"Vila-Matas es un personaje de mis obras y mi vida es un libro"

ELENA HEVIA / BARCELONA

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Enrique Vila-Matas no se atreve a ponerse frente los fotógrafos unas atrevidas gafas de sol que se ha comprado en Mantua, pero las exhibe con guasa ante los periodistas. Son su amuleto, algo así como el traje de Superman, que le permite enfrentarse al vértigo de la presentación de su último libro de relatos, Exploradores del abismo (Anagrama). Esas gafas --no tan austeras como las que llevaba su adorado Marcello Mastroianni en La noche, de Antonioni-- y su peculiar sentido del humor, mezcla de sinsentido poético e ironía juguetona, le ayudan a deconstruir un libro de difícil clasificación, como casi todos los suyos. Porque como él mismo afirma en uno de sus cuentos: "En el centro del universo no está la esperanza sino el humor".

Exploradores... sigue a esa clausurada trilogía (Bartleby y compañía, El mal de Montano y Doctor Pasavento) que Jorge Herralde, su editor, ha llamado la catedral de la metaliteratura, palabreja que para simplificar define a libros que a su vez hablan de otros libros que a su vez hablan de otros libros... La buena nueva es que esta colección de relatos muestra una nueva reencarnación de Vila-Matas: "Hay una menor intensidad metaliteraria y he querido regresar a los cuentos su último libro de relatos, Hijos sin hijos, es de hace 14 años, a contar historias. Pero en el fondo, mi adn literario sigue siendo el mismo".

La transformación quizá se operó tras esa afección renal que hace poco más de un año estuvo a punto de costarle la vida y que debidamente convertida en ficción aparece en el cuento Porque ella no lo pidió. "Me siento más sereno y mi relación con la gente es más cordial", resume. ¿Lo dice el autor o el personaje que él mismo ha creado sobre la plantilla de sí mismo? Poco importa. "Vila- Matas es un personaje de mis obras y mi vida es un libro".

PERSIGUIENDO A SOPHIE

Ante la lectura de un nuevo libro de Vila-Matas se impone la desconfianza. El escritor la aconseja fervorosamente a sus lectores y deja caer sospechas sobre el texto para que nadie se llame a engaño. No todo lo que presenta como real lo es, o como dice él: "La ficción es una forma de lo real". Porque ella no lo pidió es un buen ejemplo, un relato sobre la excéntrica fotógrafa francesa Sophie Calle que ya aparecía en una novela de Paul Auster, Leviatán. La artista es famosa por convertir anécdotas de su vida cotidiana en obras de arte. Con esa intención pidió a diversos autores que escribiesen una novela para que ella pudiera vivirla. Que se sepa, Vila-Matas es el único que accedió a hacerlo, aunque el cuento, naturalmente, tergiverse los hechos. "Todo lo que se cuenta ahí como ficción fue real y viceversa". De momento, Calle ha recogido la propuesta pero por diversas circunstancias aún no la ha llevado a cabo. ¿Lo hará? "Todavía puede viajar a las Azores, como le propuse en mi historia, y fotografiar allí el fantasma de un escritor llamado Vila-Matas".

También revela que existe un juego secreto en el libro que hoy por hoy no han desencriptado las primeras críticas aparecidas, un tapiz oculto que a modo de juego de pistas ha ido diseminando por toda la obra y que es lo que finalmente le da unidad casi novelística. Vila-Matas ofrece una clave importante para su resolución: "El equilibrista Maurice Forest-Meyer que atraviesa el libro como una sombra, mediante apariciones mínimas, y actúa como un hilo fantasmal entre los relatos componiendo un retablo misterioso. Forest-Meyer se parece al funambulista Philippe Petit, que cruzó una maroma entre las Torres Gemelas".

El libro se cierra con una reivindicación de la soledad creativa. "Este es el tipo de relatos que me gustaría hacer si no tuviera que pensar en el público". Y es que a veces Vila-Matas se siente como Bob Dylan, cercado por los silbidos y obligado a abandonar el escenario, mientras sus seguidores le pedían que cantara Like a rolling stone por enésima vez.