EL DESAFÍO DEL YIHADISMO

El califato del terror

EUGENI GARCÍA GASCÓN
JERUSALÉN

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Al cabo de casi 100 años del acuerdo Sykes-Picot por el que Londres y París se repartieron Oriente Próximo, el Estado Islámico (EI) no dibuja como se hizo entonces las fronteras con una pluma en un despacho, sino con armas sobre un territorio, y obligando a sus nuevos súbditos a acatar una interpretación estricta de la sharia o ley islámica. De momento, ha borrado la frontera entre Siria e Irak y ha acelerado los anhelos independentistas en el Kurdistán

«Aquí hay dos cuestiones distintas», explica Mordechai Kedar, profesor de estudios islámicos en la Universidad Bar Ilan de Tel-Aviv, un centro judío ortodoxo muy conservador. «Asistimos a un fenómeno al que cada día se suma más gente y corremos el riesgo de que se extienda a países como Jordania, Arabia Saudí y el Líbano; sin embargo, me parece que Occidente no permitirá un nuevo Estado terrorista como no lo permitió en el caso de Afganistán. Resumiendo, creo que estamos ante un cometa que ha llegado rápidamente a la región pero que también caerá muy pronto».

Un régimen como el del flamante califa Abu Bakr al Bagdadi, líder del EI, que se guía por el terror, no podrá prosperar a medio o largo plazo. Las ejecuciones, las matanzas no solo de chiís sino también de sunís desafectos, la amputación de manos a los ladrones, la prohibición de bebidas alcohólicas o la imposición a las mujeres de una indumentaria «modesta» harán que el sistema no aguante si no se suaviza sensiblemente como en los casos de Arabia Saudí o Hamás, algo que no parece probable en el caso de Bagdadi.

'BUENOS' Y 'MALOS' / El EI ha recuperado uno de los conceptos más reaccionarios del islam, el de takfir o excomunión, que permite a los «buenos musulmanes» excomulgar a los «malos musulmanes»; es decir, a quienes no comparten la aplicación estricta de la sharia y es lícito matar. El concepto de takfir estuvo en boga en Egipto a finales del pasado siglo en el seno de organizaciones yihadistas marginales, algunas de las cuales surgieron de los Hermanos Musulmanes, pero está muy desacreditado entre el grueso de los musulmanes. Su restauración no es bien vista en países que temen que la religión se mezcle con la política más de lo que se considera estrictamente necesario.

Los teóricos islamistas llaman «islam político» al que representan los Hermanos Musulmanes. Se trata de un islam que no se subordina al poder establecido, y considera irrelevante y hasta pernicioso hablar de democracia liberal puesto que es ajena a esa sociedad. Cuando el Gobierno no es islámico, los musulmanes deben actuar para cambiarlo y hacerlo islámico, puesto que para sus seguidores el islam contiene las directrices necesarias para que los gobiernos se guíen por ellas.

El EI se adhiere a esa misma doctrina pero va mucho más allá. Durante los últimos años, el EI ha llevado a cabo miles de atentados y ataques, muchos de ellos indiscriminados con el fin de causar una guerra civil entre religiones en Irak y Siria y provocar una gran fitna o «disensión», una guerra de la que salga victoriosa la corriente suní, mayoritaria en el islam, en detrimento de chiís e incluso de sunís tibios.

EEUU puede vivir perfectamente con una inestabilidad crónica pero controlada en la región, y así lo ha hecho durante muchos años, aunque la inestabilidad ponga nerviosos a países sunís que paradójicamente han ayudado a crear el monstruo del EI a causa del odio mortal que sienten hacia chiís y alawís. Al fin y al cabo, una inestabilidad endémica pero controlada juega a favor de los intereses políticos, económicos y militares de Washington.

Muchos musulmanes que simpatizan con el EI han comparado la fulgurante expansión del califato de Bagdadi con la rápida expansión del califato tras la muerte de Mahoma en el siglo VII. Sin embargo, la sorprendente expansión del inicio del islam difiere de esta en que la potencia militar de EEUU y sus aliados no está en decadencia como la de los imperios limítrofes con la península arábiga en aquella época.

En cualquier caso, el nuevo califato, que es una consecuencia de la disparatada política de Washington en Oriente Próximo, va a causar mucho daño mientras dure en lo tocante a las libertades personales de millones de musulmanes. H