Contrapunto

El escaso margen del nuevo Govern

SALVADOR SABRIÀ

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E l nuevo Govern de la Generalitat que relevará al tripartito deberá administrar una herencia difícil, marcada a la vez por la escasez de ingresos, la deuda más elevada de todas las autonomías (en cifras absolutas) y unas necesidades de la población de su territorio también de las más altas de España. Según los últimos datos del Banco de España de la deuda de las administraciones públicas, en el tercer trimestre de este año la Generalitat debía 30.304 millones de euros. Utilizando la misma fuente de información, la deuda que heredó Pasqual Maragall a finales del 2003 ascendía a 10.918 millones. En los siete años del Gobierno tripartito, se ha triplicado. Aunque sería más ajustado a la realidad explicar que la deuda se disparó realmente con la llegada de la crisis económica. A finales del 2007 estaba situada en 14.863 millones de euros, menos de la mitad que la actual.

Es posible que se puedan gestionar mejor las cuentas públicas, pero hay varios factores que se han producido durante estos años que parecen indicar que si se quiere mantener el gasto social no hay excesivo margen para la variación. En los tres primeros años del tripartito, la plantilla de personal al servicio de la administración y del sector público catalán aumentaba a un ritmo de entre el 5% y casi el 8% anual. Y todavía era insuficiente para cubrir las necesidades del aumento de población. Los años de crecimiento económico tienen en su base un incremento muy significativo de la población inmigrante, cuyos sueldos más baratos sirvieron al sector privado para lograr grandes ganancias, pero a la vez provocaron un aumento del gasto público para atender sus necesidades. Entre el 2003 y finales del 2009 la población catalana ha pasado de 6,7 millones de habitantes a 7,5 millones y casi 700.000 de estos 800.000 habitantes más eran inmigrantes. Cuando la actividad económica ha caído, las necesidades de la población se han mantenido e incluso incrementado y las plantillas de empleados públicos no han variado (han frenado su crecimiento, eso sí) mientras que muchas fuentes de ingresos públicos casi se han cerrado.

También durante los años de bonanza se ha producido otro fenómeno con consecuencias cara al futuro. Se han puesto en marcha muchas obras públicas e infraestructuras de gran envergadura previstas desde hacía años, con unos presupuestos que no se ajustaban a la realidad y que han provocado desviaciones de gastos multimillonarias.

La suma de todo ello es una situación que provoca, como mínimo, inquietud, y que el nuevo Govern deberá lidiar de la mejor manera posible. Conscientes de ello, los políticos con posibilidades de gobernar se han abstenido más que nunca en la reciente campaña electoral de realizar promesas concretas.