Cartas para Elena Francis

Unas 50 emisoras de radio de toda España emitieron el Consultorio para la mujer Elena Francis entre 1947 y 1984, cuando los consejos sobre obediencia ciega al esposo y la moral ultracatólica sonaban ya más que trasnochados. Se dice que el programa recibía cada día tres sacas de correspondencia con consultas de todo tipo, desde cómo eliminar una mancha a cómo retornar al hogar a un marido homosexual. Coincidiendo con el Día Internacional de los Archivos, el Arxiu Comarcal del Baix Llobregat presenta hoy el trabajo de recuperación y digitalización de casi 10.000 cartas, una panorámica de la educación sentimental de las mujeres (y los hombres) de la posguerra.

El Instituto de Belleza Elena Francis, ubicado en la calle de Pelai de Barcelona, concibió el programa como un espacio para promocionar sus productos. Pero la asesora en cosmética acabó convirtiéndose en una gurú a la que miles de mujeres acudían ante cualquier duda, amparadas por el anonimato que otorgaba el correo.

¿Pero quién era en realidad aquella señora con recursos para todo? Gerard Imbert, experto en códigos de la comunicación, publicó en 1982 el libro Elena Francis, un consultorio para la transición (Península), donde reveló lo que era un secreto a voces. Elena Francis no existía. Un sacerdote y un psicólogo, entre otros, se habían ocupado de responder las consultas en los primeros tiempos. Desde 1966, el responsable sería el periodista Juan Soto Viñolo, que tras el cierre del programa, en 1984, firmó críticas taurinas en EL PERIÓDICO.

La empresa se apresuró a desmentirlo. Elena Francis existía, tenía entre 68 y 70 años, y un gran sentido de la privacidad que no le permitía dar la cara. En cualquier caso, para entonces las mujeres ya habían encontrado otras vías para resolver tanto las dudas domésticas como las espirituales y la consejera cayó en el olvido.

En el 2006, unos operarios municipales encontraron millares de cartas de las oyentes de Elena Francis en muy mal estado en la masía de Can Tirel, en Cornellà. La casa había sido propiedad de los Fradera, vinculados a la empresa de productos de belleza, pero después estuvo años deshabitada. Los últimos propietarios la habían cedido al ayuntamiento.

El Arxiu Comarcal del Baix Llobregat guarda 100.000 de esas cartas y ya ha digitalizado una décima parte, borrando el nombre y la dirección de las remitentes. A partir de hoy se podrán consultar presentando el DNI. «Hay quien dice que son algo rancio. La época lo era, pero en global demuestran cómo las mujeres se las arreglaban para ser libres y salir adelante a pesar de todo», explica Mari Luz Retuerta, responsable del archivo comarcal.