DEBATE SOBRE UN SECTOR ECONÓMICO CLAVE

Barcelona en un puño

Raúl Jiménez, recepcionista del hotel Laumon de Sant Andreu, registra a dos huéspedes, el pasado martes.

Raúl Jiménez, recepcionista del hotel Laumon de Sant Andreu, registra a dos huéspedes, el pasado martes.

ANDREAS GONZÁLEZ / BARCELONA

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Ocho paradas de metro (o 22 minutos de viaje, si se prefiere) separan la plaza de Catalunya de Can Dragó, donde se ubica el único hotel de todo el distrito de Nou Barris. Puede parecer una distancia excesiva, un argumento decisivo para explicar el erial hotelero que se impone en esta parte de la ciudad, pero no es así a ojos de muchos turistas. Si el visitante estuviera en Londres o en Berlín, ni siquiera se hubiera movido del centro tras recorrer un trayecto similar. Se sumergiría, por ejemplo, en Westminster, a pies del Big Ben, en la District Line para emerger siete estaciones después junto a la torre de Londres, tan poco periférica que ocupa el lugar del antiguo asentamiento romano sobre el que se fundó la primitiva Londinium. O lo haría en la U-2 en Alexanderplatz, epicentro del extinto Berlín Este, para salir a la superficie en Potsdamer Platz, tan céntrico a su vez que en 1924 se ubicó aquí el primer semáforo eléctrico de Europa para poner orden a la intersección que entonces registraba el mayor caos circulatorio del continente. En la isla de Manhattan, en Nueva York, la distancia apenas daría para cruzar de norte a sur Central Park y alcanzar el Rockefeller Center para subir a su imponente mirador Top of the Rock.

Pero Barcelona, a diferencia de Londres o Berlín, es una ciudad compacta. Poco más de 102 kilómetros cuadrados frente a los 1.572 de la capital británica y los casi 900 de la alemana. Y eso hace que junto a los inconvenientes (mayores aglomeraciones de turistas en el centro o en torno a los lugares más emblemáticos, como la Sagrada Família) afloren ventajas. Desde esta perspectiva, sorprende mucho menos la opinión de la mayoría de los turistas que optan por ocupar una de las 143 habitaciones del hotel de dos estrellas de Nou Barris, de la cadena de alojamientos económicos Ibis, o eligen otros establecimientos alejados del corazón de la ciudad, en distritos como Horta-Guinardó o Sant Andreu. «La situación es ideal, está a 15 minutos de metro del centro», elogia Vincent P., uno de los últimos turistas franceses que se han hospedado en el hotel de Can Dragó, pegado al centro comercial Heron City. Y no se queda solo. Para la estadounidense Kathryn, «la localización es perfecta para usar el metro y poder visitar cualquier parte de la ciudad».

LA MITAD, EXTRANJEROS

El 50% de los huéspedes del establecimiento son extranjeros, con claro predominio francés, lo que se explica en parte por el hecho de que muchos llegan a la ciudad en coche y encuentran en el lugar mayores facilidades para dejar el vehículo, incluso gratis si optan por aparcarlo en la calle. «Evidentemente, la mayoría preferiría estar más cerca del centro, pero  sobre todo los que viven en ciudades grandes o han viajado a otras capitales europeas consideran algo normal coger el metro y  hacer seis, ocho o diez paradas», explican en el hotel. Sobre todo si, como contrapartida, la factura resulta menor.

Las críticas, cuando las hay, apenas se refieren a las distancias. El Camp Nou, quizá el polo de atracción turística más alejado del hotel, está a 42 minutos (14 paradas utilizando la L-5) y en 28 minutos se alcanza la plaza de Espanya si se desea visitar Montjuïc. La Sagrada Família, que requiere un trasbordo de metro, queda a 23 minutos.

Alojarse a distancia del centro tiene otras ventajas. Algunos clientes aprovechan el entorno de Can Dragó para calzarse unas zapatillas y salir a correr sin apenas obstáculos para la carrera. Otros hoteles, como el pequeño Laumon de Sant Andreu (28 habitaciones y cinco apartamentos), explotan otros alicientes. «Nuestros clientes valoran precisamente estar algo apartados del centro y tener la opción de caminar por zonas tranquilas», explica el recepcionista Raúl Jiménez, que suele recomendarles visitar la plaza de Orfila o la rambla de Fabra i Puig.

No obstante, el mapa de distribución de los turistas en la ciudad sigue mostrando un enorme desequilibrio. En Nou Barris hay solo 2,1 camas de hotel o piso turístico legal por cada 1.000 habitantes, frente a las 201 de Ciutat Vella y las 141 del Eixample. Y es que la redistribución del alojamiento que muchos expertos defienden para cuando el ayuntamiento levante el cerrojo a nuevas licencias en toda la ciudad no es fácil. «La descentralización -señala Jaume Font, doctor en Geografía Física de la UB- requiere una buena accesibilidad al centro, pero también un entorno amable que garantice una experiencia turística gratificante», algo que no todos los barrios pueden ofrecer. Para Kyosuke, turista de origen japonés con residencia en Alemania alojado recientemente en Nou Barris, hallar ese entorno amable consistió en «tener cerca opciones de entretenimiento, como cines o piscinas, el metro y un fácil acceso al centro». La estadounidense Dawn valora que se trate de «una localización segura y 'family friendly'».

De todas formas, defiende Font, «el turismo en cierta forma ya se ha descentralizado». Al menos ahí donde era más factible. «El cambio ha sido extraordinario en el Poblenou», destaca. Tanto que el 80% de los hoteles son posteriores al 2003. Y luego está el ámbito metropolitano, donde destaca L'Hospitalet, que con el plus de la Fira compite tras Barcelona con Salou y Lloret en la lista de los municipios catalanes que más recaudan con la tasa turística.

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