LA CONMOCIÓN

El 11-M holandés

Holanda, de luto, enfrenta, consternada, una de las mayores tragedias colectivas recientes

MONTSE MARTÍNEZ

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Poco dado a mostrar sentimientos en público, el pueblo holandés masticaba su dolor sin aspavientos, hacia adentro. Eso sí, con flores y alguna lágrima, pocas, contenidas. Holanda, a media asta en toda su extensión, empezaba ayer a encajar, todavía incrédula, una de las tragedias colectivas más importantes de su historia reciente. Casi dos terceras partes de los pasajeros que volaban en el avión abatido eran holandeses. Un total de 189 compatriotas, de entre los 298 malogrados ocupantes, se desintegraron en el aire dejando a la nación sumida en esa particular consternación que genera la muerte en masa.

Arthur Laumann, holandés, era el vivo reflejo de ese sentir colectivo cuando, a media mañana, se acercó al mostrador de Malaysian Airlines en el aeropuerto internacional de Schiphol, en Ámsterdam, para depositar un ramo de flores junto a la foto de su amigo indonesio Wayan Sujana, al que, según aseguró haber confirmado, no volverá a ver. Estaba abatido pero Arthur mantuvo la compostura en todo momento. «Espero que el mundo al que vayas sea mejor que este»: era el deseo que acompañaba a la fotografía del amigo muerto. De soslayo, Samantha, filipina de 16 años, miraba la escena mientras hacía cola para facturar su equipaje con destino a Manila. «Estoy tranquila porque cuando pasa una desgracia así, tarda tiempo en repetirse», argumentaba la joven que, sin embargo, también se reconocía impresionada.

El tufo de la tragedia 

Leon Warnies, agente de aduanas, y Garder, que estuvo atendiendo a muchos pasajeros del vuelo siniestrado que reclamaban el retorno de impuestos por compras realizadas en el país, también interrumpieron su trabajo para dejar flores en la puerta de salidas. Recordaban conversaciones, caras, vidas que horas después se apagaron.

Era, cuanto menos, extraño el ambiente ayer en el aeropuerto de Schiphol donde el relax de viajeros en tránsito vacacional se veía contaminado por un tufo de tragedia. Sensaciones que en nada enturbiaron el normal funcionamiento de un aeropuerto que ayer vivió uno de sus días punta de tránsito.

Con profunda consternación pero con comedimiento y firmeza, se dirigió el primer ministro holandés Mark Rutte a conciudadanos y al mundo. «Queremos una investigación independiente», dijo el líder holandés para, a renglón seguido, asegurar que no descansará hasta que los culpables sean juzgados. Investigadores de los Países Bajos, apoyados por Francia, entre otros, ya han volado a Ucrania.

El primer ministro tuvo palabras de condolencia para las familias de las víctimas que, alojadas en un hotel de las inmediaciones del aeropuerto, esperaban, ya sin esperanza ninguna, el avance de las identificaciones.

Protección de los familiares

Un férreo control policial en la puerta del hotel garantizó a las familias atravesar este duro momento aislados del foco mediático. No en vano, el cuidado celoso de la intimidad, especialmente en situaciones de estas características, también forma parte de la idiosincrasia del país. Fue un portavoz de la compañía siniestrada Malaysian Airlines el que explicó que muchas de estas familias han expresado su voluntad de viajar a Ucrania para vivir más de cerca el proceso de identificación y repatriación. La compañía no solo trabaja en ello sino que ha puesto a disposición de cada familia 5.000 dólares para hacer frente a los gastos que puedan generar de forma inmediata.

Y entre los fallecidos, algunas personas con más proyección pública y decenas de anónimos. Glenn Thomas, portavoz de la Organización Mundial de la Salud (OMS), y la eminencia mundial en tratamiento del sida Joep Lange, engrosan la lista de víctimas mortales junto a otras personas que, en algunos casos, eran todos de la misma familia. Cada número, la historia de una vida. Hasta 298. 

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