El fin del régimen libio

El horror de la guerra sale a la luz en Trípoli

Decenas de cadáveres aparecen en un hospital controlado por gadafistas

Cadáveres abandonados en el hospital del barrio de Abú Salim, en Trípoli, ayer.

Cadáveres abandonados en el hospital del barrio de Abú Salim, en Trípoli, ayer.

MARC MARGINEDAS

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Eran decenas de cadáveres reblandecidos, hinchados y amorfos, exentos ya de toda humanidad. Debido a su avanzado estado de descomposición, despedían un penetrante hedor a muerte que a duras penas podía soportarse; casi todos vestían el uniforme de las fuerzas gadafistas, eran voluminosos y tenían la piel negra. Se sabe que llevaban varios días postrados sobre las mismas camillas en las que llegaron, siendo abandonados a su suerte en las diferentes estancias del Hospital de Accidentes y Cirugía en el barrio de Abú Salim de Trípoli, escenario, hasta el jueves, de intensos combates entre las fuerzas leales a Muamar Gadafi y los milicianos rebeldes. Puede incluso que muchos entraran en el centro hospitalario agonizantes pero aún con vida, extinguiéndose poco a poco en medio de cuerpos hediondos de compañeros de armas ya fallecidos debido a la falta de cuidados médicos. Los doctores del lugar llevaban seis días sin acudir a sus puestos de trabajo por miedo a los francotiradores del exgobernante libio, quienes mantenían a raya a todo extraño que se acercaba por Abú Salim.

DANTESCO ESPECTÁCULO / Este dantesco espectáculo salió ayer a la luz en Trípoli, ciudad que celebró su primer viernes -día festivo musulmán- sin que ocupara el poder el dictador que ha regido sus destinos durante más de cuatro décadas. El hospital permanecía desde el sábado en manos de las fuerzas lealistas allí atrincheradas, y solo cuando éstas se retiraron, estudiantes de medicina, doctores o simples ciudadanos, pudieron comenzar la ardua y repugnante tarea de envolver los cuerpos en enormes bandas de plástico, acarrearlos entre varias personas y montarlos en furgonetas para su posterior inhumación.

«Todavía no hemos terminado; es que durante seis días, nadie ha venido por aquí», explica Hastim Dhan, estudiante de medicina que, a media tarde, había acudido al lugar a echar una mano pese a su inexperiencia. «Insh allah (Dios mediante) la situación está mejorando en Trípoli», explica. A su alrededor, un puñado de hombres y mujeres anónimos, enfundados en batas blancas y con la boca cubierta por una mascarilla sanitaria, se afanaban en desaguar con fregonas el agua teñida de sangre que se acumulaba en la entrada del hospital, haciéndola descender por la rampa de acceso para las ambulancias.

Muy lentamente, a medida que van cayendo en manos de las fuerzas del Consejo Nacional de Transición las diferentes bolsas de resistencia gadafista en la capital libia, la ciudad va retomando su actividad normal. Pese a que todavía se oyen disparos esporádicos y algunos tiroteos nocturnos, los combates han disminuido de intensidad, lo que refuerza la hipótesis de que el propio coronel no se encuentre ya en Trípoli, sino muy lejos, ya sea en Sirte, donde nació, ya sea en Sabha, en el sur desértico, donde residen numerosos miembros de su tribu, los Qadafa.

Debido a que el peligro que suponen los francotiradores aún es muy real, el Consejo Nacional de Transición no quiso convocar una plegaria multitudinaria en el centro de la ciudad al estilo de las que se celebran semanalmente en Bengasi desde el triunfo de la revolución, pese a que ayer era el día festivo de los creyentes musulmanes. En su lugar, las diferentes mezquitas de Trípoli celebraron unas poco concurridas plegarias en las que los imanes instaron a los fieles a colaborar con los nuevos amos del país norteafricano. «Limpiad las calles», conminó Mohamed Gait, imán de una mezquita en el centro de Trípoli, a unas pocas decenas de fieles de sexo masculino. El triunfo revolucionario es visto con mucho más recelo en Trípoli que en la rebelde Bengasi. El oeste del país ha sido tradicionalmente beneficiado por la dictadura gadafista. No pocos ciudadanos aquí desconfían de las intenciones de un movimiento nacido en una región rival.