ACTOR CON VELEIDADES ARTÍSTICAS

Shia LaBeouf, el hombre espectáculo

Shia LaBeouf no deja de dar la nota. Por si su cine y su atolondrada vida no bastaran, el antiguo ídolo juvenil se ha volcado en el arte de la 'performance'

Shia LaBeouf, el hombre espectáculo

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RICARDO MIR DE FRANCIA

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En esta época de ilimitada fascinación por cualquier becerro de oro, los actores de Hollywood inundan nuestra telerrealidad con sus rupturas de pareja, sus atormentadas adicciones, sus excentricidades o su activismo por causas más o menos nobles. Entre todos ellos, puede que Shia LaBeouf sea uno de los más originales. Además de pelearse con Alec Baldwin días antes del que iba a ser su debut en Broadway o de ser arrestado por pegarle collejas al público durante una representación de 'Cabaret', el actor de 'Transformers' y 'Nymphomaniac' se ha convertido en una especie de agente provocador con sus 'performances' artísticas, que tienen al personal algo desconcertado. No se sabe si busca publicidad o una reflexión sobre la banalidad de la fama, pero su empeño es admirable.

Hace solo unos días pergeñó su último golpe. Aprovechando una invitación para hablar ante la Oxford Union, la más famosa sociedad de debates de la prestigiosa universidad, se encerró durante 24 horas en un ascensor junto a sus dos colaboradores e invitó a los estudiantes a que le acompañaran un rato. Una cámara graba como entran, pero después solo se escucha el sonido. Un estudiante le enseña la minga, otra se echa a llorar y lo abraza fascinada, otro le pide que le pegue una bofetada. Hablan de cine y de la situación política en Dakota del Sur. ¿La intención del experimento? «Que sus voces colectivas puedan formar parte de un discurso extendido, expansivo e igualitario ante la Oxford Union», explicó en un comunicado junto a Nastja Rönkkö y Luke Turner.

INFANCIA HIPPY

Hijo de un veterano de Vietnam y una bailarina y diseñadora de joyas judía, LaBeouf se crio en Los Ángeles y tuvo una infancia «bastante hippy y feliz», según ha dicho, a pesar de las estrecheces económicas y los problemas con las drogas de su viejo.

Pero supo buscarse la vida. A los 17 años ganó un Emmy por su papel en una serie de la factoría Disney y a los 18 se estrenó en el cine. Empezó haciendo comedias y películas juveniles como 'El misterio de los excavadores' para adentrarse luego en la ciencia ficción ('Yo, robot') o el 'thriller' ('Disturbia'). Con el taquillazo 'Transformers' se hizo millonario y famoso para el gran público. Trabajó con Spielberg en 'Indiana Jones y el reino de la calavera de cristal'; con Oliver Stone en la segunda parte de 'Wall Street', y con Lars Von Trier en la primera de 'Nymphomaniac'.

Para entonces, su vida ya era intensamente caótica. En el 2013 tuvo que pedir perdón por plagiar la obra del dibujante de cómics Daniel Clowes en su tercer cortometraje como director, 'Howard Cantour', que fue proyectado en Cannes. Agobiado por las críticas anunció poco después en las redes sociales que se retiraba de la vida pública, pero no tardó en reaparecer durante el Festival de Berlín del 2014, al que acudió para presentar el polémico filme de Von Trier con una bolsa de papel en la cabeza en la que podía leerse «ya no soy famoso». Había entrado en lo que él mismo definió como «una crisis existencial» y recurrió al arte para canalizar sus emociones.

ENGANCHADO AL ALCOHOL

«Me volqué en las 'performances' porque no podía encontrar otra plataforma o disciplina para la expresión individual, para presentarme a mí mismo», le dijo a 'Variety' el año pasado. Los montajes se sucedieron, al tiempo que trataba de desengancharse del alcohol. Primero aquel de '#ImSorry', para el que se encerró en una habitación con la bolsa de papel en la cabeza. El público hizo hasta siete horas de cola para verlo. De vez en cuanto, se quitaba la bolsa y lloraba en silencio.

Un año después se encerró a ver todas sus películas en un maratón de 72 horas. Un cámara filmaba sus expresiones faciales y las retransmitía por internet. Riendo, llorando, dormido, sorprendido, comiendo… Entre medio, rodó un vídeo musical presentándose como un «caníbal» y puso en marcha '#TouchMySoul'Durante cuatro días, respondió a las llamadas de cualquiera que quisiera contarle algo emocionante. Lo más paradójico de todo es que con su arte trata de denunciar la deshumanización de la fama, pero cuanto más monta el número más famoso se hace.