Un vídeo de Messi para la eternidad

Un antológico gol del astro decidió pronto la final y permitió al Barça deshacer con un gran fútbol la presión del Athletic

Messi remata a puerta para conseguir el primer gol de la noche.

Messi remata a puerta para conseguir el primer gol de la noche.

JOAN DOMÈNECH / BARCELONA

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Puede ya institucionalizarse que el peor error que comete un futbolista, un equipo, incluso un árbitro, es cabrear a Messi. El jugador más competitivo del planeta, que además es el mejor del mundo, suele reaccionar a un estímulo que considera negativo. Entonces se activa un resorte instantáneo y reacciona inmediatamente. No es, en propiedad, una venganza, sino una réplica tan demoledora y contundente que  el daño que provoca es bestial. Balenziaga le hizo una falta tonta en la banda, un agarrón inofensivo, y el árbitro no la pitó. Cinco minutos después, se acabó la final.

Solo alguien con un don infinito como el que tiene Messi puede ser tan decisivo, tan imponente, para imponer su voluntad cómo, cuándo y dónde quiere. Y por qué. Por esa voluntad ganadora, insaciable, ambiciosa y por el pronto que le brota. Decidió la Liga en el Calderón al saber que  el gol de Cristiano al Espanyol obligaba al Barça a vencer al Atlético y se apropió de la Copa, por los tiempos de los tiempos, con un gol que será eternamente el mejor anuncio de la competición, cuando aún le escocía el arañazo de Balenziaga.

ALICIENTE EMBRIAGADOR / Seguramente el desenlace de la final habría sido el mismo sin mediar esa jugada. Messi habría marcado en otro momento. Repitió luego. O lo habría hecho antes Neymar, que lo hizo después para seguir alimentando el sueño del triplete camino de Berlín, un aliciente  embrigador, tan excepcional que merece la máxima entrega por más que el Barça disponga de una oportunidad que ya aprovechó en el 2009. De momento, quedó amarrado el sexto doblete de la historia azulgrana.

El gol de Messi y el remate de Neymar encarrilaron pronto el triunfo del Barça y aniquilaron la posibilidad de otro veredicto que no fuera el que se intuía antes del comienzo. No solo por la diferencia de calidad entre ambos equipos, sino por el espectacular estado de forma del Barça.

BREVE INCERTIDUMBRE / La voluntad de Valverde de alargar la incertidumbre y juguetear con los nervios locales -es un decir, porque el Camp Nou, vibró y cantó y chilló tal que fuera San Mamés- saltó por los aires demasiado pronto. El primer signo de nervios, dado por Ter Stegen, no tuvo ninguna incidencia por el aplomo del Barça, convencido de su planteamiento y que nunca dejó de pasarle balones al portero para mantener la cadena de pases.

Valverde pretendió establecer algo parecido a una serie de luchas individuales que fallaron por la capacidad de los azulgranas de desbordar a sus pares con regates o con combinaciones, aunque al inicio soltaron tres balones largos para desahogarse. Williams quiso casarse con Busquets, pero no su cortejo no fue constante,  y a través de su mediocentro se expandió el Barça como una mancha de aceite por el campo. Busquets fue el faro de los centrales, el socio de los interiores y el guardaespaldas de los delanteros. Con Alves y Rakitic, crearon un triángulo en la banda derecha donde se gestó todo el fútbol barcelonista.

EL CAMINO DE LA AMARGURA / Ahí estaba Messi, como siempre, perseguido hasta el minuto 90 por Balenziaga. Lo arrastró por todas partes, llevándole siempre por el camino de la amargura. El pobre lateral zurdo desempeñó el papel más ingrato de la noche porque le condenaba  al fracaso y salió en la foto de los dos goles, claro. A Neymar no le siguió Bustinza y fue él quien quedó retratado en un rifirrafe que pudo ahorrarse.

La tranquilidad del marcador brindó al Barça la confianza para tejer su tradicional fútbol, más vertical en el primer tiempo, mas horizontal en la segunda mitad, cuando apareció Xavi. Como si el equipo cambiara de chip al aparecer el capitán, o simplemente bajara la cabeza dispuesto a obedecer las largas combinaciones que se produjeron tras el descanso. Con la marcha del cerebro, le tocará a Iniesta imponer su voluntad y adaptar el ritmo que más le convenga al equipo.

A la velocidad de ayer pocos rivales lo pueden contener. Habrá que ver la Juventus el próximo sábado. El Athletic no tenía tantos recursos -apenas Aduriz, aunque Williams cuajó una maravillosa final- y se vio arrastrado por la pelota y el marcador. Demasiados inconvenientes ante un maravilloso Barça que le ha dado un acelerón a una pelota que ya volaba y sigue volando, feliz, acariciada y respetada como siempre.