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Flavita Banana, humor que incluso entenderán los hombres

Marzo se estrenará con una expo del 'sashimi' de ingenio de esta exMassana, exinformática y hoy indispensable viñetista

Ilustracion de Flavita Banana

Ilustracion de Flavita Banana / periodico

Carles Cols

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Si las cápsulas del tiempo (que existen) fueran capaces de lo que sugiere su nombre (viajar al pasado o al futuro en busca de fechas, lugares y personas, y eso no lo hacen, ¡snif!), habría que enrollar esta viñeta de Flavita Banana y mándarsela encapsulada, por ejemplo y sin orden de entrega, a Rosa Parks (la del bus), a Clara Campoamor (la del voto femenino), a Artemisa Gentileschi (la que decapitó pictóricamente a su mentor, Agostino Tassi, el Harvey Wenstein del XVII) y, si fuera real, sobre todo, a Ofelia, porque si la pobre (como se dice tanto ahora) se hubiera empoderado un poco le habría podido decir eso a su pretendido Hamlet “me aburro”, cuando el principe danés le dice aquello de que dude de que arden las estrellas, de que se mueve el sol, blablabá, pero, por favor, que no dude de su amor por ella. Menudo pelma. Pero, a lo que íbamos. Que Flavita Banana, alias de Flavia Álvarez (Barcelona, 1987), causaría pasmo en el pasado sobre lo que será el futuro, aunque, según se mire, también lo causa hoy a más de uno. Seguro.

Flavia Álvarez tiene un porrón de seguidores en las redes, pero por si hay aún despistados, es como Quino pero sin cromosoma Y

No es mujer que necesite ser dada a conocer. Tiene un porrón de seguidores en redes sociales y media docena de publicaciones. Es Quino reencarnado en mujer, pero no el Quino malfaldero, que no estaba nada mal, sino el otro, el de las viñetas únicas, pero sin cromosoma Y, lo cual es su gran virtud, porque Flavita Banana tiene una mirada privilegiada sobre lo femenino y lo masculino.

La excusa para traerla aquí, a ella y a un par de muestras de su ingenio, es que a partir del próximo 1 de marzo, en el Centre Cívic Urgell, por primera vez en la ciudad se expondrá durante 29 días una selección original de lo mejor de su obra. El 8 de ese mes es el Día de la Mujer, y hay convocada para ese mismo día una huelga de mujeres, y luego está todo el eco #MeToo, que no habrá cesado, y además hay que tener en cuenta los imprevistos, como el más reciente, que si portavoz o portavoza… Total, que antes de que la agenda se llene de anotaciones, qué mejor que anunciar tan recomendable exposición y, de paso, escuchar las opiniones de esta indomable estudiante de la Massana que trabajó de todo un poco (heladera, canguro, informática, guía turística…) hasta que un día decidió vivir de su mirada perspicaz sobre lo que puede conllevar hoy ser mujer.

Asegura que sus viñetas no van dirigidas solo a mujeres, igual que Bill Watterson, padre de Calvin y Hobbes, no dibujaba para tigres y niños. Tiene razón. Es más, hasta debería prescribirse su lectura y disfrute a los hombres. Por ejemplo. En una de sus viñetas, él se pone la chaqueta para salir de casa. Ella está sentada en una butaca. Lee un libro. Él pregunta: “¿Qué haces?” Ella responde: “Me pongo guapa”. Esa es la actitud. Una suerte de finísimo sashimi de humor contra el machismo.

Hace 8.000 años esto era un pandemonio de machos alfa, dicen los genetistas. Son nuestros tatarabuelos. Así nos va

Sobre eso, sobre hasta qué punto un ecosistema como Barcelona es machista, tiene una respuesta que merece ser aquí reproducida. Pero antes merece la pena abrir un paréntesis antropológico, mirar la cuestión desde una perspectiva inusual.

En marzo del 2015, un equipo de genetistas de la Universidad de Arizona publicó unas sorprendentes conclusiones tras semanas de microscopio o lo que sea. Según Melissa Wilson Sayres, coautora de la investigación, hace unos 8.000 años, por cada 17 mujeres que parían había solo un padre reproductor. Hombres, haberlos los había, pero aquel era un amanecer de la civilización de machos alfa. Son los tatarabuelos de los hombres actuales. Menudo árbol genealógico.

Sobre qué queda de tan descorazonador pasado, dice Flavita Banana lo siguiente: “El machismo está en todos lados, tiene mil formas, variantes y funciona solo. Es como un idioma, no puedes limitarlo, y suprimirlo de golpe. Es sobre todo algo visceral, algo movido por el miedo, y eso es poderoso”. Y prosigue. “Vamos a ver, que las mujeres tengan los mismos derechos y oportunidades que los hombres, ¿qué puede tener de malo? Yo solo veo consecuencias positivas. Pues no, los mequetrefes más inseguros ven ahí un enemigo, unas enemigas, gente pudiente en talento y capacidades que les van a quitar el foco que les ilumina. Hay que ser bobo. Bueno, hay que ser retrógrado para pensar así”.

Podría haberse acortado la cita, por aquello de la economía periodística del espacio, pero si aquí el que firma supiera resumirlo en un par de frases con chispa y además supiera dibujarlo con gracia, sería Flavita Banana, pero no es el caso. Solo hay una.