EL DESFILE DEL DRAGÓN DE LA BUENA SUERTE

La colonia china de BCN celebra su año lunar en el Arc de Triomf

Una comitiva de mujeres chinas vestidas con trajes tradicionales, ayer junto al dragón de la buena suerte.

Una comitiva de mujeres chinas vestidas con trajes tradicionales, ayer junto al dragón de la buena suerte.

CRISTINA SAVALL / BARCELONA

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El tradicional desfile del Año Nuevo lunar chino llenó la mañana de ayer de coloridos dragones de la suerte y de sombrillas de seda el parque de la Estació del Nord, que reunió a más de un millar de participantes. La comitiva serpenteó después al ritmo de los tambores por la calle de Nàpols y el paseo de Sant Joan, hasta alcanzar el escenario ubicado en el Arc de Triomf, epicentro del Chinatown barcelonés, con avenidas llenas de bazares de ropa, bares, restaurantes, bancos, peluquerías, supermercados y verdulerías regentadas por ciudadanos chinos, que seguían ajenos a la fiesta con su actividad habitual.

Era el tercer día de celebraciones de la llegada del año consagrado a la figura de la cabra. Anne-Hélène Suárez, sinóloga, profesora universitaria y traductora del chino de libros y películas, como Adiós a mi concubina, de Chen Kaige, cuenta que en China no se relaciona a la cabra con la locura. Nada que ver con un estado de euforia permanente. "Al contrario, simboliza tranquilidad, adaptabilidad y mucha perseverancia", describe. Y explica que «Xin nian kuai le», la frase que más se escuchaba en el desfile, significa alegre nuevo año. Y para celebrarlo todos daban brincos siguiendo la coreografía de la danza del dragón en lo que los chinos llaman la fiesta del inicio de la primavera en el calendario lunar, aunque el día era frío y gris.

Tanto que los dragones terminaron por enfurecer a las nubes. Hacia las dos de la tarde, cuando el público estaba congregado ante el escenario del Arc de Triomf, chispeó y brotaron los primeros paraguas. A las dificultades para contemplar los espectáculos se unió la falta de sonido. La música dejó de oírse en los altavoces por un fallo en el suministro de la energía eléctrica, pero las bailarinas seguían danzando como si no hubiera pasado nada. Los espectadores, mayoritariamente barceloneses, se comportaban como turistas en su propia ciudad, boquiabiertos y sin parar de hacer fotos.

Pequeños altares

"Vámonos, que llueve y el partido del Barça comienza a las cuatro", le pedía un señor a su mujer. A su lado, una señora china con abrigo de piel blanco y vestido de pedrería que parecía salida de una película de Martin Scorsese se saltaba la cola para hacer escuchar sus plegarias y pedir deseos en uno de los cuatro pequeños altares ubicados en el paseo de Lluís Companys. Ying y Helena, universitarias chinas que estudian castellano en Barcelona, explicaban que uno de los altares con niebla de incienso era en honor de la señora Chen. "Hace desaparecer los fantasmas de las casas, ahuyenta a las cosas malas".

Cuentan que las mujeres que se arrodillan ante la figura de Song Zi le piden quedarse embarazadas, y que los que acuden al altar del señor Ma buscan la felicidad y la salud para su familia. "Pero el más concurrido es el altar dedicado al Buda Sonriente, que representa la abundancia y la fortuna", precisaban.

Delante de esta milenaria tradición que recuerda escenas del templo de Yonghegong de Pekín, los vendedores de globos aireaban imágenes de Frozen, la princesa del reino del hielo de la factoría Disney y de Nemo, el pez payaso de Pixar. En el escenario comenzaba la exhibición de artes marciales, mientras las marionetas de leones de amenazante apariencia hipnotizaban con el humo de los petardos a la multitud. Suenaban tambores, platillos y gongs, que por suerte no necesitan electricidad. "La leyenda dice que los leones abren las puertas del cielo para que las bendiciones lleguen a la Tierra", relataba Mei Ling, cuyos hijos acompañanban a una de las fieras de papel.