EL ESPEJO DE LA GUERRA DE LOS BALCANES

Cuando Catalunya refugió a Sarajevo

Recepción de jóvenes bosnios en el Ayuntamiento de Barcelona, en el 2000.

Recepción de jóvenes bosnios en el Ayuntamiento de Barcelona, en el 2000.

CARLOS MÁRQUEZ DANIEL
BARCELONA

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Seguro que recuerdan el barco que cruzó el Estadi Olímpic durante la inauguración de los Juegos del 92. La Fura dels Baus encandiló al mundo con su montaje, pero enamoró a una ciudad en concreto, Sarajevo, al lanzarle un guiño que pasó desapercibido para el gran público. Dentro del navío pudo verse a un hombre ensangrentado que flotaba entre los brazos de los marineros. No fue fácil convencer a Samaranch de aquello, pues el COI siempre quiso evitar cualquier posicionamiento político. El personaje en cuestión nada tenía que ver con la recreación mitológica del nacimiento de la ciudad. Era, en realidad, un abrazo de Barcelona, que pasaba por el mejor momento de su historia, a Sarajevo, inmersa en un conflicto que se alargaría durante más de tres años.

Aquello no fue más que un gesto -muy de actualidad si se tiene en cuenta la campaña de la plataforma Mare Mortum-, pero ayuda a entender la oleada de solidaridad que vendría después. Catalunya se volcó con las víctimas de la desmembración de la antigua Yugoslavia, sobre todo con los habitantes de la hoy capital de Bosnia-Herzegovina. Fueron muchas las oenegés, ayuntamientos y familias que se movilizaron para ofrecer un hogar a cuantas personas se pudiera alejar del conflicto. El alcalde Pasqual Maragall, que intentó, en vano, recuperar el espíritu de las 'polis' griegas, que detenían la guerra durante las Olimpiadas, impulsó la campaña'Sarajevo depende de ti', bajo el lema, recuerda Manel Vila, su mano derecha en temas de cooperación, "mientras los políticos no se ponen de acuerdo, miles de personas están indignadas". Poco después de que en noviembre del 95 se firmara la paz de Dayton, el alcalde le dio la razón al concepto 'maragallada' al nombrar Sarajevo Distrito 11 de Barcelona, lo que permitía dotar al proyecto de recursos y equipo propios. Vila era el gerente y el objetivo del plan era "ayudar en todo lo posible en la reconstrucción". Así fue hasta su disolución, en el 2001.

ACTUAR SIN PENSAR

En esos casi cuatro años de contienda, más de 2.000 víctimas de la guerra recalaron en Catalunya, calcula Vila, que el pasado enero fue nombrado Ciudadano de Honor de Sarajevo. Y no se generó el enconado debate que hoy sobrevuela la oleada de refugiados sirios y, en menor medida, ucranianos en Europa. "Entonces la gente actuó sin pensar demasiado, solo teniendo en cuenta que había personas que les necesitaban", recuerda. Uno de los primeros autocares lo fletó el Centro Internacional Escarré para las Minorías Étnicas y las Naciones. A las pocas semanas de que llegaran, recuerda Rosa Martí, exalcaldesa de Parets del Vallès (1979-90) y diputada del PSC en las legislaturas de 1988 y 1992, "aparecieron en la prensa local del Vallès anuncios para buscar ciudadanos dispuestos a acoger a familias en sus casas". Llamamiento en los periódicos; una iniciativa que hoy suena tan increíble como imposible. Viene a la cabeza el incipiente plan de las ciudades refugio, pero entonces era al revés, esto es, era una entidad la que buscaba apoyo, no la ciudadanía la que daba el paso. La propia Martí acogió durante cuatro años a cinco miembros de una misma familia.

REPARTO Y AYUDA

El éxito fue absoluto. Y no solo en alojamiento. Vila se acuerda de los dos pabellones que se llenaron de ayuda humanitaria y de las cuentas corrientes que rebosaban generosidad de los catalanes. En aquellos tiempos, la Administración ponía los camiones y las entidades sociales, junto con la población, se encargaban de los refugiados. Los ayuntamientos les empadronaban, lo que les daba derecho a la educación y la sanidad. Una máquina de solidaridad que solo se puso en entredicho, recuerda Martí, "muy al principio, cuando los bosnios entraban en el país sin papeles y el Gobierno se enfadó un poco".

"Nunca nadie se preguntó si había dinero del Estado para pagar todo aquello, se hicieron cargo los consistorios, las oenegés y los particulares que echaron una mano como pudieron", apunta Vila, que ahora promueve la fundación Distrito 11 City to City, que busca exportar el modelo de ayuda a Sarajevo a otras ciudades del planeta con necesidades, así como recuperar la memoria de solidaridad en los conflictos.

En aquellos años, rememora, era más fácil gestionar la ayuda "porque en Bosnia existían interlocutores". "Esto se echa de menos en el conflicto de Siria, ya que al no tener un representante acreditado, se hace mucho más difícil gestionar la solidaridad". Y un detalle importante, muy pocos o ninguno de los que llegaron de los Balcanes tramitaron su condición de asilados porque era algo de lo que no se había hablado en Europa desde los años 40. Regularizaron su situación a través del trabajo o el amor. Unos 400 no volvieron a Bosnia. No solo porque Sarajevo era sinónimo de dolor. Sino porque Catalunya lo era de refugio.