REPORTAJE
Conversación de aceros en Montjuïc
El INEFC acoge la Copa del Món de esgrima femenina con récord histórico de participantes
Un Juan Marsé niño se arrellanó en su butaca del cine Delicias cuando, de repente, alguien dijo en la pantalla: “Mi gran Esteban no pierde ocasión de batirse con alguien. ¡Por algo fue profesor de esgrima en Barcelona!”. Ya adulto y novelista, lo explicaría en 'Caligrafía de los sueños': “Qué extraña sensación oír el nombre de esta ciudad en boca de famosos artistas de Hollywood, tan lejos de aquí, de esta parroquial y consagrada tristeza de domingo por la tarde”.
Más de medio siglo después, es viernes por la mañana en esa misma ciudad, donde se celebra la más prestigiosa de las copas del mundo de esgrima femenina. El cuadragesimosegundo Trofeo Internacional Ciutat de Barcelona arranca con 247 tiradoras de 45 países que se enzarzarán, entre viernes y domingo, en conversaciones de acero (modalidad a espada) en el Institut Nacional d’Educació Física de Catalunya, en Montjuïc.
Bandera española pintada en muslos y careta
Si bien la Copa Barcelona es la más prestigiosa del circuito, las mujeres que compiten con la bandera española pintada en muslos y careta no lo tienen tan fácil. Mientras otros países se concentran en el Hotel Plaza, ellas duermen en un apartamento de la Zona Franca. Lo llaman la Casa Lila, porque de ese color son sus puertas, y bajan al Caprabo a comprar la cena.
Si bien hay quien defiende que esto nació aquí, porque el maestro sevillano Jerónimo Carranza publicó en 1582 ese tratado definitivo titulado 'La destreza', el deporte sobrevive con más entusiasmo que recursos. Un mundo fascinante tocado pero, por suerte, no hundido.
“Financieramente dependemos mucho de clasificarnos para los Juegos Olímpicos. Así que un poco de presión sí hay”, explica sonriendo Laia Vila, tiradora en el equipo de competición a sable. “Admiró de qué hilos frágiles están suspendidos los destinos de un pueblo y la vida de los humanos”, entiende d’Artagnán en 'Los tres mosqueteros'.
La catalana
Ella empezó en esto por azar, a partir de una visita al Saló de la Infància donde la invitaron a probar unos meses. “Lo tiene más sencillo ella, por ejemplo”, apunta Marc Font, responsable de proyectos de la Federación Española y de alto rendimiento de la catalana. Ella, que entra en la sala, es una medallista de Rumanía, donde un podio en un mundial o unos juegos se traduce en un sueldo vitalicio.
Font, nacido en 1981, era un mocoso cuando triunfaba en la tele Dartacán y los tres mosqueperros, la adaptación de la novela de Dumas: “Mi padre se dedicaba a las artes marciales. Durante 11 veranos estudió en Pekín de incógnito con un maestro chino. Pero conoció a un personaje mítico en el esgrima barcelonés: Bondi Kovacs, un húngaro. Venía a casa, en Amposta, los fines de semana y ahí empecé a destacar”.
Font habla con pasión erudita de este deporte. Nombra, por ejemplo, a Jesús Esperanza, que entrenó en su sala en el barrio de las letras de Madrid a Viggo Mortensen para encarnar a Alatriste y a la compañía Dagoll Dagom para 'Scaramouche'.
Los espadachines y los 'mosqueperros'
El esgrima histórico es el de los espadachines de Luis XIII. Del 'hobby' y la pasión de Goethe, Miguel Angel y San Ignacio de Loyola. De Dickens y Voltaire. De Marx y Mussolini. También de Grace Kelly. Pero el esgrima es deporte olímpico desde los primeros juegos modernos, aunque la categoría femenina se incorporó en 1924, deparando casos célebres como el de la judía Helene Mayer, que posó en el podio ante la bandera del Tercer Reich.
Hoy los países de la Europa excomunista están muy bien organizados. También China, de donde viene Yiwen Sun, una de las favoritas. Incluso Italia, donde las tiradoras tienen un sueldo fijo porque compiten dentro de las divisiones del ejército (y al acabar su carrera deportiva, tienen derecho a enrolarse en él).
"Mi abuela era brasileña y fue maravilloso conseguir un gran puesto en los Juegos Olímpicos de Río"
Es el caso de Nathalie Moellhousen, que compitió en el club de Aeronáutica. Hoy, en la cafetería del INEFC, es una mujer espigada con chándal de Brasil, nacida en Italia y residente en París: “Me cambié de federación porque mi abuela era brasileña y fue maravilloso conseguir un gran puesto en los juegos de Río”. Minutos antes de bajar a competir explica que tiene una empresa que organiza eventos maridando el esgrima con la moda o la gastronomía: “Piensa que un espadachín debe jugar con los tiempos, la presión, la precisión… Está muy relacionado”.
Abajo, en la sala, se baten en duelo las mejores del planeta. Lo hacen con un arte que, explica Richard Cohen en 'Blandir la espada': “Amenaza la vida y la enaltece a la vez”. Y que, en su versión deportiva y en nuestro país, no sirve hoy por hoy para ganársela pero sí para disfrutarla de un modo único.
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