BARCELONEANDO

Teoría del dominó

zentauroepp45098051 barcelona 18 09 2018 barceloneando partida de domin  en la p180920202003

zentauroepp45098051 barcelona 18 09 2018 barceloneando partida de domin en la p180920202003 / .45098051

Olga Merino

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Entre los sonidos íntimos que el mundo genera, tal vez uno de los más entrañables sea el de revolver las fichas del dominó sobre la superficie de una mesa de mármol. Las 28 piezas entrechocan y, aunque estén hechas de plástico chino, producen una sonoridad relajante y doméstica que las emparenta con el mismísimo marfil. ¡Ah, las sobremesas de dominó! Es menos intelectual que el ajedrez, pero más democrático en su pequeño caos, en los golpetazos sobre el tablero, en su jerga: el pito doble, la caja de gaseosas, que así se llama la ficha con los dos seises, o esas sentencias demoledoras para silenciar al bocachancla (“los mirones son de palo”, “el dominó lo inventó un mudo”).

Aunque se trata de un deporte de puertas adentro, de taberna, un puñado de vecinos del barrio de la Ribera, la mayoría dominicanos, se reúnen a diario y juegan al aire libre. Cada tarde, a eso de las siete, plantan sus sillas y la mesa plegable en la calle Carders, justo donde se abre la plaza de Sant Cugat, y allí van encadenando manos hasta que el sol se esconde. En realidad, son como las golondrinas; sacaron el dominó a la calle cuando llegó el calor, y tan pronto asomen los primeros fríos, si es que vienen, volverán a encerrarse en algún bar de la zona.

La mesa sobre la que juegan la ha fabricado un vecino de nombre Edy, un tablero peculiar en cuyos flancos ha encolado dos listones paralelos, de manera que las fichas se sostienen en vertical; un sistema muy cómodo e ingenioso. La tarde del martes, como estuvo tontona, ahora llueve, ahora clarea, solo se sentaron a jugar los asiduos Lupe, María, Francisco y Alí, pero los viernes y sábados, si hace bueno, la timba congrega hasta 20 personas. En la variante dominicana del dominó, para seguir jugando hay que ganar partidas o, si no, ceder el turno a la siguiente pareja.

Alí es el que lleva los puntos y a tal efecto, como la mesa es tan reducida, sujeta la libreta entre el culo de la silla y el muslo. Aunque pueda parecer un pasatiempo de jubilados, ninguno lo está; van empalmando empleos precarios y parcheados; dos horas hoy, otras dos pasado, una chapuza la semana que viene. La cosa está muy mala, de ir vadeando el temporal. Francisco, por ejemplo, que siempre ha trabajado en cocina, ahora, lo hace a ratos.

Acuarela costumbrista

Entre los cuatro componen una acuarela costumbrista. Contemplarlos retrotrae a otra época, a una escena de pueblo o de barrio como los de antes, una estampa que choca con la modernez de las calles aledañas. Las tiendas de toda la vida —la mercería, el colmado de las lentejas, la droguería— han sido sustituidas por comercios con pijadas de disseny y gastrobares glamurosos enfocados al guiri y a la martingala del brunch.

Los señores del dominó ni apuestan dinero ni toman alcohol mientras juegan, una fórmula razonable para mantener la bronca contenida. De lo que se trata es de pasar el rato sin gastar, que en Barcelona ya es bastante. Tampoco charlan demasiado; están a lo que están. No es un entretenimiento simple; el dominó requiere retentiva y concentración con el fin de calcular por descarte qué fichas tienen los demás jugadores para la mano final. Curiosamente, todas esas cualidades relacionadas con la astucia las tienen a raudales los predadores de bienes raíces que merodean por la zona.

Mientras se teje la mutación urbanística, conviven en el mismo espacio vecinos de toda la vida, inmigrantes trabajadores, tiendas fashion, apartamentos turísticos y pisos remodelados que valen un riñón. En la cercana calle de la Sèquia, por ejemplo. Del balcón de un principal esquinero, cuelga el letrero de una inmobiliaria que invita a llamar por teléfono. Lo hago. Solo hablan en inglés. Ah, vale. Devuelven la llamada al rato con la información requerida: cien metros cuadrados, tres habitaciones y dos cuartos de baño por la ganga de 800.000 euros. Ay.

¿Podrán seguir jugando en la calle o los vecinos tendrán que coger el portante? Es un barrio peleón, desde luego; ya lo demostraron cuando el Forat de la Vergonya, con el alcalde Joan Clos. Pero la metamorfosis parece imparable. A veces el dominó se parece a la vida, cuando se da la encerrona, esa jugada que te deja con un montón de fichas en la mano sin poder colocarlas en ninguna de las dos puntas.