Aduriz se estrena fuera de Mugaritz

Después de años y años rechazando ofertas de todo pelaje,Andoni Luis Adurizha dicho sí a una: ha aceptado el cargo de director gastronómico del restaurante del hotel LeDomaine que Abadía Retuerta puso en marcha hace medio año. El lujoso establecimiento de Sardón de Duero (Valladolid), que ocupa la abadía del siglo XII que da nombre a la pujante bodega pegadita al Duero y que está rodeada de viñas de tempranillo, logra un fichaje estelar: uno de los mejores cocineros del planeta. Ahí están las dos estrellas Michelin que posee por el restaurante Mugaritz (Errenteria), el tercero del mundo según la revistaRestaurant.

El cocinero vasco nunca había mirado más allá de sus fogones, y no por falta de propuestas en estos 15 años en Mugaritz. «He llegado a tener una al mes, pero o no estábamos preparados o el proyecto no era el nuestro. ¿Qué me ofrecían a menudo? Solo dinero». En cambio, el trabajo que acaba de aceptar le vuelve loco al insobornable chef: «Aquí hay arte, historia, cultura, serenidad... Todo es auténtico. Cada vez que vengo acabo conmovido», confiesa.

Aduriz es la guinda de un proyecto de primer orden, ya que los responsables del hotel querían a un número uno. Y el guipuzcoano da el perfil deseado por su apreciado trabajo en Mugaritz, donde sublima el naturalismo culinario. Una filosofía que encaja como un guante en un establecimiento quenacede la tierra, de las viñas. Una apuesta contundente, en fin, por el maridaje entre vino y gastronomía.

DESDE VERANO / Aunque ayer fue presentado,Aduriz trabaja en LeDomaine desde verano, cuando aceptó el reto. Sin saberlo, los huéspedes del reconstruido edificio religioso (este monumento de interés nacional era una ruina hace siete años) estaban probando los platos que ha ido afinando el cocinero. Suya es la nueva carta,suyoes el chef que estará al frente de la cocina,Pablo Montero,y suyo es parte del equipo de cocina.

Su creativa propuesta se basará en el producto, en este caso, en el que ofrece Sardón de Duero y alrededores: el lechazo, el conejo, las verduras, la leche de oveja... Los platos se riegan con vinos de Abadía Retuerta, claro, y se disfrutan como una experiencia religiosa. De una de las paredes del antiguo refectorio cuelga un fresco del siglo XVII que representa la Última Cena.