Dilma Rousseff en su laberinto

Abel Gilbert

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La Copa Confederaciones se ha convertido en la Copa Manifestaciones, según el humor popular brasileño. Si realmente se trata de "algo que está en juego", entonces hay un perdedor. Dilma Rousseff lo ha advertido después de la séptima irrupción de las multitudes en las calles y el latente riesgo de un desborde incontrolable. Su figura ha caído ocho puntos en las encuestas realizadas en medio del olor a gas lacrimógeno. No es este tiempo de pensar en reelección, imaginada hasta hace poco semanas como un trámite. El presente quema como un hierro caliente. Y por eso ha convocado de urgencia para este viernes a una reunión con sus principales ministros. El encuentro tendrá lugar en el palacio de Planalto, Brasilia, muy cerca de las escenas de combate entre los indignados y las fuerzas de seguridad durante las sucesivas noches de una semana que se imaginó luminosa, como efecto benéfico del espectáculo futbolístico, y ha terminado de manera negra, con destrozos, heridos, contusos y un muerto. "Tensión nacional", titula la revista 'Istoé'.

Rousseff acaba de cancelar su viaje a Japón "en razón de los eventos actuales", según se ha explicado crípticamente. Brasil la retiene. Ella está en un brete con forma de laberinto. No es solo el Movimiento Pase Libre (MPL) el que ha ganado el espacio público para protestar, primero, contra el aumento del transporte y, de esta manera, abrir la puerta para que se ponga en discusión un modelo de ejercer el poder, pensar el Estado y distribuir los beneficios de la economía. Ha logrado que se dé marcha atrás con el aumento de las tarifas. Pero le piden muchas cosas. Y no solo los jóvenes sin afiliación política. Un sector del propio Partido de los Trabajadores (PT), es decir, el sostén político de la presidenta, se ha sumado a las manifestaciones mientras los aliados de centroderecha del Gobierno en el Congreso observan con estupor tanto ese viraje como lo que leen en las redes sociales y ven por las ventanas de sus despachos o la televisión. ¿Qué es esto?, se preguntan. ¿A dónde nos conduce?, ¿A un nuevo Tiananmen? ¿A Tlatelolco en 1968? ¿A Ankara? Cada escenario hipotético provoca nuevas pesadillas.

A través de un comunicado, la agrupación fundada por Luiz Inácio 'Lula' da Silva "saludó" a los jóvenes que se movilizan y dijo estar seguro de que "el movimiento sabrá lidiar con los actos de vandalismo y violencia, con el fin de que no sirvan de pretexto a las tentativas de criminalización por parte de la derecha". Todo esto, ha apuntado en el semanario 'Veja' Reinaldo Acevedo, uno de los analistas más leídos, está forzando "un reciclaje del 'petismo' por la izquierda: invita al partido a una suerte de vuelta a los orígenes, introduce un aire fresco del cual el partido estaba distante desde que se tornó una gigantesca burocracia de ocupación de Estado".

Debate en el PT

El gobernador del estado de Bahía, Jaques Wagner, una de las figuras del PT, ha criticado la adhesión de su partido a la protesta. "Tenemos una responsabilidad con la nación", ha dicho. Ha considerado "correcto" que la mayor agrupación de izquierda de América Latina, que llegó al poder en el 2003 después de perder tres elecciones consecutivas, no sea hostil a los manifestantes. "Pero no puede sumarse a una cosa difusa. Tengo miedo de esa glamurización". El PT, sostiene, tiene que organizar y canalizar las demandas sociales. "¿Por qué se está protestando? ¿Cómo viabilizar los reclamos?". De lo contrario, ha advertido, esto se convertirá en Woodstock. La comparación entre las marchas de Sao Paulo, Río de Janeiro, Recife, Brasilia Minas y aquel festival de "amor y paz" que se realizó en 1969 en las afueras de Nueva York no parece ajustarse a la realidad.

Danilo Camargo, integrante de la Comisión de Ética del PT, ha escrito en las redes sociales lo que ha sonado como una respuesta al ala partidaria que ve con temor a las manifestaciones. "Vean qué lindo, nuestra militancia llevando color a la avenida Paulista". Es tiempo de que Lula, que ya se ha reunido reservadamente con Rousseff, tome la palabra. ¿Lo escucharán?