Monica Bellucci: "La belleza es comer bien, reír mucho y hacer el amor la mayor cantidad de veces. Lo demás son tonterías"

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monica bellucci / periodico

NANDO SALVÀ

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Encabezar la típica lista de las Mujeres Más Sexis es algo tan frecuente para Monica Bellucci como para la mayoría de mortales lo es comer caliente, y no hay artículo sobre la actriz italiana en la prensa que no haga mención a lo absurdamente bella que es. En concreto, cada vez más con el paso del tiempo, a lo absurdamente bella que es a su edad. Considerando que se trata de un enfoque sin duda frívolo y con toda probabilidad sexista y, sobre todo, que constatar el atractivo de los profesionalmente atractivos resulta bastante aburrido, esta podría ser la ocasión perfecta para escribir algo distinto. Pero no lo será. A petición, ojo, de la propia interesada.

“Tenemos que hablar de ello, es muy importante”, replica Bellucci, impecablemente acomodada en el sillón de su lujosa suite londinense, tan pronto como se le invita a quejarse por esas muestras de pereza periodística. “Porque muchas mujeres de 50 años se sienten invisibles frente a los hombres, y no debería ser así. En cuanto nosotras ya no somos capaces de tener hijos, la sociedad nos margina”. Habla con contundencia pero con dulzura, casi ronroneando, sin dejar de gesticular ni sugerir artificio alguno. “Es completamente ridículo. Las mujeres maduras tenemos mucho que dar. Somos inteligentes, somos sensibles y, sí, somos sensuales. Y para que tengamos confianza en nuestra capacidad, tenemos que hablar de ello”.

EDUCADA EN UN MUNDO "DOLOROSAMENTE MACHISTA"

En ese sentido, añade sin apenas tomar aire, considera que sus orígenes la convierten en la portavoz idónea. “Yo vengo de una cultura en la que hasta hace 50 o 60 años, un marido que asesinaba a su esposa no iba a la cárcel porque el suceso se consideraba un crimen pasional. Y de un país en el que, hasta hace relativamente poco, la virginidad todavía era casi un requisito para llegar al matrimonio. Fui educada en un mundo dolorosamente machista”. 

Bellucci posó desnuda y embarazada para la portada de la revista 'Vanity Fair', dos veces, para protestar contra la legislación italiana que prohíbe las donaciones de esperma. ‘’Es importante que reclamemos nuestros derechos, pero que nuestra voz se oiga no basta. Eso no sirve para cambiar nada, sobre todo si nadie escucha. Solo adquiriremos poder real cuando no tengamos la necesidad de quejarnos”.

Cierto, pero ¿no resulta frustrante para una actriz madura tener que contestar una y otra vez qué es lo que come para mantener la línea? Después de todo, a Sean Penn nadie le pregunta por su edad ni por sus trucos de belleza. “No me parece una comparación adecuada porque la igualdad es una patraña”, replica. “La organización del hogar y la educación de los hijos siguen recayendo en mayor medida en las mujeres. Y no me parece mal que así sea”. El problema, prosigue, es que el cuerpo de la mujer tiene una lógica particular, y en casi todo el mundo esa lógica se niega. “Se da por hecho que, para poder tener las mismas oportunidades que los hombres, tenemos que convertirnos en hombres. ¡Pero no somos hombres! A mí me encantó dar el pecho a mis hijas, fue una de las experiencias más enriquecedoras de mi vida. Pero si en lugar de ser actriz trabajara en una oficina o como cajera, posiblemente no podría haber disfrutado de ella en condiciones”.

“La organización del hogar y la educación de los hijos siguen recayendo en mayor medida en las mujeres. Y no me parece mal que así sea”

Llegados a este punto, y puesto que ella misma ha dejado clara cuál es el tipo de charla que prefiere tener, podemos decirlo sin cargo de conciencia: Monica Bellucci es en efecto absurdamente bella, con esa melena negra que a menudo barre hacia uno de sus hombros, y esos ojos negros –lo más parecido a la joyería que luce para la ocasión— y ese vestido negro y ese escotazo. Y los 51 años recién cumplidos de algún modo la hacen parecer más viva, en tanto que los trazos le humanizan el rostro. Es como si el símbolo se hubiera hecho carne y hueso aunque, que quede claro, sin dejar de exhibir el tipo de 'sex appeal' que haría a las mismísimas Sophia LorenClaudia Cardinale y Gina Lollobrigida correr a retocarse la sombra de ojos. “No querría volver a tener 20 años por nada del mundo”, asegura. “Soy mucho más feliz ahora, porque en el pasado estaba llena de inseguridades sobre quién soy y en quién puedo convertirme. Ahora ya sé quién soy, y eso se refleja en mi rostro”.

Se detiene y, durante un segundo y una sonrisa cómplice, parece decidir que le va a facilitar la labor al que hace las preguntas. “No he usado el bisturí porque las arrugas son como las huellas del tiempo, y si las borrara no sería capaz de reconocerme. Corregir tu apariencia responde al empeño inútil de ajustarte a una norma inalcanzable”. Vuelve a apartarse el cabello del rostro, y su maquillaje es tan sutil que podría haberle llevado cinco minutos o cinco horas. “Eso sí, si veo una cara bien operada pienso: ‘¡Qué maravilla!’. Pero, lamentablemente, no abundan”.

Hay algo casi político en el modo en que Bellucci presenta su físico para el consumo público, intacto en su potencial seductor y a la vez orgullosamente matizado por la edad. Si el año pasado protagonizó la campaña publicitaria de la línea de maquillaje de Dolce & Gabbana –la industria de cosméticos, recordemos, es aún más notoria que la de la moda a la hora de idolatrar la juventud–, ahora la italiana ha reclamado su lugar en la cultura pop al interpretar a la chica Bond más veterana de la historia en 'Spectre', la 24ª entrega de las aventuras del agente 007. “Siempre digo lo mismo: ‘No soy una chica Bond, sino una señora Bond”. 

“Soy mucho más feliz ahora, porque en el pasado estaba llena de inseguridades sobre quién soy y en quién puedo convertirme"

Por primera vez en casi cinco décadas, pues, Bond tiene relaciones con alguien que podría tutearle sin perderle el respeto. “Creo que el concepto es revolucionario”, asegura la actriz, aunque considerar feminista<strong> 'Spectre'</strong> por el mero hecho de no estar tan plagada de la misoginia y los pasivos arquetipos femeninos que han llegado a ser tan consustanciales al Universo Bond como el Martini y el Aston Martin es, reconózcase, venirse arriba. “Bueno, es un principio, una señal del camino a seguir”, matiza Bellucci, con la boca pequeña.

Asimismo, podría decirse que su personaje en la película no es lo suficientemente significativo como para constituir un verdadero progreso. “Puede que sea un papel pequeño, pero es esencial: es el desencadenante de toda la trama”. De acuerdo, pero ¿no es también el típico trabajo para el que solo se requieren una cara y un cuerpo bonitos? “¡No! ¿Sería creíble James Bond si no fuera un hombre agradable a la vista? Con mi personaje pasa lo mismo. Su belleza es un requisito necesario pero no suficiente”, aclara evocando sus años de aspirante a abogada. “La belleza por sí sola no vale nada”. Y a continuación ofrece un argumento que sin duda lleva mucho tiempo obligada a defender. “Sé que fue mi aspecto lo que me permitió abrirme camino profesionalmente, pero hoy no estaría aquí de no haber tenido nada más que aportar. Un director no te elige por tu belleza sino por tu talento”.

GENES PRIVILEGIADOS

¿Ha sentido alguna vez, quizás, que su aspecto fuera una carga? “No, la belleza es un don, como la buena salud o la inteligencia. Pero no es algo de lo que una deba sentirse orgullosa, porque no es mérito propio sino algo heredado”. 

Fueron Pasquale, el dueño de una empresa de transportes, y Brunella, ama de casa y pintora aficionada, quienes le otorgaron a ella los privilegiados genes. “Conservo un recuerdo algo amargo de mi infancia”, lamenta. “No me gustó ser hija única. Me hizo sentir extraña. Me sentía desesperada por tener a alguien con quien jugar. Y quizá por eso he tenido dos hijas. Al mismo tiempo, curiosamente, no me gustaba estar encerrada con otros 20 alumnos en una misma clase. Era muy tímida y, cuando empecé a desarrollarme, me sentía observada”. 

Pasarían solo unos años antes de que ser observada se convirtiera en una forma de vida. Empezó como modelo a los 18 años, con el fin de pagarse la carrera de Derecho. “Mi intención inicial era dedicarme a un trabajo serio, porque ser considerada una mujer atractiva en Italia conlleva mucha presión”. Pronto, sin embargo, empezó a viajar alrededor del mundo, a posar para fotógrafos como Richard Avedon y a ser considerada como el mejor producto fabricado en Italia desde la salsa carbonara. 

"Reconozco que tengo un lado oscuro, y supongo que dejar que me salga en pantalla me permite mantenerlo a raya en mi vida real"

De repente, ser abogada ya no parecía tan buena idea. “Tenía 18 años y podía vivir como una mujer de 30. Mis amigos iban a la universidad y tenían que pedirles dinero a sus padres y yo, en cambio, vivía en mi propio apartamento y podía ser completamente independiente”. Pero con el tiempo tampoco el modelaje resultó ser la elección adecuada. “Una modelo se dedica a estar quieta y hacer exclusivamente lo que le dicen. Y yo nunca he sido ese tipo de mujer”.

De modo casi inevitable, haber sido modelo jugó en su contra a la hora de debutar en el cine. “¿Otra modelo que quiere hacer películas?’, se preguntaban todos”.Cierto que uno de los primeros directores en contratarla fue el mismísimo Francis Ford Coppola, pero su papel en 'Drácula' (1992) ni siquiera le exigió abrir la boca más que para hincar el diente a alguien. Incluso en 'Malena' (2000), la película que empezó a proporcionarle notoriedad internacional, se le pedía esencialmente que se comportara en pantalla como lo haría en una pasarela.

La perseverancia ha dado sus frutos: a estas alturas Bellucci acumula 50 películas, entre las que hay por igual 'blockbusters' como 'Astérix y Obélix: Misión Cleopatra' (2002) y cine obstinadamente de autor como el drama iraní 'Rhino Season' (2012), en el que la oímos hablar persa. “A las modelos la estupidez se les presupone, y no les queda más remedio que romper esa fachada para demostrar que tras ella hay algo más”, opina la actriz, que quizá por eso se ha especializado en personajes oscuros que exploran rincones grises de la condición humana. Fue víctima de una violación espantosamente gráfica en 'Irreversible' (2002), María Magdalena en 'La pasión de Cristo' (2004) y una prostituta lactante en '¿Cuánto me amas?' (2004). “Reconozco que tengo un lado oscuro, y supongo que dejar que me salga en pantalla me permite mantenerlo a raya en mi vida real. Es mejor no despertar a la bestia que llevo dentro”.

Han tenido que pasar casi dos décadas y media de carrera, en todo caso, para que Bellucci se afianzara como musa de los grandes autores del cine actual –acaba de finalizar el rodaje de 'On the Milky Road' para el serbio Emir Kusturica—sin levantar suspicacias, pero lo acepta con deportividad. “En realidad todo lo he hecho tarde, en mi carrera y en mi vida. He sido chica Bond pasados los 50. Tuve mi primera hija a los 40, y la segunda a los 45. Si lo piensas, que una mujer tenga un hijo a esa edad es casi un milagro. Nunca es tarde para empezar a escribir nuevos capítulos de tu vida”. También en ese sentido, hace dos años se divorció de su marido y padre de sus hijas, el actor francés <strong>Vincent Cassel</strong>, tras 18 años de relación. 

'Spectre' es la 24ª película del agente 007 y la cuarta protagonizada por Daniel Craig. En esta ocasión, Bond se enfrenta al peligroso grupo criminal 'Spectre'. Completan el reparto Christoph Waltz, Ralph Fiennes y Monica Bellucci, entre otros.

“De algún modo ha sido una liberación”, reconoce sin reparos. Bellucci es uno de esos entrevistados a quienes se les puede preguntar –otro tema es que quiera– de cualquier cosa. Lo contesta todo, como puede o como le apetece, pero sin perder la sonrisa. “Una mujer soltera es una mujer libre, y no tener pareja no significa que estés sola sino que puedes tener una relación como y cuando quieras”. Después de tantos años, asegura, un periodo de reflexión es bienvenido. “Vincent y yo pasamos por momentos increíbles juntos que no olvidaré nunca, pero se acabó y no hay que culpar a nadie por ello. Pero algo se rompió, dejó de existir, y habernos empeñado en seguir juntos a pesar de ello solo nos daría más dolor. El amor sigue ahí, pero de otro modo. Y no hay que olvidar que nuestras hijas son el fruto de dos personas que se amaron con locura”.

Deva, la mayor, tiene 11 años; Léonie tiene 5. Gracias a ellas, confiesa, nada queda de todas las dudas que sintió en el pasado acerca de la responsabilidad de ser madre. “Quizá porque yo fui hija única, pensé que no sería capaz de encontrar tiempo para educar a un hijo. Pero ser madre me ha hecho más feliz y más completa. No quiero separarme nunca de las niñas. Cada vez que viajo me las llevo conmigo”. Asegura que el cliché es rigurosamente cierto: la maternidad sirve para reordenar prioridades. “Lo único que hago a tiempo completo es ser madre. Todo cuanto me preocupa realmente es que las niñas tengan un buen desayuno, que salgan a la calle bien abrigadas cuando es invierno, y que hagan los deberes”.    

La confesión será un jarro de agua fría para quienes acostumbren a imaginarse a Bellucci como una ninfa tumbada en la bañera y recubierta de espuma que bebe tragos de champán. “Sí, mucha gente cree que mi vida es toda glamur, pero quien soy en las alfombras rojas no es quien soy realmente. Me gusta jugar a ser princesa de vez en cuando, pero la vida diaria es distinta”.

Ahora bien, incluso fuera de la alfombra roja sigue un protocolo según el cual, por ejemplo, salir a la calle con calzado deportivo o sin la dosis adecuada de maquillaje resulta inaceptable. Ser una mujer independiente, asegura, no debería suponer la renuncia a la feminidad. “Las mujeres deben amar su feminidad no solo para agradar a los hombres, sino también a sí mismas, y el mero hecho de usar maquillaje y tacones altos no nos convierte en objetos sexuales”. 

Que una mujer fuerte puede ser muy femenina es algo que aprendió desde niña. “Mi abuela educó a cinco hijos antes de la guerra y fue una luchadora toda su vida; y los domingos, antes de ir a misa, nunca se olvidaba de pintarse los labios de rojo”. Ella es, a su juicio, el ideal de belleza. Porque la belleza, insiste, tiene poco que ver con la mera anatomía. “¿Qué sucede con las personas, hombres y mujeres, que tras la cara bonita no tienen nada? Son ignoradas. La belleza de una persona tiene más que ver con su alma, y con las batallas que ha librado”. Está claro que resulta más fácil creer en esa filosofía cuando eres una de las mujeres más hermosas del mundo. “Sí, pero he alimentado a dos bebés, y por tanto tengo dos pechos que han sucumbido a la gravedad. Y ni eso ni los kilos de más ni las arrugas importan. La belleza es comer bien, reír mucho y hacer el amor la mayor cantidad de veces posible. Lo demás son tonterías”.