendo un Bush sería más elitista, pero me ha transmitido cercanía», decía después Pudeaubaugh.

CORAZÓN Y CONVICCIÓN

En la distancia corta, Bush da señales de ser un político sensato y analítico, más enérgico de lo que transmite en televisión y capaz incluso de bromear con eficacia. Frente a unos rivales temerarios e inexpertos, se presenta como el hombre capaz de arreglar los problemas del país: su división social, el caos en Oriente Próximo o la deuda pública. Eso sí, cuando el alcalde le dice que el pueblo necesita ayuda porque no tiene alcantarillado, Bush se planta: «Me temo que no voy a poder arreglar vuestro problema esta noche».

La pregunta que todo el mundo se hace es si va a poder arreglar su candidatura antes de que sea demasiado tarde. «Necesita transmitir en televisión la misma empatía y humanidad que ha demostrado esta noche», opina el alcalde Craig Wheeler. Y como si quisiera negar lo que otros le reprochan, Bush enuncia en alto cómo debe ser su campaña: «Hay que hacer campaña con el corazón, con convicción y con un mensaje optimista que no explote los miedos de la gente. Es la única forma en la que un conservador puede ganar en los tiempos que corren».