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Eva Perisé: «Yo soy fan del Pirineo, lo defiendo a vida o muerte»

Relatos, fotografías y las visitas guiadas al Museu Hidroelèctric de Capdella aferran su orgullo pallarés

Eva Perisé, en La Pobleta de Bellveí.

Eva Perisé, en La Pobleta de Bellveí.

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Carme Escales
Carme Escales

Periodista

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Una vieja caja de cartón que en su día había contenido galletas guardó durante más de 80 años 172 fotografías en una casa de payés de la Vall Fosca. Eran retratos de vecinos de ese valle del Pallars Jussà en plaquetas de vidrio conservadas entre hojas de calendario y que un día alguien decidió entregar al Museu Hidroelèctric de Capdella. Eva Perisé (Castell, 1970) las recibió. En sus manos, el pasado de su valle latía en primera persona. Digitalizadas e impresas en lona a gran tamaño presiden hoy el exterior de las casas. Ahora esos rostros auténticos custodian los hogares que habitaron, vecinos de antaño que con la mirada saludan al transeúnte.

¿Qué sintió cuando abrió la caja?

Me quedé muerta. Y más al reconocer a mi abuela en la tercera fotografía. Pensé: 'Dios existe', porque es un milagro que estas fotos hayan llegado al museo. Normalmente acaban en manos de marchantes de arte o de vendedores en mercados de anticuarios.

En cambio ustedes las comparten al máximo. ¿Cómo surgió la idea de exponerlas en la pared exterior de las casas?

Una persona mayor, al comentar que haríamos una exposición convencional en una sala del museo, se lamentó, comentó que parecería que echásemos a toda esa gente de casa. Y entonces pensamos en la fachada de la casa donde nació o vivió cada persona.

¿Se han identificado todas?

Hasta ahora, unas 116 de las 172. Hicimos una llamada en las redes sociales y con ellas impresas en los 19 pueblos de la Vall Fosca. Son de los años 36, 47 y 56, todas del fotógrafo suizo Fritz Ritz. Es un material etnográfico bestial que ha movido muchas emociones. Luego recuperamos fotos de otros dos fotógrafos Pere Piqué y Rafel Marsol. En un valle tan pequeño –hoy 754 habitantes– convivieron tres fotógrafos.

¿Qué siente caminando entre las fotos?

Siento orgullo de pertenecer a este valle, y paz, porque la mirada de esos antepasados fotografiados son sosegadas, tranquilas, las de gente en paz consigo misma. Ahora dan vida al pueblo, moriremos viejos pero no tristes. A veces siento nostalgia de no haber conocido su época y circunstancias.

El Museu Hidroelèctric habla de ello, la Vall Fosca que hizo llegar la luz a pueblos y ciudades (www.vallfosca.net).

Sí. Hace 100 años enviábamos energía a las ciudades, después enviamos mano de obra y hoy somos espacio de ocio para urbanitas. Yo defiendo a vida o muerte esta tierra, solo soy fan del territorio pirenaico. Para mí lo mejor de un viaje es volver a casa. Fue una barbaridad cerrar las corresponsalías de medios aquí, como apagarnos la voz. Pero seguimos hablando de otras maneras como con esta muestra fotográfica al aire libre, 'Caçadors de mirades' –se podrá ver hasta el 31 de diciembre– o el concurso 'Microrelats de la Vall Fosca', 300 palabras inspiradas en nuestro valle. En las cimas de nuestras montañas más altas, la gente deja escritos sus pensamientos, por qué no invitarles a hacerlo en forma de relato breve.

¿Qué nos cuenta el relato real de la vida diaria en la Vall Fosca?

Está hecha de pequeñas contribuciones que son las que nos hacen crecer, como personas, como pueblo y como territorio. El Planeta es inmenso, pero su cuidado empieza en el rellano de casa, barriendo, apartando con una pala la nieve, acompañando a una vecina al médico, o saludando a los niños de camino a la escuela. Bienvenidos sean visitantes y turistas, entre todos debemos preservar el territorio, el esfuerzo debemos hacerlo todos en común.

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¿Cómo vive su experiencia en la ciudad?

La urbe me engulle, se me come. Salí de mi entorno rural para ir a estudiar y luego sentí la necesidad de regresar a reconocerme en el lugar al que pertenezco. Tengo mucho sentido de identidad y pertenencia.