«Intentan humillarnos y derrocar al Gobierno»

Muchos griegos sostienen que Europa busca atacar el orgullo y la dignidad griega

Agentes antidisturbios griegos hacen guardia frente al edificio del Parlamento, ayer.

Agentes antidisturbios griegos hacen guardia frente al edificio del Parlamento, ayer.

CLARA PALMA HERMANN / ATENAS

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Dignidad o humillación: una dicotomía central en el discurso de Syriza, pero también el eje en torno al que la mayoría de los griegos -ese 61% que votó no hace una semana- interpretó el referéndum. «Quiero que mi país sea libre, independiente, que no intervengan los extranjeros, aunque sean nuestros acreedores», razonaba Antígoni, haciendo cola delante de un cajero. «Si el Banco Central Europeo quisiera, podría enviar dinero, pero se niegan porque niegan al Gobierno que tenemos», exclamó irritada.

Pero si el resultado del plebiscito fue para los partidarios del no fuente de orgullo nacional, los giros de la negociación de los últimos días se han convertido para ellos en un rosario de humillaciones. Están convencidos de que Bruselas no busca un acuerdo, sino quebrar el espíritu de todo un país.

«No han hecho más que ahogarnos, no han dejado a nuestro Gobierno hacer su trabajo. Lo que quieren es derrocar a Alexis Tsipras», opinó Nikos, un jubilado que defiende que el Ejecutivo está haciendo todo lo posible por mantenerse firme.

«Esto es un golpe de estado silencioso», afirmó Stelios Kouloglou, periodista y diputado en el Parlamento Europeo por Syriza. «Desde el principio la idea era derrocar a Tsipras y poner en su lugar a alguien que cumpla órdenes». Poco antes de la consulta, Kouloglou ya expresó el temor a que, en caso de una victoria del no, aumentaría la presión sobre el sistema bancario. Es decir, los bancos se mantendrían cerrados hasta que Tsipras capitulase, aceptando que los centristas de To Potami y los socialistas del Pasok entrasen en el Gobierno.

"Que no nos pisoteen"

«Lo que está en juego es un intento de humillar a Grecia y a los griegos, o de derrocar al Gobierno», sostuvo ayer Dimitris Papadimoulis, miembro de Syriza y vicepresidente del Europarlamento. Incluso los detractores de Tsipras, que le acusan de no saber negociar, creen que haga lo que haga se le pondrán obstáculos por razones políticas. «Se avecinan elecciones», apuntó Panayiotis, sentado en su quiosco.

En cada uno de sus discursos, Tsipras repite incontables veces la palabra «dignidad». Desde la oposición se le tacha de populista, pero los analistas coinciden en que, a última hora, en el referéndum pesó más el factor emocional que el económico.

«Lo único importante es que no nos pisoteen, que se nos haga justicia. Cada pueblo tiene su soberanía», subrayó indignado el pensionista Stelios. Para muchos, la ofensa es aún más dolorosa viniendo, tal y como interpretan los griegos, de Alemania, que ocupó militarmente el país de 1941 a 1944.

«Europa está haciendo una presión exagerada», remató el quiosquero Panayotis. «Llega un momento en el que tenemos que decir que somos seres humanos, no animales», dijo.