DEBATE SOBRE LAS LUCES DE NAVIDAD

Entre el ahorro y la ideología

La intención de Colau de frenar la iluminación navideña levanta elogios pero también críticas de quienes la tildan de doctrinaria

Iluminación navideña en la calle de Aragó, en las Navidades del 2013.

Iluminación navideña en la calle de Aragó, en las Navidades del 2013.

JOAN CAÑETE BAYLE

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Es un tema ecológico. Es un tema cultural. Es un tema comercial. Es un tema de gestión de los recursos públicos. Es un tema de sostenibilidad. Y también es un tema ideológico, porque al fin y al cabo cualquier decisión de gestión pública es política, obedece a una visión determinada del mundo (en este caso, de la ciudad). Pero también porque todo lo que rodea a Ada Colau y su equipo de Gobierno en el Ayuntamiento de Barcelona es eminentemente ideológico, lo cual tiene muchas consecuencias; una de ellas, que genera una oposición igual de ortodoxa, pura, si quieren.

Se ha visto desde la misma noche electoral (cuando ya hubo quien habló de moción de censura) en cualquier decisión tomada, anunciada, estudiada (desde la moratoria de los alojamientos turísticos hasta la unión del tranvía por la Diagonal, pasando por los manteros) y se ha vuelto a ver a cuenta de la intención del consistorio, adelantada por EL PERIÓDICO, de frenar el gasto en luces de Navidad en las calles de la ciudad y ensayar otras fórmulas de promoción comercial durante las fiestas. "No apoyo nada de lo que haga o proponga la alcaldesa Ada Colau. No tuvo mi voto ni tiene ni tendrá mi apoyo en nada. No estoy de acuerdo con su actitud ante la ciudad y ante los ciudadanos que la mantenemos con nuestros impuestos", escribió en el debate abierto por Entre Todos Carmen Martínez, secretaria de dirección, que añadió: "Colau no quiere apoyar a los más desprotegidos, quiere hundir los esfuerzos de los barceloneses para dinamizar la ciudad y el comercio, que a su vez genera puestos de trabajo y activa la economía (...). Pierde el tiempo y malgasta recursos en asuntos que no tienen mayor relevancia y no se ocupa de lo que realmente importa a los ciudadanos, a los que la votaron y a los que la sufrimos".

SENTIDO COMÚN

Y, en cambio, si del meollo de la idea del ayuntamiento se trata (buscar fórmulas de promoción navideña que no se basen en la tradicional y costosa iluminación, que sean más creativas, duraderas y repartidas por la ciudad, no solo concentradas en el centro), la alcaldesa encuentra más apoyo en la conversación ciudadana, más argumentos, desde el hecho de que empezar la Navidad más de un mes antes de las fiestas propiamente dichas es un derroche hasta que el dinero público debería usarse para otras cosas: "Por fin alguien va a poner un poco de sentido común al gasto desmesurado. Hace ya muchos años que un ilustre como Josep Pla, viendo desde un avión la iluminación de Nueva York, se preguntó quién pagaba aquello; pues ahora lo mismo, pero sabiendo que va en detrimento de necesidades básicas de la sociedad, como sanidad y educación. Al fin, cordura", dice Alfredo Sifonte, abogado. O sea: la misma decisión es interpretada al mismo tiempo como un acto de cordura o como otro ejemplo del talibanismo ideológico de la alcaldesa y de su equipo, a los que sus puros opositores suponen apriorismos como que les disgusta la Navidad.

PULSO ECONÓMICO

Hay entre los partidarios llamamientos al ahorro ("El derroche que se produce durante todas las fiestas, Diada, Mercè, Navidad, es inaceptable. Cerrando quirófanos y de juerga por las calles. Son distintos departamentos, pero el dinero es de todos y sale de los mismos bolsillos", escribe José Mª Guillén, taxista de Barcelona), y entre los detractores, preocupación por el pulso económico de la ciudad ("Es cierto que se podría gastar el dinero en otras cosas, pero la partida económica de este punto es mucho menor que otras que se gasta el ayuntamiento y que no repercuten tanto en la ciudadanía. Sí a la luz. Y no nos olvidemos de que reactiva toda la rueda del consumo, lo que implica también empleo", argumenta Patrick Schmidt, hostelero).

Y hay preocupación ecológica y la exigencia de establecer "prioridades", como solicita Helena Sanz, redactora: "¿Cómo se puede derrochar tanto en iluminación navideña mientras hay familias sumidas en la pobreza energética? El desigual reparto de los recursos es hiriente. ¿No pueden buscarse alternativas? En todo caso, estoy convencida de que la gente hará sus compras navideñas al margen de los brillos megavoltaicos de las avenidas". Y las prioridades son, ante todo, ideológicas. ¿Son necesarias las luces para vender más? ¿Es limitarlas dañar al comercio? ¿Puede haber unas Navidades más sostenibles? Resulta evidente que, al margen de ideas claras, Colau necesita mucha pedagogía.

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