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El último mono de Barcelona: así vivía Linito antes de ser rescatado de un piso

Jugaba con muñecas y desayunaba huevo de codorniz. “Es mi heredero", decía la propietaria. Lo han rescatado en febrero de 2024 la fundación FAADA de un piso de Barcelona. EL PERIÓDICO acompañó a una de sus técnicas en una visita periódica

El antes y el después del mono Linito, rescatado de una jaula en un piso de Barcelona

Linito, en su jaula en un piso barcelonés, hace 7 años.

Linito, en su jaula en un piso barcelonés, hace 7 años. / CHRISTIAN MORALES

Ana Sánchez

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“Aquí está el rey de la casa”, decía Mari al entrar en la habitación de Marcelino. Nadie lo llamaba nunca así. Era Linito aun con treinta y muchos. “Es mi heredero”, solía decir su dueña. Y señalaba al mono capuchino que tenía enjaulado en su piso de Barcelona jugando con muñecas. Lo rescató ayer tras 35 años en una jaula FAADA (Fundación para el Asesoramiento y Acción en Defensa de los Animales). Esta es la crónica de una de las visitas periódicas -hace 7 años- en las que EL PERIÓDICO acompañó a una técnica del departamento de animales salvajes.

Linito era el mono del novio de una vecina suya, contaba entonces la dueña. El antiguo dueño lo intercambió por una navaja suiza en Venezuela. Marcelino era como se llamaba el indio que lo capturó. Un día, su vecina le pidió que se quedara con él un mes, durante sus vacaciones. Y al año siguiente, otra vez. “Yo iba cogiéndole cariño –recuerda Mari- y me empecé a documentar”. Al tercer año, cuando el dueño de entonces fue a buscarlo, Linito se escondió debajo del lavadero. “Se ve que aquel hombre lo zumbaba”, explica Mari. “Luego me enteré de que habían muerto otros monos que tenía”. Así que se quedó a Linito. “¡45.000 pesetas me costó! En aquel tiempo era un capital. Pero sabía que si no, no lo vería al año siguiente”.

Rescatado "Linito", un mono encerrado en un piso de Barcelona desde hacía 35 años

FAADA / El Periódico

“No le gusta la gente –le disculpa su dueña cuando empieza a chillar- Y los hombres, menos”. Mari contaba con orgullo que le daba de desayunar un huevo de codorniz pasado por agua. “Hasta le pelo las manzanas”, decía. “Es mi hijo”, añadía con tono maternal. “Un hijo que me ha salido peludo”. Linito era su única familia, decía. Llevaban compartiendo piso desde que el mono tenía meses. “Yo no quería monos”, se encoge de hombros. “Le salvé la vida”. 

Linito, en su jaula en un piso barcelonés, hace 7 años.

Linito, en su jaula en un piso barcelonés, hace 7 años. / CHRISTIAN MORALES

Pasaron tres décadas, con aparición en ‘Frank de la Jungla’ incluida. Linito ya no salía de su jaula. "Hacía diabluras", se intentaba justificar Mari. Pero ella seguía sin querer oír hablar de llevarlo a un santuario de primates. Hacía años que el caso de su "hijo peludo" era ya una excepción. La ordenanza de Barcelona prohibió tener primates en cautividad. Así que se podría decir que era el último mono (sin metáforas). Que se sepa.   

“Quedan los titís”, resopla Andrea. Son monos que no superan los 18 centímetros. “Estoy segura de que se nos escapan tantos…”. Andrea Torres es bióloga y primatóloga. Es quien venía a visitar a Mari y a Linito de manera periódica. Es técnica del departamento de animales salvajes de FAADA (Fundación para el Asesoramiento y Acción en Defensa de los Animales). Vigila tanto el comercio ilegal como el bienestar de los animales salvajes legales que hay en las casas.   

En la provincia de Barcelona se pueden encontrar cebras, llamas, caimanes, un león y un elefante en un jardín

Andrea ha visto tanto animal salvaje en Barcelona que ni Mowgli en todo ‘El libro de la selva’. “La última moda son los suricatas”.  (Lo que es Timón, el de ‘El rey león’). La moda anterior, la de los cerdos vietnamitas, dejó por los montes un rastro de ‘cerdolís’ (cruce con jabalís). “También hay petauros”, cuenta Andrea. (Es una mini ardilla voladora con la mirada del gato de ‘Shrek’. “Sé por algún Facebook que hay algún caimán –sigue enumerando-, muchísimas pitones, mapaches, mini dragones, zorros fénec, que son unos zorros pequeñitos con las orejas muy grandes”. Andrea los descubre por Facebook y en anuncios ‘online’. “Y el vecino que te avisa”. Incluso los propietarios les llaman cuando se ven sobrepasados. Hay animales que se deprimen tanto que llegan a automutilarse, explica la bióloga.

Un guepardo en casa

Si amplías la búsqueda a la provincia de Barcelona, te encuentras cebras, llamas, un león, un elefante en un jardín de 100 metros cuadrados. Hay tiendas ‘online’ que tienen “en stock” hienas, canguros, zorros árticos. Es legal (si están criados en cautividad y tienen su documentación, explica Andrea). “El tema de animales salvajes es más grave de lo que la gente cree”, dice la bióloga. “Yo siempre intento explicar que por mucho que quieras al animal,  por muy bien que lo tengas, es salvaje. Y cada uno tiene sus necesidades. Por ejemplo, los suricatas se pasan el día cavando y tomando el sol. Siempre en clan. La gente adquiere un petauro y luego te dice que no lo quiere porque por la noche genera mucho ruido. Claro que genera ruido, ¡es nocturno!”.

¿Lo más extraño que ha visto? “Un guepardo en casa, cerca de Granollers. Una adolescente se hizo una foto agarrada a él. Era un concurso de Facebook: Mi mascota y yo”.